Capítulo 4

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Junio, 2013.
Seocho-gu, Seúl.

Era una mañana fría, de esas que advierten sobre días nublados y posibles lluvias, justo el tipo de cuadro que alguien como el pelinegro prefería evitar. Baekhyun se estremeció bajo las sábanas al sentir la caricia del viento que se colaba al interior a través de la ventana que nadie se había molestado en cerrar, y todavía reacio a despedirse del plácido sueño que estaba teniendo, buscó entrar en calor acurrucándose en la enorme almohada que tenía a su lado. Una almohada que no necesitaba de plumas para resultar comodísima y que en lugar de suavizante, apestaba a menta, cuero, tabaco y... sexo.

Había intentado resistirse, después de dejar que Chanyeol lo jodiera en la oficina del gimnasio, tan duro que el pelinegro le habría pedido que lo llevara en brazos de vuelta a la mansión de no haber tenido un poco de orgullo luego de ceder a sus deseos, Baekhyun realmente había intentado contener el impulso, estúpido e irracional, que lo invitaba a repetir lo ocurrido una y otra y otra y otra vez, hasta que su cuerpo tuviera suficiente, hasta que su culo se hubiera hartado de ser follado por un dios del sexo como el imbécil de Park.

Antes siquiera de que tomara una decisión, el asunto se fue al carajo cuando Chanyeol decidió mostrarle su devoción al dios que había decidido adorar, y que al día siguiente de su desliz pasó el día entero evitando cruzarse con él, incluyendo el desayuno y la cena con todos los demás. No le dio tiempo a que preguntara de qué demonios hablaba y, simplemente, se acercó para tomarlo en brazos y devorarle los labios, avivando la llama que quedó titilando en su pecho después del encuentro en la oficina, hasta que acabaron reviviéndolo.

Cuanto más se acariciaban, sus cuerpos parecían memorizar el tacto contrario, reaccionando a este al más mínimo roce. Cuanto más se besaban, sus bocas se volvían adictas al elíxir contenido en los labios ajenos. Cuantos más orgasmos compartían, más huellas dejaban en el otro, más alto tocaban el cielo y más necesitaban repetir la experiencia.

No hubo necesidad de hablar sobre ello, simplemente, ambos decidieron no negarse al placer que descubrían en cada uno de sus encuentros y disfrutar de la aventura, que tampoco duraría tanto pues si bien ambos creían en la monogamia y no estaban interesados en conocer a nadie más por el momento, ni Chanyeol ni mucho menos Baekhyun, eran de aquellos idiotas que soñaban con encontrar a su otra mitad, los amores verdaderos pareciendo más un cuento de hadas que en el mundo oscuro en que habitaban, jamás podría tener lugar.

Llevaban así algunas semanas y no porque follaran siempre que así lo deseaban, su relación fuera de la habitación había cambiado en lo más mínimo. Todavía discutían por la menor cosa y Baekhyun juraba querer matar a Chanyeol unas veinte o cincuenta veces al día, lo que conseguía que los chicos prefirieran lidiar con ellos por aparte y que en el gimnasio, sus equipos se enfrentaran unos contra otros, en una competencia tan fiera como debían haberlo sido los combates de los gladiadores.

A pesar de sus diferencias, su labor como mentores no podía ser menos que brillante, pues ya fuera por su naturaleza competitiva o porque, de hecho, eran los dos mejores hombres del círculo luego del mismo líder, pero todo cuanto enseñaban a sus chicos daba como resultado que los discípulos crecieran, que adquirieran una nueva fuerza y desarrollaran sus habilidades hasta rozar el máximo potencial, al menos en lo que a habilidades físicas se refería, pues el adiestramiento todavía debía cubrir el elemento táctico-estratégico y el trabajo en equipo, quizás la parte más difícil dadas las condiciones actuales.

Otro aspecto al que sacaban ventaja del choque entre sus caracteres, era sin duda el sexo, pues cuanto más se hacían enfadar durante el día, más desquitaban los corajes personales en la cama. Unas noches, era Chanyeol quien jodía el culo de Baekhyun como si quisiera partirlo en dos y otras, las mejores en opinión del pelirrojo que quizás fuera un poco masoquista, era el pelinegro quien imponía sus deseos a los del otro, obligándolo a tomarlo tan suavemente que casi lo volvía loco o lo castigaba engatusándolo para atarle de manos y terminar viendo de lejos como el bajito se complacía a sí mismo.

Jugando con fuego [ChanBaek] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora