Capítulo 23

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Kat se despertó con el cuerpo entumecido y acartonado. Sentía una leve molestia en las costillas, pero no recordaba que había pasado en las últimas horas, estaba confusa y, al principio, no podían comprender la procedencia de los sonidos. Toda esa súbita información abrumaba a su cerebro haciendo que se sintiera aturdida.
Abrió los ojos lentamente, y vio sus piernas sumergidas entre las piernas musculosas de un hombre, en una bañera llena de agua tibia y cristalina. Se sentía tan bien, mientras él frotaba su cuerpo con sus grandes y fuertes manos, mientras ella permanecía apoyada en su duro pecho.
—¿Alex? —Intentó mirar hacia arriba, pero al moverse se tensó por el dolor de la herida.
—No te muevas, preciosa. —Su voz fue una suave caricia.
—¿Estás enfadado conmigo? —Kat contuvo el aliento al escucharle respirar hondo.
—Ya, no. Pero será mejor que dejes de hacer tu trabajo. No voy a permitir que sigas encerrando a los míos, Kat.
—En la asociación nos confundió, no sabía cómo erais hasta que te conocí, Alex. Estaba equivocada, sí tenéis sentimientos. No sois los animales que nos hicieron creer. Ellos me acogieron, se aprovecharon de mi odio y sufrimiento. Un vampiro mató a mis padres cuando solo tenía diecisiete años, violó y mató a mi madre, y estuvo a punto de matarme a mí. Me salvaron de aquel ser. Y desde ese entonces los odié y… los di caza. Pero en el fondo, únicamente quería matar al asesino de mis padres.

—Kat, no todos somos esos monstruos que has visto. Los llamamos los malditos. Todos nosotros tenemos a ese monstruo dormitando en nuestro interior, atento a un descuido por nuestra parte. Hay hombres que pierden la esperanza de encontrar a su compañera, la única con la sangre que no nos hace enloquecer. Pero si dejamos que se escape, nos domina. Los malditos exclusivamente buscan sangre y sexo, son adictos a beber la adrenalina en la sangre de las personas. Tienen ciertos caracteres identificativos; el blanco de los ojos se vuelve negro, el color del iris cambia convirtiéndose en espirales de rojo y amarillo, los colmillos no son retractiles y no se puede razonar con ellos, son animales.
—Ahora lo sé, y lo siento. Soy una asesina. —Luchó contra las lágrimas que llenaban sus ojos. Siempre había reprimido ese impulso, esa debilidad.
—Te estaban utilizando, Kat. No tienes la culpa. —La abrazó con cuidado besando su cabello húmedo.
—Pero ellos vendrán por mí. No dejaran que “dimita”. —El miedo la invadió, no por ella sino por el hombre que tenía a su espalda.
—No podrán encontrarte.
—Ellos nos manipulan genéticamente, Alex.
Kat escuchó a Alex maldecir con rabia al recordar los informes de Trevor.
—Y han invertido mucho dinero en ello como para dejarnos escapar. No lo aceptarán —dijo apenada—. Además, ahora exigen capturar a todas las víctimas con las que se encuentren los vampiros, quieren conseguir a sus parejas.
—Pues tendrán que aceptarlo. Porque yo no pienso consentir una vida sin ti. Tendremos que tener más cuidado. Le comunicaré esta nueva información a nuestro rey, debemos combatirlos. No dejaremos que sigan matando y capturando a gente inocente.
—¿Estaré huyendo por el resto de mis días? —resopló mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Alex.
—Estaremos. —La corrigió—. No pienses que te vas a librar de mí tan fácilmente.
—No quiero hacerlo. Yo... te amo.
Alex la abrazó más fuerte con su corazón latiendo eufórico, bombeando su sangre a través de sus venas y arterias hasta llevarla a su miembro, que comenzó a hincharse a pesar de que su mente sabía en el estado en el cual ella se encontraba. No podrían tener sexo por mucho que esa parte de su anatomía lo exigiera.
—Yo también te quiero, amor.
—Me estás... aplastando, Alex.
—¡Lo siento! —La soltó rápidamente acariciándole los brazos de arriba abajo.
Kat a pesar del dolor de la herida, se giró para besarlo. Le había sido imposible no notar el abultamiento que había crecido entre los dos, se alegró al poder torturarlo así.  Sintió el poder femenino por primera vez en su vida. Y al tener  mejor acceso al miembro erecto de Alex, lo cobijó en su mano. Le notó dar un respingo mientras frotaba la cabeza de su miembro con su pulgar. Apreciando su carne tan lisa y aterciopelada, tanto que te tenía ganas de tentarlo con sus labios, sentirlo y saborearlo con su lengua.
—Ahora no, Kat. Estas heridas.
—Oh, vamos… solo un poco. —Ella mordió su labio con delicadeza, abriendo sus labios e invitándole a entrar en su boca. Alex no pudo contenerse, entrelazó su lengua con la suya, destruyendo con este movimiento su poca cordura.
—Esto no está bien. No quiero hacerte daño. Aún no se ha curado del todo tu herida. —Al recordar aquel momento tan devastador, dejó de besar sus labios, y la abrazó imprimiendo un largo beso en su frente—. Pensé que te perdería para siempre.
Kat se estaba acostumbrando a todas esas muestras de cariño que la hacían sentir tan valiosa e importante para ese vampiro. Encontró con su pie el tapón del desagüe, lo quitó y el agua que los cubría comenzó a descender.
Fue bajando lentamente imprimiendo besos por el torso de Alex, sintiendo como se tensaba por sus caricias. La respiración del vampiro fue acelerándose a cada centímetro que ella descendía hacía su miembro. Ella le miró sonriente mientras lamia el tronco de abajo arriba hasta llegar a la cumbre, saboreando con suma lentitud, haciendo círculos con su lengua. Sollozó de placer al ver la perturbación en los fieros ojos de su vampiro, volviendo a introducirlo en su boca una vez más.
Alex se aferró al borde de la bañera al sentir la calidez de su boca y dejó caer la cabeza hacia atrás. Acarició sus cabellos rojizos sin poder evitar acercarla más a él. Parecía un demonio seductor con esos ojazos verdes que lo miraban intensamente. Él no pudo aguantarlo más, la agarró con fuerza del cabello para apartarla de su miembro.
La cogió en brazos llevándola a una habitación contigua enfrente de una chimenea donde crepitaba la madera al quemarse. La tendió en la alfombra yendo a su lado. Estaba poseído por la atracción y la excitación, y necesitaba estar dentro de ella. Cubrió su cuerpo desnudo y mojado con el suyo, volviendo a poseer esos labios carnosos.
Era magnífico, Kat pudo observar todo su cuerpo brillando por las gotas de agua que relucían con la luz de las llamas. No se lo pensó dos veces, le tiró de espaldas al suelo, le observó con una intensa mirada para sentarse a horcajadas encima de él.
Las manos de Alex fueron a sus caderas sosteniéndola firme y posesivamente cerca de él mientras permanecía tumbado en el suelo.
Ella se mantuvo sobre él, moviendo sus caderas sensualmente para atormentarle. La fricción inflamó su clítoris, y el calor se propagó como una brisa veraniega, rápida y fuerte como un huracán.
—Mi caza vampiros —susurró en su oído.
Era un placer que la consumía, sintió su duro miembro entrar lentamente en ella, separándola, conduciéndola a un pináculo que amenazó con destruirla. Entonces comenzó un movimiento más antiguo que el tiempo mismo.
Alex se deleitó con los movimientos de la joven. Jamás pensó que tendría una compañera así; fuerte, inteligente y con un cuerpo que le llevaba a la locura. Gimió al escucharla gritar, se sentó para acariciar su espalda y lamer sus pechos, enviándola sobre un abismo de placer que la dejó sin aliento. Se dejó llevar por aquella explosión que parecía matarlos. Su miembro palpitó culminando con fuerza en su interior apretado como un guante.
—Te amo, Kat. —Jadeó por la falta de aire sujetándola con fuerza de las caderas.
—Yo también te amo.
Finalmente, bajaron de las alturas en las cuales sus orgasmos los habían llevado, hasta derrumbarse en la alfombra, con sus cuerpos sudorosos y sus pulmones luchando por conseguir aire. En ese momento, Kat, supo que su sitio estaba allí... en los brazos del enemigo.

 en los brazos del enemigo

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En los brazos del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora