שתיים

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Lloran por misericordia, arrastrando cuerpos quemados hacia el único salvador en este cuarto, el orgullo ya no les servía, pobladores pobres contra un imperio resplandeciente y divino, quieren vivir aunque sea en la miseria. Así que sí, quieren llegar con el Alfa desquiciado, ese de mirada sombría que devastó su hogar sin diferenciar cachorros u omegas, quieren sostener esa mano que en una madrugada tormentosa, sostuvo dos armas hechas de la misma luna para desmembrar y derramar sangre; mas no logran ni entrar en su espacio, pues terceros se interponen violentamente, pisándolos como gusanos, empujando a los que son afortunados y aún pueden sostenerse de pie.

—¡Descarados! ¡La muerte no podría ser suficiente castigo por su osadía!— uno de los guardianes del Alfa habla por todos, clavando en seco su puñal en la mano de algún convaleciente, provocando el grito desgarrador del hombre— ¡¿Como pueden siquiera pensar en tocar al príncipe con esas manos asquerosas!?

Otros se unen con miradas amenazantes, sonrisas macabras, finalmente una excusa perfecta para ejecutarlos, ya aburridos de "Alfas" frágiles que no sirven para entretener ni al príncipe ni a ellos.

—Majestad— al principio, ningún presente toma en cuenta su llegada, distraídos con preparar espadas y lanzas, quizás dagas o calentar hierro, bajo obligada atención de rostros llorosos— príncipe

—Isami, ¿donde te habías metido?— pregunta tranquilo, mirándolo de frente aunque volteando de vez en cuando a los condenados que seguían tercos y un poco más desesperados por la salvación que costaba nada más hablar—  esto es aburrido, lo hubiera hecho más llevadero tus comentarios acerca de la ley o esas tonterías— cuando vuelve a voltear, ya murieron tres—

—Hmp, con sumo respeto, príncipe, esas leyes y normas fueron impuestas por su Alteza imperial hacia el pueblo, nobleza y credo para bienestar equitativo— voltea un momento hacia sus compañeros, estos saludan secamente, centrados en los volcanes sangrientos que salen a chorros, manchando suelo, armas y ropa—

—Solo el pueblo se cree esa palabrería

—A lo que vine— hace una pausa cuando ya no escucha nada, viendo a todos los esclavos muertos, pequeñas montañas de carne que seguramente serán dados a las mascotas favoritas del príncipe— su hermano mayor lo espera en el salón

Se levanta lentamente del asiento, sus guerreros ya están en fila con mirada baja, Okita no puede evitar sonreír al verlos cubierto de sangre, sangre sucia, hace un ademán a su mano derecha para que se encargue, retirándose de esa tenebrosa y oscura parte de la mansión señorial, pues está obligado en atender tal visitante, quien fuera su hermano mayor que vino personalmente y no mediante algún mensajero.

—Hermano, bienvenido— fuerza una sonrisa agradable, aunque sus ojos ordenan que deje de coquetear con las omegas, no desea cambiar la servidumbre otra vez en este mes— ¿A qué debo tu visita?— se acerca cuando se han retirado con sonrisas risueñas y sonrojadas hasta las orejas, exhala buscando paciencia—

—Vengo de paso, porque me intuía que no estabas en palacio con nuestros hermanos— se recuesta, bebiendo de una el vino servido— y por lo que veo, tampoco te enteras de qué está ocurriendo

—¿Algo relacionado con ir al campo de batalla?

—Tan energético, no fue bueno dejarte con Lubu— copa tras copa—

—¿Que puede ser entonces? Porque tú, el Alfa que se acuesta con todos los omegas de tu ciudad regresa a la corte es por algo— dice mordaz— debería ir un día para felicitar a los Alfas, criar al hijo del príncipe debe ser honorable

—Claro, es algo favorable— no le afecta en lo más mínimo, ¿porque lo haría? Esos Alfas patéticos deberían estar agradecidos de tener siquiera un cachorro entre sus brazos, si lo hicieran seguro tendrían su favor, él... Alfa de sangre pura, casta de renombre y soltero— también podrías dejarme opinar sobre tus gustos muy normales querido hermanito, pero... vendrías de frente con tus armas y como te dije en un inicio, debemos ir a palacio

𝕬𝖒𝖇𝖎𝖈𝖎𝖔́𝖓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora