Eramos 12 hermanos y entre nosotros, escasos 4 omegas, yo sabía que no era querido por el emperador.Seguramente podría asustar a cualquiera con estas palabras que claro, jamás sería capaz de pronunciar sin antes ponerme a llorar... porque su sonrisa parece verdadera, cuando halaga mis avances con las armas parece estar genuinamente complacido, entonces aparece cuando estoy con otros omegas, sea con su elegante amante o mi perezoso hermano, siento como desaparezco, como besa, mima a omegas correctos, omegas que cumplen los estándares, cumplen sus expectativas.
—¿Joven Levine?
Quizás por eso, quise casarme tan desesperadamente... para verlo contento, mi emperador contento, con su sonrisa encantadora y no una mueca forzosa. Aunque ahora tenga que entregarme a un Alfa que ni siquiera sé si será bueno o malo, un reino que solo Dios sabe cómo son sus costumbres, renunciar a mis gustos- ¡no!, estoy convencido que escuchar su risa, ser tomado entre sus brazos mientras expresaba lo alegre que estaba por mí, mirándome como pocas veces sin su venda, apreciando sus ojos granate que parecían contener dos estrellas fulgurantes, esos momentos que sentí como mi querido Qin... regresaba a ser ese cachorro energético que tanto había admirado y querido en antaño.
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—¿Tienes en cuenta lo que está en juego?— jamás pensé que podría tener un rostro tan severo— no te estás casando con un simple peón, no tendrás a un Alfa de sangre mezclada. Te vas a casar con el duque de un reino extranjero— sentía como su agarre se volvía más doloroso alrededor de mis muñecas— tienes la imagen de nuestro emperador y el de Kintoki en tus manos, recuérdalo
Esa noche, no pude dormir y a la mañana siguiente, me quedé en mis aposentos.
—¿Seguro que no pasa nada?— negué rápidamente, aferrado a su pecho, Kintoki se quedó conmigo, sin embargo, cuando pude controlar mis emociones, lo vi muy ocupado, probablemente por estar perdiendo el tiempo conmigo—
No quiero, juro que no quiero ser una decepción.
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—¿No le convence?— desearía un abrazo de mamá, desearía escuchar un poema de papá, consuelo, quiero que alguien me consuele— podemos cambiar a otras prendas, ¿este está mejor?— muy despacio niego, pero mis criados conocen mis gestos y lo notan rápido, sin preguntar más en los siguientes minutos—
Mi mente para estos momentos está navegando en un mar de espinas, la esperanza y alegría terminan por ahogarse cuando siento el peso de joyas sobre mí, joyas traídas de conquistas, otras hechas por manos trabajadoras, quien sabe, nunca se podría saber y tampoco es importante, porque solo se reconoce su belleza, lo ostentosas que se pueden ver en omegas importantes; anillos que queman mis dedos, pulseras que son grilletes, collares pesados que enfrían mi piel, aretes que provocan comezón y finalmente, el velo sujetado por flores silvestres, tan frescas que sentía las gotas de rocío mojar mis mechones oscuros.
No me reconozco.
Pero se supone que así tengo que verme.
El tercer duque, el petirrojo del emperador que gobierna Edén, Kojiro Levine.
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𝕬𝖒𝖇𝖎𝖈𝖎𝖔́𝖓
Fanfic𝓝𝓸 𝓼𝓮 𝓵𝓵𝓸𝓻𝓪 𝓼𝓪𝓵𝓿𝓸 𝓬𝓾𝓪𝓷𝓭𝓸 𝓼𝓮 𝓽𝓲𝓮𝓷𝓮 𝓶𝓲𝓮𝓭𝓸, 𝔂 𝓹𝓸𝓻 𝓮𝓼𝓸 𝓵𝓸𝓼 𝓻𝓮𝔂𝓮𝓼 𝓼𝓸𝓷 𝓽𝓲𝓻𝓪𝓷𝓸𝓼