—Despierta princesa y dame un beso —expresó Esteban en tono ronco. Al ver que no le respondía, la tentó—: el desayuno está listo.Le acarició la cara con ternura. No podía dejar de mirarla con su cabello desparramado en la almohada, respiraba de forma suave, y los labios sobresalían por la presión de la almohada en un lado de su rostro. Aún no lo podía creer. A pesar de su inocencia era sensual y apasionada. Lo había sorprendido la promesa que le sacó en medio de la lujuria. Al contrario de lo que creía, estaba ante una personalidad tenaz y fuerte.
Las apariencias engañan, se dijo.
Con gusto cumpliría su promesa. Después de probarla a ella, las mujeres de su pasado quedaban desdibujadas. Desde aquella tarde en la plaza estaba preso de sus ojos, de su cabello y de su cuerpo.
No había marcha atrás.
—Mmmmmm —contestó ella—. Abrió primero un ojo y después el otro. No se quería mover. — ¿Nos podemos quedar otro rato en la cama? —preguntó con voz ronca y perezosa. Dormía boca abajo y estaba totalmente desnuda, con la sábana enredada en su cadera.
Esteban sintió otra punzada de deseo. Le besó la espalda y se la recorrió con caricias suaves.
—Despierta amor. Son más de las nueve.
María se espabiló por completo y saltó de la cama buscando su
camisón. Le dio un rápido beso de buenos días.—¡Dios mío!, debo estar en el aeropuerto en hora y media —Se
volvió hacia él y lo miró apenada—: Debo irme.—¿Por qué? —le preguntó él, sorprendido.
—Tengo vuelo reservado a las once y treinta —contestó ella y se
colocó el camisón enseguida.—¿Por qué debes irte hoy?
—Mañana tengo una cita importante para la revisión de mi tesis y no puedo cambiarla.
Esteban colocó las manos en sus hombros, se perdió en el color de
sus ojos y descansó la boca en los labios entreabiertos que aún estaban hinchados por sus besos. El acercamiento los asombró a los dos.Esteban le sujetó la nuca y se apoderó de su boca con la potestad del que se sabe dueño. La besó no solo con su boca —como hacía con las otras mujeres—, sino con el corazón, con la felicidad, con el deseo, todo junto, lo que ocasionaba una mezcla la mar de sorprendente. Y ella le salía al encuentro una y otra vez, enredaban e incitaban sus lenguas en un beso sin final. Se separó de ella al cabo de un rato, estaba jadeando.
—¿Estás bien?
—Sí. —contestó ella con los ojos aún cerrados.
Se quedó mirándola fijamente y le señaló:
—Me imagino que tu ex novio y tu ex amiga tienen vuelo al mismo
tiempo que tú —exclamó algo molesto por la reacción de celos viscerales que volvía a experimentar. Una mierda que vas a volar en el mismo avión que él, pensó.—Sí, tienen el mismo vuelo —le contestó con cautela.
—Viajaremos juntos en la tarde. Yo también debo ir a Bogotá —dijo él sin admitir réplica.
—Está bien —contestó ella risueña y, acercándose más a él, le dio otro beso largo y profundo—. Entonces me temo que tenemos más tiempo en nuestras manos —lo miraba risueña—. ¿Qué deseas hacer? — preguntó mientras lo acariciaba de arriba abajo—. Podríamos ir a La Popa, o al castillo de San Felipe, ¿tú qué opinas? —dijo mientras tocaba su miembro y lo oprimía con la mano—. O tal vez ir a visitar iglesias coloniales —lo miró interrogante—. O puedes enseñarme algo que te gustaría que te hiciera.
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De vuelta a tu amor
RomanceTú eres mi vida, Esteban. Eso no lo pongas en discusión... > Adaptación.