Hijos del Sol, Naruto DxD

Parte 1

En la Academia de Kuo, un lugar lleno de vida y energía, donde los estudiantes van y vienen, cada uno inmerso en su propio mundo. El sol se está poniendo, bañando todo con una luz dorada que hace que los edificios de ladrillo rojo del campus brillen con un resplandor cálido y acogedor.

Bajo un árbol majestuoso, cuyas hojas se agitan suavemente con la brisa, están sentados dos jóvenes, hermanos gemelos. Son una visión cautivadora, con su cabello rubio dorado que brilla con la luz del atardecer. Sus ojos son de un azul tan profundo y claro como el cielo en un día despejado, llenos de una curiosidad y una inteligencia que los hace parecer mucho más maduros de lo que sugieren sus 17 años.

Cada uno de ellos tiene tres marcas distintivas en cada mejilla, parecidas a bigotes, que les dan un aire de singularidad. Están sentados uno al lado del otro, en una cómoda familiaridad que solo los hermanos gemelos pueden compartir. Sus cuerpos están relajados, pero sus ojos están atentos, observando a sus compañeros de clase ir y venir.

El chico tiene una expresión pensativa en su rostro, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Su hermana, por otro lado, tiene una sonrisa juguetona en su rostro, sus ojos brillan con diversión mientras observa a los demás estudiantes.

El campus está lleno de sonidos: el murmullo de las conversaciones, el crujir de las hojas bajo los pies de los estudiantes que pasan, el distante sonido de una pelota de fútbol golpeando contra el suelo. Pero bajo el árbol, todo parece un poco más tranquilo, un poco más pacífico. Es como si los gemelos hubieran encontrado un pequeño oasis de calma en medio del bullicio del campus.

Los hermanos gemelos, después de un rato de observar y disfrutar de la tranquilidad bajo el árbol, finalmente deciden levantarse. Recogen sus cosas, mochilas de lona desgastadas llenas de libros y cuadernos, y se ponen de pie, estirándose después de haber estado sentados durante tanto tiempo. Sus movimientos son sincronizados, una danza familiar que han estado haciendo desde que eran niños.

Comienzan a caminar hacia la salida del campus, sus pasos ligeros y seguros. A pesar de la multitud de estudiantes, parecen moverse en su propio ritmo, ajenos al bullicio a su alrededor. Pero mientras caminan, ambos notan algo extraño. Hay una sensación persistente en la nuca, la sensación de ser observados.

Se han sentido así desde el primer día de clases. Como si alguien los estuviera siguiendo, observándolos. No es una sensación amenazante, pero es constante y desconcertante. Sin embargo, no dejan que eso perturbe su tranquilidad. Después de todo, no son niños normales. Son especiales, como siempre les decía su madre.

Su madre, una mujer de una bondad y amor inmensurables, siempre les había dicho que eran especiales. No solo por sus marcas distintivas o su cabello rubio dorado, sino por algo más profundo, algo que yacía en su interior. Estaban muy apegados a ella, su amor y apoyo eran la roca sobre la que se apoyaban.

A medida que salen del campus, la sensación de ser observados se intensifica, pero ambos hermanos siguen adelante, con la cabeza en alto y los hombros hacia atrás. No saben quién los está siguiendo o por qué, pero están juntos en esto, como siempre han estado. Y eso les da la fuerza para enfrentar cualquier cosa que venga en su camino.

A pesar de la sensación de ser observados, los hermanos gemelos mantienen una apariencia de normalidad. Siguen caminando, charlando entre ellos sobre cosas triviales, riendo de vez en cuando. Pero debajo de esa fachada de normalidad, ambos están alerta, sus ojos escaneando discretamente su entorno, buscando cualquier signo de la persona que los está siguiendo.

Son diferentes, eso lo saben. Su madre les había mostrado sus rasgos especiales hace mucho tiempo. Eran habilidades únicas, cosas que los hacían destacar, cosas que los hacían especiales. Pero esas mismas habilidades también les habían causado problemas en el pasado.