is innocence lost

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A la mañana siguiente me levanté con un poco de dolor en la espalda, traté las heridas lo mejor que pude a ciegas, el espejo no era una opción. Me vestí con un pantalón verdoso con pliegues que me quedaba suelto y una blusa negra de mangas largas hasta las muñecas, gracias a Dios el vendaje no se ve demasiado.

A la salida de los dormitorios me detuve para revisar en el cartel de avisos quiénes integraban el grupo B de patrullaje. Miré de arriba a abajo, mi nombre estaba entre los últimos por el maldito orden alfabético y mi apellido. Serían diez muchachas y diez chicos. Entre estos últimos y casi al final estaba el nombre del chico tormento, Yuuichiro Tokito. Maldije en voz baja, la herida más profunda palpitó en mi hombro. Me daba un poco de miedo.

Miré mis uñas con tristeza, que tuve que recortar y limar para que estuvieran parejas, eran cortas y por debajo todavía habían algunas marcas carmesí. Suspiré y continué con mi camino.

Historia era a primer turno, empezaba fuerte el día. A pesar de no ser mala persona, el maestro dictaba como un desquiciado, el costado de la mano me dolía al igual que los dedos los sentía entumecidos.

Era una de las clases introductivas a la materia, era la primera vez que veíamos esto en nuestra vida, en las mansiones los maestros solo daban literatura y matemática. Los demás conocimientos era a dependencia de las bibliotecas en la casa o los mismos padres. Nos contó cuántas cosas se hacían antes, de la libertad que gozaba el hombre. Habían parques, hoteles, turismo, relaciones internacionales, viajes en avión, restaurantes y millones más. La tarea era hablar sobre esto mismo, argumentar la decadencia de la humanidad. Creo que madre me envió unos libros sobre esto.

Luego tuvimos Matemáticas, la maestra había sido encontrada ayer muerta y hoy tenía un reemplazo, que lindo. El maestro era un señor mayor, hablaba en voz baja y explicaba bien, por suerte.

En el receso decidí pasarlo en uno de los banquillos en las afueras de las aulas, no tenía ganas hoy de multitudes alborotadas y bulliciosas. Justo cuando me senté salió de un aula Mitsuri, con ropa de colores brillantes y lazos en su cabello trenzado, al verme sonrió de oreja a oreja y corrió en mi dirección, quise sonreír pero fue más una mueca.

–¡Amaya! – chilló y sin pedir permiso se sentó junto a mí, me exalté e instintivamente me aparté un poco. –.¿Cómo estás? Anoche no te vi en el comedor para cenar – dijo con un puchero.

–Si fui, pero me quedé dormida y llegué media hora antes de que cerraran – le informé y le ofrecí el tuper con frutas.

Extendió la mano y agarró una fresa, la mordió y cerró los ojos satisfecha. Agradecí haberlas traído, a pesar de que no eran mis favoritas, Mitsuri se veía tierna comiendo, valía la pena verla feliz.

–¿Te gustan las fresas? – pregunté y traté de no sonar demasiado emocionada o interesada. Hazlo ver casual.

–¡Me encantan! – chilló y limpió sus dedos manchados en la piel de su muslo al descubierto. Seguí cada movimiento suyo.

–No soy muy fan de ellas, pero hay veces que se antojan de repente y es mejor traer algunas conmigo – le comenté, una vocecita que me hacía sonrojar susurró que ella tomaría nota de ello al igual que yo lo hacía con cada detalla suyo.

–¡Oh, también me sucede con el kiwi! No me gusta para nada, pero a veces recuerdo el sabor y entran ganas de comerme un kilo – dijo, entrecerró los ojos y acarició su barbilla –. No entiendo por qué...bueno, le preguntaré a la profesora de biología, ella debe saber algo – analizó con las cejas alzadas y los ojos esmeralda brillantes.

Me reí abiertamente, negué juguetonamente. Ella eran tan especial y buena para este mundo que parecía salida de un cuento de hadas, era claro, cada vez que se mostraba con sus vestidos hermosos y el cabello lleno de adornos era un contrates con la realidad, una luz en el camino.

SUBTERRÁNEO -MUICHIRO TOKITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora