Parte 3

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Los días pasaron, cada uno con su propio ritmo y rutina. Los gemelos continuaron con sus vidas, ajenos a la vigilancia constante y a las teorías que se tejían a su alrededor. Un día, después de una salida, se dirigían a casa.

El sol se estaba poniendo, bañando el mundo en tonos dorados y naranjas. Los gemelos caminaban por las calles tranquilas, charlando y riendo entre ellos. Sus risas llenaban el aire, una melodía alegre que contrastaba con la seriedad de la situación.

A pesar de su apariencia inusual, los gemelos eran adolescentes normales en muchos aspectos. Disfrutaban de las mismas cosas que otros de su edad, y su relación era la de dos hermanos cercanos. Se apoyaban mutuamente, se burlaban el uno del otro, y compartían una conexión que solo los gemelos podían entender.

En ese momento, ese momento, mientras los gemelos caminaban despreocupados, un evento impactante tuvo lugar. Un joven de cabello castaño, que estaba a pocos metros de ellos, fue atravesado repentinamente por una lanza de luz.

La lanza, brillante y etérea, parecía haber aparecido de la nada. Atravesó al joven con una velocidad asombrosa, dejándolo inmóvil en el acto. El joven cayó al suelo, su rostro lleno de sorpresa y dolor.

Los gemelos se detuvieron en seco, sus ojos se agrandaron por la sorpresa y el miedo. Nunca habían presenciado algo tan violento y aterrador. Miraron al joven caído, luego a la lanza de luz, y finalmente a su alrededor, buscando la fuente de este ataque

Delante del joven caído, una figura se destacaba. Era una chica de cabello negro, vestida con ropas que podrían considerarse obscenas para algunos. Pero lo que realmente llamaba la atención no era su atuendo, sino las alas negras que se extendían desde su espalda.

Las alas eran grandes y majestuosas, cada pluma brillaba con un lustre oscuro. Se extendían detrás de ella, creando una silueta intimidante. La chica de cabello negro se giró para mirar a los gemelos, sus ojos brillaban con una luz fría y calculadora.

Los gemelos retrocedieron instintivamente, sus ojos se agrandaron aún más por la sorpresa y el miedo. Nunca antes habían visto a un ser con alas, y mucho menos a uno que acababa de atacar a un joven sin provocación.

A pesar del miedo y la sorpresa, los gemelos reaccionaron rápidamente. Instintivamente, asumieron posiciones de combate, preparándose para enfrentar a la amenaza que tenían delante.

El gemelo mayor se adelantó, sus ojos fijos en la chica de cabello negro. Sus manos estaban apretadas en puños, su cuerpo tenso y listo para moverse. A su lado, su hermana gemela se puso en una posición similar, su mirada igual de determinada.

Aunque nunca habían enfrentado una situación como esta antes, los gemelos no mostraban signos de retroceder. Estaban decididos a protegerse el uno al otro, sin importar lo que sucediera.

Sin embargo, la tensión del momento fue interrumpida por la aparición de un círculo mágico de color rojo. Apareció cerca del chico de cabello castaño que yacía en el suelo, su brillo intensificándose hasta que iluminó toda la zona.

La chica de alas negras, al ver el círculo mágico, se asustó. Sin perder tiempo, extendió sus alas y salió volando del lugar a una velocidad impresionante, dejando atrás solo una estela de plumas negras.

Los gemelos, aliviados, pero aún en estado de shock, bajaron la guardia. Miraron el círculo mágico con asombro, preguntándose qué era y de dónde había venido.

Desde el círculo rojo, emergió una figura. Era una joven de cabello rojo, con alas que parecían las de un murciélago. Era un demonio, convocado por el deseo del joven moribundo. Los gemelos la reconocieron de inmediato: era Rías Gremory.

Rías era una figura conocida en la Academia, famosa por su belleza. Su cabello rojo era tan brillante como las llamas, y sus ojos azules eran tan profundos como el océano. Sus alas de murciélago, aunque intimidantes desaparecieron después de aparecer del círculo.

Al ver a los gemelos, Rías se quedó sorprendida. No esperaba encontrarlos aquí, en medio de este caos. Pero a pesar de su sorpresa, Rías, ignorando temporalmente a los gemelos, se acercó al joven moribundo. Su rostro mostraba una expresión de seriedad y preocupación mientras se agachaba junto a él. Los gemelos, aún en posición de combate, observaban con cautela, sin saber qué esperar.

Rías extendió una mano hacia el joven, su palma brillando con una luz suave. Parecía estar preparándose para realizar algún tipo de hechizo o ritual, su concentración centrada completamente en el joven herido.

Los gemelos, aunque desconcertados, no intervinieron. Observaban con cautela, sus cuerpos aún tensos y listos para reaccionar ante cualquier señal de peligro.

Rías, con una expresión de concentración en su rostro, sacó varias piezas de ajedrez de su bolsillo. Eran peones, de un color rojo carmesí brillante. Con cuidado, los colocó en el pecho del joven, formando un patrón específico.

Las piezas de ajedrez parecían emitir una luz propia, su brillo intensificándose a medida que Rías completaba el patrón. El aire alrededor de ellas parecía vibrar con energía, y el joven, aunque todavía inconsciente, parecía estar más tranquilo.

Los gemelos observaban con asombro, sin entender completamente lo que estaba sucediendo. Pero podían sentir la energía que emanaba de las piezas de ajedrez, y sabían que algo importante estaba sucediendo.

Rías se alejó unos pasos del joven, extendiendo sus manos y comenzando a recitar palabras en un idioma antiguo. El aire alrededor de ella parecía vibrar con energía, y las piezas de ajedrez en el pecho del joven comenzaron a brillar aún más intensamente.

Entonces, algo increíble sucedió. Las piezas de ajedrez parecieron fundirse con el cuerpo del joven, desapareciendo en su piel. Al mismo tiempo, la gran herida en su pecho comenzó a cerrarse, la piel rasgada y ensangrentada se volvió sana y lisa.

Los gemelos observaban con asombro, sus ojos abiertos de par en par ante el milagro que estaban presenciando. Nunca antes habían visto tal demostración de poder y habilidad.

Después de completar el ritual, Rías se volvió hacia los gemelos. Su rostro estaba serio, pero sus ojos mostraban un brillo de alivio. "Si tienen preguntas sobre lo que acaba de suceder", les dijo, "búsquenme en mi salón de club".

Con eso, Rías se agachó y levantó con cuidado al joven, que ahora parecía estar durmiendo pacíficamente. Sin decir nada más, se alejó, dejando a los gemelos solos en la calle.

Los gemelos se quedaron allí, mirando en silencio mientras Rías se alejaba. Tenían muchas preguntas, pero por ahora, solo podían quedarse allí, tratando de procesar lo que acababa de suceder.

Al día siguiente, en la academia donde los gemelos estudiaban, comenzaron a hacer preguntas sobre el joven que había sido atacado. Pronto descubrieron que el chico era bastante conocido en la escuela, aunque no necesariamente por las razones correctas.

Su nombre era Issei Hyoudou, resultó, tenía una reputación de ser un pervertido. Era famoso por sus travesuras y su comportamiento lascivo, y muchos de los estudiantes tenían historias que contar sobre sus encuentros con él.

A pesar de esto, los gemelos no podían evitar sentir simpatía por él. Después de todo, habían presenciado su ataque y habían visto el miedo y el dolor en su rostro. Y aunque su comportamiento podría no haber sido el mejor, no merecía lo que le había sucedido.

Cuando las clases terminaron y comenzó la hora del descanso, un chico rubio se acercó a los gemelos. Era conocido en la academia por su comportamiento caballeroso hacia las chicas y por su rostro bello, lo que le había ganado el apodo de "Príncipe de Kuo".

Su nombre era Yuuto Kiba, con su cabello rubio brillante y sus ojos azules, era el sueño de muchas chicas en la academia. Siempre estaba rodeado de admiradoras, y su sonrisa encantadora y su actitud amable solo aumentaban su popularidad.

Al ver a los gemelos, el Príncipe de Kuo se acercó con una sonrisa amigable.

"Hola", les saludó, su voz era suave y amigable.

"Mi presidenta, los espera en el club de ocultismo"

Hijos del Sol, Naruto DxDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora