the devil within the walls

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Yuuichiro se escabulló entre los pasillos vacíos, por los cuales olor pasaban los estudiantes o maestros en casos extremos a los que no pudieran dárseles solución en las aulas. Entró en otro, está vez más iluminado, con sillas ancladas al suelo y al final una puerta de madera, con formas abstractas.

Tocó tres veces con los nudillos, unos segundos después escuchó el permiso de pasar.

Abrió la puerta, el interior era una oficina en todo el sentido de la palabra. Tenía un librero desde el suelo hasta el techo y a un costado una pequeña escalera, cuadros antiguos reconstruidos, un escritorio tallado con una de esas computadoras que solo se veían en las instituciones del Estado, no sabía usar una, pero escuchó que hace años a través de ellas se manejaban millones de informaciones a las que cualquiera con una situación económica estable podía acceder. El director estaba detrás del escritorio, tenía el cabello largo y canoso recogido prolijamente en una cebolla baja, su traje estaba reluciente y, sorprendente, no tenía esa barriga inflada que poseían los políticos que iban a la casa Tokito por negocio, eso lo alivió un poco. Los ojos del señor eran rasgados con arrugas a los costados.

-Buenos días, señor director - saludó e hizo una pequeña inclinación, el señor mayor le dedicó una sonrisa y señaló una de las sillas frente al escritorio.

-Tome asiento, joven - invitó, su voz era queda, pronunciaba cada palabras con lentitud y elegancia.

-Gracias - inclinó la cabeza y tomó asiento, su cuerpo se hundió en los cojines negros placenteramente.

-Digame en qué puedo ayudarlo, ¿señor...? - preguntó al aire.

-Tokito, señor - se reacomodó en su lugar, volvió a hablar -. Quería hablarle acerca de una situación.

El señor abrió sus ojos por un segundo, luego volvió a sonreír elegantemente e hizo un gesto con su mano para que continuara.

-Ayer me tocó hacer la vigilancia por primera vez. Cuando bajamos en grupo noté que el tercer piso se encuentra en una situación higiénica algo...precaria - tanteó el terreno, el director esta vez le prestó más atención, recostó su espalda en su silla. Yuuichiro dejó sus hombros caer, no debía mostrase indeciso o nervioso, no lo tomarían en serio.

-Eso es correcto, deben haber pasado unos años desde la última vez que se le hizo la mínima limpieza - suspiró y colocó sus manos arrugadas sobre su regazo -. Hace un tiempo que estamos recortando algunos gastos, debe saber que desde que los demonios atacaron las relaciones internacionales son inexistentes.

Tokito asintió, le echó un ojo a las pinturas reconstruidas. En casa, su madre tenía una que había mandado a arreglar hace años y desde entonces estaba ahorrando para permitirse otro lujo de ese calibre. Este hombre tenía seis en total, todas eran nuevas, estaban brillantes.

-Bueno, el poco petróleo que circula en el país entre las escuelas y edificios del Estado viene desde una tierras que el Estado compró en Rusia - comentó, golpeó su rodilla con la punta de sus dedos izquierdos.

Los ojos azules de Yuuichiro buscaron las señales, los hombros tensos, golpes en su rodilla, el sudor bajando por su sien a pesar de la climatización.

-Se gastan millones en sólo extraer el petróleo, la cifra que toma para transportarlo y procesarlo es mil veces mayor - explicó -, hasta que no nos estabilicemos, la situación economía es muy complicada, no podemos contratar a una brigada que limpie el tercer piso una vez a la semana, como debería ser, ni tampoco el equipo de seguridad que se necesita.

Yuuichiro sonrió orgulloso, ahí estaba su oportunidad -. De eso no debe preocuparse, mi familia puede hacerse cargo de los gastos, incluso puede donar algunos materiales, de ser necesario.

SUBTERRÁNEO -MUICHIRO TOKITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora