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Samanta.

No podía evitar sonreír mientras Vianca y Noah discutían por el echo de que ella quería tener novio.

Ahí delante del lago, con un hermoso ocaso al frente y los dos amores de mi vida al lado, no podía pedir nada mas.

Hay gente que cree que la felicidad está en el dinero o en las cosas materiales. Pero el dinero te hace feliz cuando lo usas para ir o poder  llegar hasta el lugar donde se encuentre la persona que amas.

Y en este preciso momento yo los tenía al lado mío, peleando por una tontería—que tarde o temprano iba a pasar—pero los tenía con migo.

—Mami, dile a papá que Mateo si me quiere—dijo Vianca haciéndome regresar a la realidad.

—¿Eres ciega o que?, es obvio que no le gustas—dijo Noah antes de que yo pudiera hablar.

—¡Eso es mentira!

—Demuestrame  lo contrario y te creo.

—El me dijo que me quería.

En microsegundos la sonrisa de Noah paso a ser una fina línea.

—¿Enserio te dijo eso?—pregunto muy serio.

Se le activó el modo:papá tóxico.

Se mofa mi consciencia.

—Sip. Y tan bien dijo que era muy bonita, y que olía rico y...

—Un momento—la corto—¿Ese niño con cara de amargado, te olío?

Antes de que Vianca pudiera responder, la interrumpi.

—Mejor dejemos esa charla aquí. Ya hablaremos de esto cuando tengas novio.

—A sus cincuenta años—se burló Noah.

No volvimos a tocar el tema.

Simplemente nos quedamos ahí, observando el paisaje, Vianca tenía la hermosa costumbre de quedarse maravillada con cosas tan simples, como ver ese ocaso.

El tiempo pasaba, y la ciudad iba creciendo, gente nueva iba llegando, más adultos tenían bebés, y mi pequeño retoñito, iba creciendo.

Con el paso del tiempo fui aprendiendo dos cosas, una, que no podría vivir si no los tuviera a los dos. Y dos, que aunque Vianca no lloraba por casi nada, si se ponía a llorar mucho cuando su papá tenía que salir de los muros—había sido reclutado para las expediciones que se realizaban, que consistían en ir a buscar sobrevivientes, o algo que pueda beneficiar a la ciudad—.

Entendí que aunque fue doloroso perder a mis padres, tuve que aprender a vivir con ese dolor, ahora para mi ellos son uno un recuerdo muy hermoso.

Y a Vianca le encanta que le hable de sus abuelos, tanto como los de Noah, me encanta esa sonrisa que pone cada que se le habla de ellos, como presume que su cabello es del mismo color que su abuela y el mío. Y como presume que sus ojos son del mismo color que el de su abuelo y su padre.

En al ciudad abrieron una escuela, para todos los niños. Ahí no les enseñaban a sacar el valor de x, o a buscar el valor de y. No, en esa escuela les enseñaban algo que si les serviría para la vida, les enseñaban donde disparar a un zombi para que muriera, les enseñaban como limpiar armas—todo era con una supervisión muy minuciosa para que los niños no se hicieran daño—les enseñaban co ml disparar armas, que tipo de armas existían, y muchas más, que les ayudarían a sobrevivir.

Entendimos que el mundo ya no podría ser el mismo de siempre. Entendimos que ya nada podía regresar como era antes. Entendimos que en este nuevo mundo era, o sabias disparar, o morias.

La ciudad había crecido, si. Pero no lo suficiente como para poder acabar con un mundo entero lleno de zombis.

Cada persona en toda la ciudad, tenía su día para salir a las
exploraciones—era técnicamente obligatorio— en esta ciudad no existía la fracesita esa que dice "las mujeres sólo se encargan del hogar". En esta ciudad todos éramos iguales.

                     *********
14 años después...

Y pues, después de catorce años. Estaba sentada en el asiento trasero del auto militar. Estaba entre medio de una Vianca de dieciocho años, y en mi otro lado estaba sentado Noah.

Era la primera vez, que Vianca salía a una expedición, y se veía muy contenta.

El tiempo parecía no pasar para Noah y para mi, por que técnicamente seguíamos igual que hace catorce años. Pero Vianca, a ella si que el tiempo se le notaba, la pequeña niña que antes no tenía pechos, ahora era todo una mujer, y una muy bonita.

Íbamos los tres atras, y dos soldados delante—y unos cinco autos más detrás—.

Mientras veía a Noah y a Vianca hablar, no pude evitar recordar el día en que todo empezó, ese dia en el que el me encontró tirada en una carretera en  medio de la noche. O el momento en el que dio su vida por mi, o en el momento en el que me alzó por los aires cuando le dije que iba a ser papá.

Al ver a Vianca, me acordé de esa pequeña niña que junto con Mateo se encargaban de meter a escondidas a Brave a su habitación, o cuando por primera vez me dijo mamá, recuerdo que ese día era la mujer más feliz del mundo, recuerdo el momento en el que le dijo a Noah "te amo papi" cuando apenas tenía dos años, no lo dijo muy claro, pero para Noah, para Noah si que fue demasiado claro. Recuerdo el día en el que llegue a casa después de ir a hablar con el coronel, y los encontré a los dos en la sala, Vianca con su vestido de princesa tomando té, y Noah con una corona en la cabeza, se comportaba con si todo a lo que estaban jugando, fuera real.

Ese día ella vino corriendo a mi cuando me vio llegar y me contó que su papá era su príncipe, en ese momento Noah se quitó la corona y me pregunto hace cuanto había llegado.

Le dije que acababa de llegar, cuando en realidad había estado lo suficiente para ver cómo Vianca lo obligaba a bailar un vals, gritándole ¡tú serás la bestia y yo seré la bella!. A ella le encantaba ese dibujo.

Vi como él hacía que ella se parará sobre sus pies, e hiciera que los dos bailarán al compás de una música que sólo sonaba en sus mentes.

—¿Verdad que si?—me dijo Noah asiendome regresar a la realidad.

—¿Qué?—dije sin entender de lo que habían estado hablando.

Él me paso un brazo por los hombros pegandome a él.

—Decia que ella no iba a poner matar ni a un zombi.

—Si lo voy a poder hacer. ¿Verdad que si mamá?

—Claro que si cariño.

—¿Lo ves?—dijo y luego le sacó la lengua, a lo que Noah sólo soltó una risa.

Y Vianca se concentró en el camino.

—¿En qué pensabas?—dijo Noah dándome un beso en la sien.

—En lo mucho que te amo.

—Yo también te amo.

Al escucharnos Vianca se giró.

—¿Y para mi no hay te amos?

Abrí mis brazos a lo que ella vino y me abrazo.

Noah nos rodio a las dos en un hermoso y cálido abrazo.

—Yo también los amo—dijo Vianca.

Y ahí me di cuenta, de que a veces las decisiones más locas, pueden ser las que te causen más felicidad.

Mirenme a mi, si me hubiera quedado en ese refugio, nunca abría podido conocer a Noah,  nunca abría podido tener a Vianca.

Aveces las decisiones que parecen tener menos sentido, son las que en un futuro nos van a dar más alegría.

Por que nada de esto abría pasado si yo no hubiera salido a...

Caminar entre zombis.

FIN

CAMINAR ENTRE ZOMBIS [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora