XIV

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Mateo

Mateo se quedó mirando a Cuauhtémoc, frunciendo el ceño. Parecía... ¿se había molestado?

—Cuauhtémoc mencionó que es tu asistente personal.

Mateo se volvió hacia Hipólita, que lo miraba con su desconcertante manera directa.

—Sí —confirmó, haciendo saltar la p—. Era una forma bastante infantil de hacerle saber que no quería hablar con ella. Sin embargo, ella no parecía ofendida. De hecho, parecía ligeramente divertida, y de alguna manera eso era peor.

—Mira —dijo con fuerza—. Creo que he terminado con todo el asunto del taller por hoy.

—Lo entiendo. Ninguno de nosotros esperaba lo que pasó —Ella asintió.

—Um, no estoy seguro de lo que crees que ha pasado, pero...

—Por favor —dijo ella con suavidad, posando su mano en el antebrazo de él—. No finjas. Ambos sabemos que has experimentado algo intenso. Si te sirve de algo, lo siento. Si lo hubiera sabido...

—No te ofendas —intervino él—. Pero tal vez deberías ir a venderle esto a alguien que quiera escucharlo. Charlie parece tragárselo todo. Al igual que esa mujer con cerebro de lenteja por la que ha estado jadeando toda la mañana.

Hipólita se encontró con su mirada.

—No estoy vendiendo nada, Mateo. Sólo quería comprobar que estabas bien.

—¿Sí? Bueno, estoy bien. De hecho, muy bien.

—¿Estás seguro? Me pareció que estabas experimentando un intenso flashback de recuerdos. ¿Te ha pasado eso antes?

—No lo sé —dijo irritado, antes de que la honestidad le obligara a añadir—: Quizá. Hace mucho tiempo. Ahora estoy bien —Se frotó el hombro—. Sólo necesito algunos analgésicos.

La mirada de Hipólita recorrió su rostro. Por fin, asintió.

—Bien. Sólo quería que supieras que fui muy clara con Charles en cuanto a que el grupo de hoy debía recibir información sobre lo que implicaría el taller con bastante antelación. Lamento que no haya sido así. Me aseguraré de que no ocurra con nadie más en el futuro.

Mateo suspiró. —Está bien. La verdad es que no habría cambiado nada. Habría tenido que hacerlo igualmente.

—¿Por qué? —Ella frunció el ceño.

—Porque Charlie siempre consigue lo que quiere —Mateo se rió sin humor.

—No, no lo consigue —dijo ella con firmeza—. Puedes decir no, lo sabes.

—¿Tú crees?

—Lo sé. Quería que siguiera con el taller como estaba previsto, pero me negué.

—¿No te amenazó con no pagarte?

—Por supuesto. Hizo un gran berrinche —Ella se rió—. Por lo visto, no voy a recibir ni un centavo.

—¿Qué? —Extrañamente, se encontró sintiéndose afrentado por ella—. ¡Eso es indignante!

Ella se encogió de hombros. —Lo atribuyo a la experiencia.

—Lo siento —Mateo negó con la cabeza.

—No lo sientas. Sólo... —buscó en su bolsillo y sacó un papel—, toma esto. Por si tienes otro de esos episodios y decides que quieres hablar con alguien.

Lo abrió. Había escrito: "Gabriela Sotelo Gómez, psicóloga / terapeuta de TCC" y garabateó un número y un correo electrónico debajo.

—Gabriela es muy buena —dijo simplemente.

total control creativo | matemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora