the other woman will always cry herself to sleep.

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Pestañee, ya no estaba, de nuevo se había ido. Mis manos dejaron de temblar y el sudor frío se evaporó, por fin salí del estado de pánico. Era la tercera vez en la semana que me visitaba en las esquinas oscuras los luceros rojo brillante, y no sabía decir cuántas veces lo había hecho en el mes.

En mi mente quedó plasmada aquella primera vez en mi cuarto, hace un mes, dentro de poco dos. Ya no podía distinguir si era producto de mi mente quebrada o era verdad, no podía acercarme cuando se mostraba ya que mi cuerpo entraba en un estado de pánico, con las extremidades de piedra.

Había buscado desesperada la compañía humana pensando que lo evitaría, pero fui una tonta, no importaba si estaba haciendo collares con Mitsuri, en la habitación de Iguro simplemente pasando el tiempo o con Yuuichiro hablando de tonterías.
La semana pasada había pasado la línea que ni siquiera sabía que estaba trazada. Recogí una tiza de cualquier profesor, la hice polvo y luego la olí, por una semana la coriza fue del diablo, pero conseguí un tratamiento con la pastilla "del sueño", ayudó, si, dormía las noches enteras pero nada más, lo seguía viendo.

Consideré seriamente hablar con la doctora con la verdad, pero no conseguía nada bueno con ser tildada de loca, me ejecutarían como a todos los humanos con problemas mentales y listo. No amaba mi vida, pero tampoco quería morir por una inyección.

Tragué grueso, cerré la puerta del baño en medio del pasillo principal. Me eché agua en la cara y restregué bien, sentí el cansancio en mis articulaciones pinchar como agujas. Mi rendimiento había decaído un poco, últimamente me camsaba más rápido y los músculos me dolían porque no estaban bien calentados y los estaba explotando.

Los entrenamientos en la superficie habían sido añadidos hace poco a nuestro horario, eran en las mañana de los fin de semanas ya que los estudiantes teníamos esos dos días libres de la escuela. Ahora que el tiempo me escaseaba menos había dejado de escribirle a mi madre con tanta frecuencia, lo havia una vez a la semana con las actualizaciones de las notas.

Miré el reflejo en el espejo, hoy terminaba el ciclo de mediaentos y ya estaba pensando en qué enfermedad nueva inventarme. Acomodé mi cabello ya no tan corto detrás de mis orejas, me estaba cayendo dos dedos sobre los hombros.
Suspiré, sacudí mis manos y salí del baño, Yuuichiro me esperaba apoyado en la pared, con los ojos bien abiertos, mirando a la nada. Noté que acostumbraba a hacerlo, en los momentos más silenciosos se perdía en sí mismo.

–Yuuichiro – lo llamé en voz baja, alzó sus ojos menta en mi dirección y asintió suavemente.
Caminamos en silencio por los pasillos, en la busca inconsciente de un lugar donde sentarnos.

Hace un tiempo llegué a pensar que era hablador, que sería fácil sacarle una sonrisa, estaba equivocada. Yo, Amaya la antisocial, era una cotorra al lado suyo. Era muy extraño que él comenzara una conversación, aflojaba su ceño enojado, hacía gestos, se reía en voz baja, en cambio.Pero era cómodo estar en su compañía, era sincero, a veces cruel.

Llegamos al área más apartada de la escuela, donde terminaban las instalaciones habilitadas para la enseñanza y comenzaba la zona en construcción. Las dividía a bas una cinta amarilla, se supone que debían haber dos guardias apostados en cada extremo de la cinta, pero bueno, no hay presupuesto.

Yuuichiro intercaló su vista más allá de las cintas y en mí, alzó una ceja y me hizo un gesto con la cabeza.

–¿Estás loco? Nos van a regañar – musité con reproche, agarré su brazo para dar firmeza a mis palabras.

Frunció el ceño, luego sonrió desafiante, una cosa pequeña–. Oh, vamos. Les conviene que entremos, si morimos les ahorramos dinero – me provocó, me jaló por la misma  mano con que sostenía su brazo. Me miró con sus ojos menta azulado, parecía saber que me gustaban, porque cada vez que quería convencerme de algo memmiraba profundamente.

SUBTERRÁNEO -MUICHIRO TOKITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora