XXIv

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Temo

La segunda vez fue más lenta.

Temo quería que le follaran. Fue bastante franco al respecto, y realmente lo deseaba (había estado anhelando la verga de Mateo dentro de él durante semanas), pero también quería dejar de lado la apresurada oferta de Mateo de ser pasivo. De alguna manera, sabía que, independientemente de lo que pensara Mateo, no era algo que le resultara fácil de ceder. Mateo necesitaría algo de tiempo para trabajar con su pareja. Y aunque Temo estaba encantado de hacerlo por él, no era algo en lo que fuera a embarcarse sin saber si se trataba de una simple aventura de una noche.

En su lugar, se recostó y dio rienda suelta a Mateo sobre su propio cuerpo.

Para él, no fue difícil de la manera que instintivamente sabía que sería para Mateo. Confiaba en Mateo. Confiaba en que Mateo lo cuidaría y lo haría bien. Y efectivamente, Mateo se pasó una eternidad preparándolo, usando su boca y su lengua y sus dedos, y una estúpida cantidad de lubricante, hasta que Temo fue un desastre sollozante y suplicante.

Mateo lo guió hasta sus rodillas, deslizándose dentro de él desde atrás, con sus manos firmes y seguras sobre el cuerpo de Temo. Le dio la follada dura y dominante que Temo necesitaba desesperadamente, inclinando sus empujones de forma tan perfecta que Temo prácticamente babeaba sobre la almohada, con el pene goteando mientras Mateo le machacaba, una y otra vez.

Cuando Mateo por fin, por fin, tocó el pene de Temo, éste se corrió como un géiser. Sólo con los dedos de Mateo rodeando suavemente su eje desesperado y acariciando una vez. Y Dios, pero a Mateo parecía encantarle eso, gruñendo maldiciones contra el oído de Temo mientras su venida cubría la mano de Mateo por segunda vez esa noche. El propio orgasmo de Mateo llegó segundos después, y mientras llegaba al clímax, sus dientes se clavaron en el hombro de Temo en un mordisco posesivo que no llegó a ser doloroso.

Después, Mateo estuvo muy callado. Temo casi esperaba que se levantara y se fuera, pero no lo hizo. Se aseó en silencio y, cuando Temo volvió a meterse en la cama, volvió a acercarse a Temo en esa posición de cucharita, con un brazo ajustado a la cintura de Temo y los labios apoyados en la nuca de éste.

Era sorprendentemente fácil quedarse dormido así, pero por la mañana, cuando Temo se despertó, descubrió que, como la última vez, se habían separado durante la noche.

Mateo seguía durmiendo cuando Temo se volvió hacia él. Temo se permitió el lujo de observarlo durante largos minutos mientras respiraba suave y lentamente, dormido, y de vez en cuando fruncía el ceño o se retorcía.

Cada expresión, cada movimiento fascinaba a Temo.

Qué diablos.

Lo tenía mal. Muy jodidamente mal. Y ya sospechaba que, cuando Mateo se despertara, las cosas probablemente no saldrían como Temo esperaba. Por la razón que fuera, Mateo no había podido alejarse de él la noche anterior. Pero Temo podía decir que había querido mantenerse alejado. Lo triste era que Temo quería el trato para siempre con Mateo, mientras que éste era reacio incluso a tener una aventura de una noche con él.

Lo cual no era exactamente una receta para el éxito.

Era demasiado fácil prever un futuro de aventuras de una noche entre ellos, que en última instancia no llevarían a ninguna parte y causarían una miseria y un estrés laboral incalculables.

Mientras Temo estaba allí, mirando al hombre del que se había enamorado, se dio cuenta de que no estaba dispuesto a pasar por eso. Se merecía algo mejor y, sinceramente, Mateo también. Mateo se merecía la verdad. Así que Temo iba a ser un hombre. Admitir sus propios sentimientos. Darse su propio lugar.

total control creativo | matemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora