Segunda vida

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—¿Ya llegaste, Baek? Me olvidé escribirte que... —calló a lo demás que tenía por decir cuando observó el aspecto que mostraba el aludido en la sala—. P-pero... ¿Qué te paso? —Jong Dae, se acercó de inmediato a revisarle la frente, el rostro y los hombros hasta recaer la mirada en lo que se paseaba a su lado y pasar de estar espantado a adivinar qué es lo que pudo haber ocurrido para que llegara empapado, con las mejillas algo rojas y con un sucio gato.

—Te lo contaré todo —avisó antes que su compañero de casa le diera una reprimenda por estar seguro de que ya se hacía una idea de lo que le había sucedido—. Pero, déjame primero, tomar un baño y cambiarme de ropa. O me dará un fuerte resfriado.

Con ese indicio de que podría enfermar, Jong Dae dejó a Baek Hyun que se escabulle hacia su habitación para dejarlo a solas con el nuevo inquilino que miraba el lugar con cierto desagrado.

—¿Me parece o estás siendo quisquilloso, bola de pelos?

¿Bola de pelos? ¿Acaso no has visto este sitio? ¿Hace cuánto que no limpian por aquí?

Bien, lo decía por la pila de libros amontonados en la mesa con rastros de comida, por las camisetas de futbol tiradas en el sofá, así como dos balones que yacían en el suelo con rastros de lodo, junto con seis cajas de pizza a medio comer, latas de cerveza burbujeando lo que quedaba de contenido y un par de bolsas de ropa muy olorosas en un rincón. Sin contar que Jong Dae lucia como si no hubiera dormido en una semana. Con ojeras, despeinado, descalzo, cara de flojera y teniendo una camiseta con ciertas manchas a la altura del pecho de haber comido un plato de tallarines bien condimentado.

—Ni me mires así, que detesto a los gatos. Ya tienes un punto en contra para que no te quedes en esta casa —le informó, limpiándose la nariz con el dorso de su mano y prefiriendo dirigirse a otra habitación e ignorar los maullidos de aquel animal como si le estuviera insultando.

¡Hijo de...!

Chan Yeol sabía que estaba gastando saliva en vano, él no le entendía para nada, ya que solo maullaba como el animal que se había transformado. Y todavía no entendía a qué se debía. Claro que no se quedaría en ese lugar. Él estaba buscando una posible salida. Pero las ventanas de la sala se encontraban cerradas, por lo que decidió caminar hacia el pasillo que tomó Jong Dae.

—¡Oh! ¡Aquí estás! —exclamó Baek Hyun, tras poder localizarlo—. ¿Tienes hambre? ¿Por eso te escondiste en la cocina?

Con ropas limpias y abrigadoras, trayendo el cabello algo húmedo y despeinado y oliendo mejor que antes, Chan Yeol no negó que se veía encantador. Cuando fue cargado por él en medio de la pista, lo insultó por lo irresponsable que había sido y también hacerle caer en cuenta que no era más un humano. Pero eso no le impedía dejar de apreciar lo que tenía enfrente como una persona. El chico que le salvó la vida, tenía una sonrisa acogedora y un rostro muy bonito. Además, estaba sintiéndose extraño con esas caricias que le daba en su lomo y le hacía caer en cuenta que estaba olvidando su propósito. Por eso, se escabulle de ese buen trato para echar a correr hacia otra habitación.

—¡Baek Hyun!

Cuando oyó ser llamado en voz alta, corrió hacia donde provenía para toparse con otro compañero de casa que había llegado. Jong Dae también salió de donde fuera que se escondió para observar con mucha diversión la escena que vendría.

—¡¡¡Un gato!!! —exclamó horrorizado aquel nuevo personaje que se subió al sillón como si tuviera la peste el pobre animal—. ¡¿Qué hace un gato aquí?!

—¡Oh! Hola, Kyung Soo —saludo algo tímido, primeramente, para rascarse después el cuello y decir algo rápido—. Lo sé, lo sé, solo que... Míralo, ¿a qué no es bonito?

Las siete vidas de un gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora