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Dos años después.

Una las ciudades de los cielos que se encontraba dentro del territorio griego, ese día en particular era frecuentada por más deidades de lo normal. Todas ellas, impulsadas atraídos  su curiosidad, estaban  dispuestos a confirmar con sus propios ojos lo que los rumores decían, centrando su atención en cierta ninfa que caminaba por las calles de la zona en compañía de Proteus.

La sorpresa en los dioses era evidente, siendo la primera vez que veían a la hija de Poseidón dar un recorrido por la ciudad.

—Tal vez debí quedarme en el palacio— se planteó, intuyendo que su presencia no sería bien recibida allí.

Proteus sonrió, continuando su camino con esa elegancia tan propia de él, sin dejarse atormentar por el resto.

—No se preocupe señorita, las miradas desaparecerán en unos minutos. Confíe en mí— predijo seguro de sí mismo.

Y tal como lo indicó, _______________ dejó de ser el centro de atención al cabo de unos interminables y agobiantes minutos. Ninguno quería tener problemas con el dios de los mares y peor aún, enfrentar su furia. Por ende, prefirieron no relacionarse con la muchacha y continuar su camino.

_________________  estaba maravillada con la arquitectura del lugar, generalmente acostumbrada a vivir entre inacabables pasillos o vastos pilares. Por esa razón, ver cosas nuevas la emocionó plenamente. Algunas deidades la saludaban tímidamente, todavía teniendo  presentes el miedo de acercarse a ella por el simple hecho de ser la protegida del dios más temido de los cielos. Aún así, la joven devolvía cordialmente los saludos que eran dirigidos a ella.

De un momento a otro, su atención se vió reflejada en Proteus, quien se había detenido por motivos desconocidos. Esto causó que _________________ no prestara atención al frente y como resultado, acabase por chocar abruptamente con un desconocido.

El impacto fue tal, que ambos terminaron desplomados en en suelo.

—¡Padre!, ¿estás bien?— se oyó a una angustiada voz femenina dirigirse, tal parece, a la deidad con la que acababa de intersectarse.

La ninfa se incorporó con la intención de disculparse por su torpeza, encontrándose con un hombre de cabellos azabaches y ojos amarillos que vagamente le resultó familiar. Era alto, de piel bronceada y rasgos marcados. A su lado, una joven de intensos ojos verdes y cabellera oscura que llevaba recogida en una alta coleta de caballo, lo ayudó a ponerse de pie, mirando posteriormente a su dirección.

—Lo siento mucho— se disculpó inmediatamente ______________ —no estaba concentrada en el camino ¿no se hizo daño?— se cuestionó sin saber muy bien como llevar la situación.

El hombre, todavía un poco aturdido por el impacto, levantó su mirada, la cual conectó con el colgante de caracola que _______________ portaba. Sus ojos, hasta entonces apagados y extraviados, desprendieron un brillo de esperanza y sin pensarlo dos veces, miró directamente a la propietaria de aquel objeto.

Tragó saliva al confirmar sus sospechas. Los rasgos femeninos coincidían no solo con los suyos, sino que también con los de otra persona que hacía muchos años dejó atrás.

—Lo...lo lamento mucho señorita, la culpa fue mía— habló ya saliendo de su trance —¿puedo preguntar el origen de esa caracola? Llamó mi atención— fue directo, lo que extrañó no sólo a su hija, sino que también a _______________.

—Oh...era de mi madre, me la entregó antes de fallecer— explicó tomando el objeto entre sus manos. Abrió su boca con la intención de decir algo más, pero el llamado de Proteus fue una clara señal de que ya era momento de regresar —Debo irme, lamento mucho el incidente— se disculpó una vez más, dirigiéndose a toda prisa a donde el mayordomo la esperaba.

Hali《Poseidón》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora