V.

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Era una hermosa mañana soleada para Candice White. Se había aventurado aún más allá de la mansión Ardley. Cruzando el bosque, había un hermoso valle de flores silvestres de todos los colores. Candy admiraba el panorama, totalmente enamorada.

—¡No pensé que un lugar tan hermoso como este existiera! ¡Y tan cerca de mí!

Mientras recogía algunas flores para formar un florero que adornaría la mesa, Candy pensaba venir de vuelta algún día junto a Albert y disfrutar de un agradable día de campo. 

—Bien, con estas serán suficientes.—Candy estaba satisfecha y feliz.

Al alzar la vista, sus ojos captaron una silueta a la distancia. Primero se preguntó quién podría ser. Al reconocer la larga cabellera, su sonrisa creció y sus ojos se iluminaron. Corrió hasta aquella persona gritando su nombre.

—¡Albert, Albert!—Agitaba las flores en su mano, emocionada. 

La silueta se detuvo de pronto.

Entonces Candy pudo ver que la altura no encajaba con la de Albert. Y tampoco su voz.

—...¿Pecosa?


Tratar de describir la impresión que sintió sería complicado. Sus rodillas temblaban, pero se mantuvo en pie. Las lágrimas ardían al borde de sus ojos, pero las contuvo. Los tallos de las flores picaban contra el agarre fuerte de su puño.

No podía creer lo que estaba viendo.

—...¿Terry?


Por su parte, Terry estaba feliz, impresionado de haberla encontrado tan pronto, y en medio de un lugar tan hermoso. Sí, sumamente feliz de ver, después de tanto tiempo, a la chica que no podía olvidar, aún tomando botella tras botella de alcohol.  

—¡Pecosa! ¿Eres tú? Estás bellísima.

—¡No te acerques, Terry!—Candy se alejó unos pasos.

Se habían despedido en buenos términos, pero eso no haría desaparecer el sufrimiento que a  Candy le había causado su separación y lo mucho que le costó aceptarlo y olvidarle. Finalmente, se había dado la oportunidad de empezar una nueva relación con alguien más, alguien cálido que siempre había sido bueno con ella, para que el fantasma de su antiguo amor se presentara, así, de pronto, frente a sus ojos.

Su primera reacción fue de repelencia. Candy corrió alejándose de él.

Sin embargo, Terry estaba dispuesto y decidido a hablar con ella. No había viajado hasta América para perderla tan fácilmente. 

—¡Pecosa, espera, por favor!—Corrió tras ella.

—¡Deja de llamarme así! ¡Mi nombre es Candice White Ardley!

De pronto, su mano fue atrapada por la de Terry, las flores cayeron.

Dos fuertes brazos la rodearon de la cintura. Sintió el rostro de Terry hundirse entre sus cabellos. Tal como aquella vez...

—¿Ardley?—Rio con sarcasmo.—Para mí siempre serás Tarzán Pecosa.

Candy se dio la vuelta, enojada.

—¡Terry, eres un idiota! ¡Insensible!—Lo golpeó con ambos puños en el pecho. Pero, al notar que Terry reía con lágrimas en los ojos, se detuvo. Y sus manos se abrieron en un abrazo que duró lo que el sol se tardaba en descender...



🌸




—Aún no puedo creer que estés aquí, Terry, te ves tan cambiado, pero sigues siendo el mismo.

Se habían sentado en un espacio cómodo, bajo la sombra de un árbol, en medio de las hermosas flores, una vez que sus emociones se hubieron calmado. 

—Tú tampoco has cambiado, Pecosa. Pero sí estás más bonita, y, ¡mira! Te han salido más pecas, ¿verdad?—Terry acercó su mano en un intento de rozar la mejilla de la chica, pero ésta se alejó.

—¿Para qué has venido aquí? ¿Estás visitando a tu madre? ¿Y Susana, cómo está?

Terry tembló ante la mención de aquel nombre. Si se llegase a enterar de que se vio con Candy a solas, se pondría más que furiosa.

—No quiero hablar de eso, Candy. En realidad... Estoy aquí por ti.

La chica volteó a verlo y sus miradas se profundizaron por unos instantes. Pero Candy cortó enseguida esa conexión que había surgido entre ellos.

—Bueno, ya me has visto, ¡ahora vete!—Candy se cruzó de brazos y fingió enfado.

 —De verdad que tú no cambias, Candy...


Al escuchar su nombre salir de los bellos labios de Terry, Candy volteó a mirarle. Con mucho más detalle ahora. Mantenía su sonrisa, dulce, atrevida, tal como ella recordaba. Sus facciones habían madurado, se había vuelto más varonil y atractivo. Pero había algo raro en él; sus ojos, quizá. Ya no poseían ese brillo retador y aventurero de antes. Lucían apagados, tristes, como si estuvieran a punto de arrojar su último destello. Las ojeras y el cansancio delataban las noches de desvelo y de vicios desenfrenados. 

—Terry... ¿Has vuelto a fumar?—Candy sonó preocupada por él, y eso lo animó un poco.

—Sí, pero ya lo dejé hace un tiempo. Aún conservo la armónica que me regalaste.

A Candy se le removieron los recuerdos.

Terry buscaba las palabras adecuadas. Comenzaba a anochecer y en cualquier momento Candy le diría adiós. Y cuando Candy se movió para levantarse, simplemente escupió lo que su alma tanto imploraba decir:

—No te cases con él.—La sostuvo de un brazo, deslizando su mano hasta tocar las puntas de los dedos de la chica. Acarició su mano, y con todo el amor que pudo reunir en sus ojos, la miró desesperadamente. 

Pero esos lindos ojos no lograrían convencerla.

Candy apartó su mano con brusquedad. Y se enderezó, enfrentándolo.

—¡Cómo te atreves a pedirme eso! Simplemente, ¡cómo te atreves a venir hasta aquí a pedirme algo que no es de tu incumbencia! ¡Estoy harta de ti! ¡Eres un egoísta! ¡Voy a casarme con Albert y tú vuelve a casa con Susana! Ella te espera...—Le dio la espalda, dispuesta a marcharse. Pero las palabras de Terry la retuvieron por unos segundos más.

—Candy... Conoces esa sensación de infinito vacío... Como si le arrancaran a uno algo del pecho, pero tu corazón sigue latiendo, manteniéndote vivo, respirando, mas no puedes sentir más que apatía y tristeza; una profunda melancolía inexplicable, insistente, interminable... Y probablemente incurable. Mi corazón está buscando el tuyo a cada instante. Eres la única razón del porqué sigue latiendo. No puedo olvidarte. No quiero perderte. Me estoy muriendo sin ti.

Sin embargo, sus palabras se perdieron junto a su niña de rizados cabellos en la oscuridad, dejándolo en completa soledad. 




Candy Candy - Final Alternativo [Años más tarde...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora