ארבע

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Otro palacio, otra corte, otros títulos, nuevas coronas sobre su cabeza, prácticamente otra vida. Hoy moriría por tercera vez, su lugar de descanso eterno sería en un monte que tocaba el cielo y su tumba, el palacio más blanco jamás creado.

—Kintoki— llama a su hermano con tono nervioso— ¿como se decía 'gracias' en griego?— tenía los ojos caídos, sus manos unidas fuertemente como si estuvieran sosteniendo una katana, no diría cuánto le incomoda ver asomar sus venas por todo el dorso— ¿Cuantos pasos tengo que caminar? Creo que voy a tropezar con esto— las túnicas para omegas aquí, eran más largas que los conjuntos de su tierra natal— ¿Si me preguntan algo que no sé?— recorrieron muchas provincias y nunca se vio perjudicado por los nervios, ahora que las mismas puertas para el ingreso al palacio se abrían, sumando una muchedumbre curiosa por detrás, se podía entender su inquietud, su aroma a chocolate que perdía dulzura—

—Kojiro, respira— el movimiento del carruaje parecía como un pequeño barco intentando mantenerse a flote en una tormenta— recuerda que es una presentación informal, no tienes porqué temer— sin embargo, los cascos contra el pavimento pronto empiezan a escucharse menos, voces ajenas desde afuera y pasos apresurados— recuerda, estoy aquí, Kojiro— acariciando los mechones oscuros, consuela con su suave aroma a miel—

—Hermano-

—¿Archiduque?— Kintoki debe separarse, volviendo a sentarse correctamente y cubriendo su rostro, Kojiro lo imita de inmediato— Ya hemos llegado— afuera, el que debía ser un beta por su falta de aroma, avisa apegado a la puerta—

Cuando el sol los baña en su calor, quienes están presentes no disimulan la gran impresión que les entregan, guardias miran con descaro creyendo que delante de ellos no hay más que vástagos de la mismísima Venus. Y ni hablar de los nobles, por algo era reconocida como una corte promiscua, Alfas murmurando a viva voz la envidia que tenían por los príncipes, teniendo como siempre las posesiones más cotizadas ¿Por qué, quienes más tienen en su posesión a un hermano del emperador Qin? ¿Cuantos pueden presumir de tener uno acostado en sus aposentos? Seguro hasta la misma reina sea capaz de ser por primera vez infiel y sucumbir a esos encantos inhumanos que poseían ambos extranjeros con simple caminar.

—Lamento mucho esto, majestades— les dice cuando están fuera de las miradas depredadoras y lenguas venenosas— comunicaré esto enseguida al príncipe, estos sinvergüenzas ¿¡como se atreven a hablar tales cosas de su omega!? El destierro no sería suficiente

Mordiéndose fuerte la lengua para no responder ¿Destierro? Ja, si uno de sus hermanos, fuera Leónidas o Souji escucharán tales ofensas, la tortura sería una vía muy misericordiosa, donde no tendrían entierro ni recuerdo. Varias veces en solo dar dos pasos, Kintoki debe tomar el mentón de Kojiro y obligarlo a que mire de frente, unos sangres sucias no tenían derecho a rebajar sus personas, porque al final, quienes estarán por encima de todos serán ellos.

Y aunque digan que no fue por mérito propio, Kintoki siempre dejaría en claro que ambos son de casta pura, con un Alfa al lado o no, ambos eran independientes de nacimiento hasta que mueran.

—Rey Cronos...— en un salón enorme, sobre tronos de plata, el regente de toda Olimpia y su casta se muestra— claro...— se hace a un lado, mostrando a quienes realmente le importa ver—

—Saludamos a su majestad, el rey Cronos— Kintoki habla con acento correcto, guiando  a Kojiro en lo que deben hacer, quitándose el velo y arrodillándose al mismo tiempo, esperando en silencio la presencia de sus prometidos—

Ahora sabe que el rencor acumulado despierta en este nuevo lugar.


—Bienvenidos sean

𝕬𝖒𝖇𝖎𝖈𝖎𝖔́𝖓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora