IX

333 44 6
                                    

Nada había cambiado.

Sus mayores temores nunca se cumplieron.

La relación entre ellos se mantuvo. Comodidad, felicidad, risas; todo seguía igual, excepto una cosa. Sus sentimientos ya no eran los mismos.

Se gustaban, más de lo que ellos creían.

_______ hizo caso al alto. Comenzó a tomarse los estudios con calma. A veces, antes de dormir lo leía para refrescar la memoria, pero simplemente eso. Evitaba mirar los apuntes cada minuto como lo hacía antes, donde interrumpía cualquier actividad e iba corriendo a buscarlos para comprobarlos. Por otra parte, Tsukasa volvió a su rutina, respetaba los horarios de entrenamiento y, también, visitó al fisioterapeuta. Su cuerpo no estaba tan sano, se propuso cuidarlo más.

Era el día del último examen de ______ y él fue a buscarla. Se ofreció a hacerlo el día anterior y, aunque ella le dijo repetidas veces que no tenía que molestarse, le hacía especial ilusión. La chica iba a comer con su familia, en un principio solo iba a visitar a Mirai, pero la abuela de Tsukasa insistió.

En la prueba estuvo relajada y calmada, logró centrarse completamente y mantener su mente centrada. Usualmente suspiraba, y golpeaba rítmicamente el suelo con el pie sin percatarse. Añadiendo que en múltiples ocasiones su mente se quedaba en blanco por no saber controlar sus nervios.

Al entregar el papel sintió como se quitaba un gran peso de encima; por fin era libre. Y, más importante, iba a ver a Tsukasa.

Recogió sus cosas con rapidez, llamando la atención de algunos compañeros que todavía estaban escribiendo. Salió apresurada del aula. Sus pasos, rápidos y largos, fueron hasta la salida. No había revisado el teléfono, no sabía siquiera si él estaba ya en la entrada.

Corrió hasta los portones con una amplia sonrisa. Se tropezó en el camino repetidas veces, pero eso no le impidió avanzar. Divisó a un chico alto con largo cabello apoyado en una farola.

—¡Tsukasa! —saltó frente a él sorprendiéndolo.

—Buenos días — saludó mientras guardaba el móvil en el bolsillo —, ¿qué tal el examen?

—Muy bien. Creo que sacaré buena nota.

—Seguro que lo haces —miró el reloj en su móvil —. Aún es pronto, ¿hay algo que quieras hacer?

La joven pensó un instante antes de responder entusiasmada.

—Vayamos al centro comercial. Aunque no tengo dinero, pero para echar un vistazo. Por cierto, me dijiste que no hacía falta, pero hice magdalenas. Me sentía mal yendo con las manos vacías a tu casa. ¿Quieres probar una? —sacó una magdalena de la bolsa y se la ofreció —. Si está asquerosa puedes decírmelo, no me enfadaré.

—Está rica. —dijo después de haber dado un mordisco.

—¿Seguro que no estás mintiendo? — elevó una ceja, cuestionándolo.

—No. Puede que esté un poco seca, pero eso es todo.

—Apuntado. —chasqueó los dedos.

Caminaron hasta el acristalado edificio. La chica conocía las tiendas, pues de vez en cuando paseaba por ellas, aunque intentaba evitarlo, compraba alguna que otra cosa. Su tienda favorita era la de juguetes, a la cual entraron. Deseaba tener aquellos que de pequeña no tuvo.

Tsukasa miró cada una de las estanterías repletas de camiones, muñecas, y diferentes tipos de juguetes. Se detuvo frente a un peluche; un cachorro con ojos grandes.

—Os parecéis. —comentó haciendo que la fémina lo mirase también.

—No nos parecemos. Ese peluche es adorable y achuchable.

PROHIBIDO AMARTE [TSUKASA SHISHIO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora