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Dió vueltas en la cama, utilizando su almohada como una forma de bloquear aquel sonido tan tedioso, suplicando que éste llegara con menos intensidad a su sistema auditivo. Desde que el molesto llanto inició, podía jurar que había transcurrido exactamente una hora entera y aún así no mostraba indicios de detenerse.

En vista de que la bebé no guardaría silencio, se incorporó en la cama con cara de pocos amigos. Se tomó el tiempo de  pensar la razón de tanto lloriqueo, la alimentó y duchó -aunque dichas tareas fueron realizadas por la servidumbre- ¿Qué más necesitaba un bebé? ¿Por qué eran tan fastidiosos?

Se puso de píe, frotando sus ojos con tal de eliminar todo rastro de adormecimiento y sin muchas ganas se acercó a la cuna que alguna vez fue suya, y que ahora contenía en su interior la razón de su insomnio.

Su presencia milagrosamente cesó la rabieta de la pequeña que aún no poseía ningún nombre. Sus ojos avellana, todavía cristalizados, lo examinaron con meticulosidad.

Aliviado quiso regresar a la comodidad de su cama, lo que no esperaba era que el simple hecho de voltearse demolería por segunda vez  el grato silencio que mucho le costó obtener.

La niña lloró, como si su vida dependiera de ello y en un desesperado intento de silenciarla, Poseidón la cargó en sus brazos.

La paz volvió a reinar en el palacio, al menos por ahora.

—No comprendo... ¿Por qué la trajiste aquí?— la confusa mirada de Hades lo molestó aún más.

Bufó.

Odiaba admitirlo, pero en tan solo una semana la mocosa consiguió demacrarlo  ¿Cómo es que un ser tan pequeño lograba tener un efecto tan caótico?
La desesperación lo impulsó a decender al mundo de los muertos en busca de ayuda, abandonando  su orgullo por un poco de paz, pero es que ya no soportaba más la presencia de la ninfa.

—Tú me metiste en esto en primer lugar, ahora tú me vas a ayudar— lo señalalizó incriminatoriamente con el ceño fruncido, haciendo retroceder al rey de los muertos.

La pequeña bebé presenciaba felizmente la escena entre los dos hermanos, siendo sostenida por Hermes, cuya presencia allí se debía a ciertos mensajes que estaba en la obligación de comunicarle a Hades. La niña reía sonoramente, maravillada con las múltiples expresiones de enojos realizadas por Poseidón,  resultandoles muy entretenidas.

Hades se detuvo, acomodando su chaqueta. Alguna causa desconocida llevó a que la bebé escogiera a su hermano menor como su cuidador, por ende, si Poseidón se atrevía a dejarla en el Helheim, no importaría a lo que recurriera, ella no dejaría de llorar si el rubio no se encontraba a la vista.  Lo único que podía hacer era darle una serie de indicaciones capaz de ayudarlo a sobrellevar la situación, y si la suerte estaba de su lado, tal vez con el tiempo incluso se acostumbraría a su presencia.

—Vamos, no es tan malo como piensas— defendió acercándose a la pequeña para cargarla en brazos.

A ella no pareció importarle mucho el tacto de Hades.

Siempre y cuando Poseidón se encontrara cerca, ella no lloraría.

—Es fácil decirlo cuando no eres tú quien se encarga de eso— contraatacó, trasladando su iracunda mirada hacia la pequeña que era rodeada por los brazos de su hermano mayor —¿y tú qué estás mirando?— Cuestionó al percatarse de que los ojos de la azabache estaban fijos en él.

Hali《Poseidón》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora