the new era.

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Mi cuerpo se mezcló en la oscuridad, se sintió más cálida y cómoda que nunca. Tal vez porque estaba feliz de dejarme abrazar por ella.

Aguanté mi respiración cuando la vi, tuve que recordarme que no era un sueño, era de carne y hueso. Seguía siendo hermosa, o lo volvió a ser, la última vez solo era huesos y polvo. Su pelo magenta cayendo sobre sus hombros, su rostro fino y elegante, digno de una reina. Los lunares sobre su mejillas seguían siendo tres, dos sobre la derecha y uno en la izquierda. Pero no se veía feliz, estaba pálida y delgada. ¿Qué afectaba su felicidad?

Mis ojos se cegaron de rabia cuando un idiota audaz estaba a centímetros de su cuerpo, sin derecho alguno. Tocó su muñeca, acarició su mano y le habló dulcemente. Las venas en mi cuello y sien se querían reventar, la sangre fluía burbujeante en mis venas.

Inhalé y exhalé, cerré mi puño izquierdo hasta que mis nudillos estuvieran blancos y la sangre bajaba por mi palma.

Chasquee la lengua, lamí mi mano, con lentitud, sin quitarle los ojos a Amaya, mi estrella. Ella sonrió a cualquier bobería que él le dijo, tan linda, con sus hoyuelos y labios gruesos. Tuve que darle el mérito al idiota, la hizo sonreír.

Amaya brillaba inconscientemente, su belleza era de un tipo único, tan angelical que parecía ficción. Era  buena, lo escondía bajo su piel pálida y ceños fruncidos, pero con unos poco toques se convertía en azúcar derretida. Le eché un último ojo, era tarde, tenía que irme.

El tercer piso era oscuro y sucio, nadie notaría mi presencia. Caminé, entre las sombras, se movían a mi alredor y nos hacíamos uno mismo. El camino por el túnel era algo pesado,las luces parpadeaban.

A medio camino me encontré con demonios alimentándose de carne como animales, agacharon la cabeza ante mi presencia, algunos extendieron trozos de carne en sus manos manchadas y murmuraron alabanzas. Tenían un pequeño defecto, después de todo eran experimentos.
La barra azúl me hizo detenerme, pero no por mucho, puse mi mano en el escáner de la pared, enseguida la barra se tornó verde y desapareció con un sonido mecánico.Ahora el camino estaba limpio, con focos en perfecto estado. Al final de túnel, estaba la pequeña ciudad subterránea, pavimentada, con edificios de hasta veinte pisos: laboratorios, residencias, hospitales. Las demás edificaciones eran granjas de humanos pequeñas que teníamos en caso de emergencia, eran de forma redonda y con techos de cristal.

Miré la hora en mi reloj, suspiré y fui hacia el laboratorio más grande de la ciudad. Estaba pintado de blanco, con puertas inmensas. Dentro, la temperatura era más baja, las paredes estaban cubiertas de panfletos con información de los nuevos medicamentos y sus pros y contras, el piso era de azulejos azules pulidos. La recepción estaba vacía, exceptuando el cubículo de recepción.

La muchacha no era la misma de la semana pasada, escuché que se había suicidado por exponerse más de cuatro horas al Sol. La nueva tenía la piel morada, con escamas en las mejillas y manos y los ojos verde fosforescente.
–S-señor...– tartamudeó, hizo una inclinación y se incorporó con la cabeza baja –. E-el doctor Katami lo espera...

–Bien - respondí simplemente.

El pasillo junto a la recepción conducía a dos puertas diferentes, entré en la que tenía más advertencias de seguridad. La primera sección tenía instrumentos más simples y los empleados solo se vestían con batas blancas y mascarillas, pasé entre las mesas hasta pararme frente a la puerta de acero blindado. También tenía escáner de mano, que me reconoció en segundos. Las máquinas eran gigantescas, tocaban el techo y se movían con fluidez, los doctores se movían apresuradamente.

–¡Señor, por aquí! – gritó Katami desde el fondo del laboratorio, seguí su voz hasta una zona un poco más vacía.

En el fondo habían cuatro cápsulas, una mesa con papeles, jeringuillas y tubos vacíos esparcidos sobre la superficie. Katami vino hacía mí emocionado, mostró sus dientes puntiagudo bajo el traje de protección.

SUBTERRÁNEO -MUICHIRO TOKITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora