XI

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Mateo

Mateo no solía dormir bien en Violetas, pero esa noche (y a pesar de que su mente bullía de pensamientos sobre Cuauhtémoc en la playa y lo que se había sentido como un casi beso) había caído en un sueño profundo y sin sueños.

Despertó con las notas de la alarma de su teléfono, sintiéndose bien descansado. Se rascó la barriga, bostezó y se estiró, y luego se levantó de la cama para ir al baño a orinar.

De vuelta a la cama, vio su laptop, abierto sobre el escritorio, lo que le recordó que aún no había echado ni un vistazo al paquete de información del taller. Más le valía echarle un vistazo antes de bajar.

Suspirando, encendió el aparato y, mientras se iniciaba, investigó el contenido de la bandeja de té con desgana. Ni que decir tiene que no había chocolate caliente, sólo las temidas infusiones. Refunfuñando, se dirigió a la mininevera y seleccionó una kombucha de bayas de goji. No sabía demasiado mal, para ser justos, aunque en su opinión necesitaba más azúcar.

Volvió a tumbarse en la cama, cogió la laptop y abrió su correo electrónico, localizando rápidamente el email del asistente de Charlie.

El enlace a su mediación guiada personalizada está abajo -hmmm, no hay tiempo para eso- y se adjunta información sobre el taller. Por favor, léelo con atención.

Miró la hora. Mierda. Ya eran las 6:47. Y todavía tenía que ducharse.

Rápidamente, abrió el adjunto, gimiendo al ver que tenía sesenta y tres páginas. En la portada aparecía una mujer con rastas rubias que se parecía un poco a Tilda Swinton. Estaba en una especie de media cuclillas con los brazos por encima de la cabeza y los ojos cerrados, con una expresión ligeramente ansiosa. Parecía estreñida, pensó Mateo.

Debajo de la foto decía: Terapia de movimiento: libera las emociones tóxicas; deja que tu creatividad florezca.

Mierda.

Era peor de lo que había imaginado.

El pánico aleteó como un pájaro atrapado en su pecho mientras se desplazaba rápidamente por las páginas, densas en texto y salpicadas de imágenes de la misma mujer de aspecto severo. Hipólita García, le informó el texto. Profesional de la curación energética y el bienestar.

La última página se titulaba ¿Qué preparación debo hacer para el taller?

Su mirada se dirigió al párrafo inicial.

Todo lo que necesitas es ropa suelta y cómoda...

¡Oh, gracias!

... y la voluntad de abrirse emocionalmente al grupo.

Mierda.

No se molestó en seguir leyendo, tiró el aparato a un lado y se dirigió a la ducha, que puso fría, sin otra razón que la de distraer su mente de lo que estaba por venir. Cuando por fin salió, con los dientes castañeando, se secó rápidamente con la toalla y se puso la ropa de correr, ya que era eso o unos jeans, y sin duda se sentía más cómodo con los pantalones de correr.

Una vez vestido, se miró en el espejo y frunció el ceño. Sabía que esto iba a ser horrible. Y fuera lo que fuera, iba a tener que pasar por ello con Cuauhtémoc, lo que era un alivio y una preocupación a la vez. Prefería que fuera Cuauhtémoc antes que cualquier otra persona -la sola idea de tocar a Charlie mientras se "abría emocionalmente" lo tenía prácticamente seco-, pero después de la noche anterior, no estaba seguro de cómo iba a reaccionar cuando viera a Cuauhtémoc esta mañana.

total control creativo | matemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora