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pov's omnisciente

Por más que fuera fin de semana, había veces donde su trabajo le imposibilitaba mantener un descanso, y su vida social no era tan activa como en sus años de juventud, pocas veces era donde podía ir a un bar con sus 'amigos' sin pensar en lo que tendría que hacer más tarde. Llena de perversión la mujer siempre pensaba en el futuro, tenía metas fijas en su cabeza desde joven, quería algo en específico y sabía que podría conseguirlo solo si se esforzaba. Ahora, su meta principal estaba casi completa, tras conocer a la dulce chica que pasea en su mente todo el día, solo cabe frialdad en sus pensamientos.

Remojo sus labios mientras llevaba el móvil a la oreja, al instante del otro lado se escucho la voz de su secretaria.

— ¿En qué lo puedo ayudar, Señora Hirai?

— Cancela la reunión de hoy, no podré asistir. Y habla con el Juez Han, dile que quiero el deposito principal antes del lunes.

Sí, Señora. ¿Algo más?

— Ya conseguí la última firma de la Señora Hirai, necesito que transfieras mi pago a la otra cuenta bancaria ahora mismo, estoy algo apurada. Los datos están en mi oficina.

De acuerdo.

— Entonces colgaré. — volvió el teléfono al bolsillo de su sacó negro y siguió con la vista en la carretera, hasta que en algún momento tuvo que detenerse, ya había llegado a su destino.

Llena de ansiedad tras treinta minutos de viaje abrió la puerta del vehículo y bajó, frente a ella había una gran casa blanca, con unas rejas que no permitían el acceso al hogar. Caminó hacía la entrada, y acercó su dedo al timbre delantero. Estaba bajo la cámara de seguridad con la que los dueños lo verían, tragó saliva llena de nervios, a los segundos una voz algo desgastada hablo del otro lado.

— ¿Quién es?

— Momo. Hirai Momo. Necesito pasar. — tal vez si ellos fueran inteligentes no volverían a dejarla pasar.

Pero era parte de una familia relativamente amorosa, en los brazos de una loca madre en busca de afecto. Y por más que su propio hija careciera de aquel, estaba dispuesta a darle tantas oportunidades de cambiar como fueran necesarias.

Las puertas eléctricas se abrieron, dejandola pasar, con sus piernas levemente temblando avanzó hasta la puerta grande de la mansión, esta fue abierta por una mujer regordeta y con canas, quien abrió la boca en grande al ver a su pequeña hija ir en su dirección. Llena de felicidad, pero a la vez conmocionada, corrió hacia sus brazos, siendo recibida por una mujer que fingía más que bien, de su boca solo salían palabras para expresar todo lo que había extrañado a su bebé.

— Oh, hija. Te extrañe tanto estos años, mi corazón se siente mejor en estos momentos. — una mujer adinerada, con dos hijos mayores que ella, se sentía apegada a la única mujer que dio a luz, y siempre fue diferente al resto.

— Madre...

— Pasa. — insistió antes de dejarla terminar de hablar, la arrastró hacia la sala donde lo obligó a sentarse en el sofá largo en forma de L — ¿No trajiste a Boo? Hace tanto no lo veo...

Boo había sido un regalo de su padre cuando cumplio los veinte años, antes de irse de casa, toda la familia le tenía un gran aprecio. Sin embargo, prefería tenerlo en el apartamento, lejos de ellos.

— Madre... — quiso hablar otra vez, pero ella, llena de anhelo, trajo una fuente con galletas y dos tazas de leche tibia — Yo en serio...

— Como cuando eras una niña, amabas desayunar esto. — eran cerca de las doce del mediodía, ya no era hora del desayuno — Come...— con sus ojos adoloridos lo observaba.

Pero Momo se levantó del sofa, dejándola allí sentada. Negó, suspirando.

— Vine por la caja, la necesito.

— P-Pero Momo... esa caja... prometimos que ya no la verías. Quedo en el pasado.

— Pienso irme del país, madre. Por lo tanto me la llevare conmigo.

— ¡¿Irte del país?! ¡¿Por qué?! — exaltada se acercó a ella en busca de respuestas, lo tomó por los bordes del saco mientras lo zarandeaba — ¡No puedes volver a irte, no puedes dejarme sola otra vez!

— Tienes a Yoongi y a Kai contigo, a tus nietos...

— Te iras, tal como tú padre. Ambos siempre fueron iguales. — sé sentó, con su mirada perdida por las lágrimas — Ya no me queda nada, mi fortuna se va con el paso del tiempo, mi familia me ve como una loca...

— Es lo que se gana tras una vida indiferente y llena de obsesión.

— Tú eres igual, Momo. Igual a mi, y a tu padre.

Amor, amor, y más amor. Todo lo que hace es por amor a ella, lo hizo por todas ellas. A todas las mujeres que amo.

— Pero al menos yo si consigo lo que me propongo, madre. — sonrió — Yo si sé jugar, y de una forma muy entretenida.

𝐍𝐞𝐞𝐝 𝐓𝐨 𝐊𝐧𝐨𝐰 ✮ DahMoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora