II

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— ¡Me rindo! —tiró el lápiz de ojos a algún lugar de su habitación. Llevaba veinte minutos intentando hacerlo, y no podía, o le salía amorfo o desigual. Era la primera vez que lo trataba de hacer y era un absoluto desastre. De nuevo se limpió con la toallita desmaquillante. Decidió ir sin maquillaje, era más fácil y simple, además así iría cómoda.

Lo que en sí puso más empeño fue en la vestimenta, se vistió con algo un poco más elegante de lo que estaba acostumbrada. Iba a salir con su ídolo, y tenía que dar buena impresión.

Antes de salir por la puerta revisó que su hermano no la viera, siempre que salía a algún lugar realizaba un interrogatorio.

"¿A dónde vas?"

"¿Con quién?"

Y, prefería no pasar por eso. Aunque él estuviera "enfadado" seguía preocupándose.

Se escabulló con rapidez. Su madre sabía que iba a salir, pero no le dio la más mínima importancia, y su padre, ni la había escuchado. Era mayor ya y solo daba esa información por costumbre y por si algo sucedía.

Estaba temblando, nerviosa. Era su primera cita, aunque seguramente solo ella lo viera como una. Aún se preguntaba de dónde había sacado el valor para pedirle tal cosa, como ella, una chica tan tímida y callada con desconocidos lo había logrado.

Nunca había negado que su timidez inicial le había dado problemas a lo largo de su vida para hacer amistades. Sin embargo, cuando cogía confianza era una persona, como decía ella, sin filtro.

Llegó al parque media hora antes de lo que habían acordado. La costumbre.

Se sentó en un banco cercano a la entrada y observó todo a su alrededor. Los niños jugando, los perros corriendo felices, y las parejas agarradas de la mano. Lo primero en lo que pensó fue en que le gustaría hacer lo último, pasear de la mano con alguien. Y, después le dieron ganas de acariciar a todos los perros que veía.

Cuando un curioso perro se acercó a ella no dudó ni un segundo en tocarlo. Era suave y cariñoso, amaba a los animales y no se podía resistir a ninguno.

Estaba acariciando la tripa de una adorable Pomerania cuando alguien la llamó. El perro se dio la vuelta y fue corriendo hacía el pelilargo, que comenzó a acariciarlo con suavidad. Los nervios invadieron su cuerpo. Su corazón comenzó a latir desenfrenado, causando un ardor en su pecho. Se puso en pie y se colocó los pelos rebeldes de su flequillo.

Sacudió sus pantalones mientras se acercaba a Tsukasa, quien seguía mimando al pequeño animal.

—Buenos días, ______. —dijo levantando su profunda mirada.

—Buenos días. —tenía que relajarse.

El chico se despidió del perro y se puso a su lado. Comenzaron a caminar siguiendo el sendero del parque.

¿Y ahora qué? Se sentía patética al no saber qué hacer cuando ella lo había propuesto y la noche anterior se había estado imaginando posibles planes.

—No suelo salir mucho. —afirmó el boxeador.

—Yo tampoco...

— ¿Keiji es tu hermano? —intentó tener un tema de conversación para que la chica se sintiera más cómoda.

—Sí. Estamos muy unidos.

—No le caigo bien. Siempre lo he sabido.

—Vaya, así que te has dado cuenta. Es verdad, no le caes nada bien —al principio era difícil entablar una conversación, y no se sentían muy cómodos. Pero, al ver que tenían bastantes cosas en común todo fluyó.  A medida que hablaban salían nuevos temas de conversación. Al principio todo iba relacionando a la familia, hablaron de Keiji, y ______ explicó el cómo empezó su amor por el boxeo y como ella se vio involucrada. Hablaron de Mirai, la hermana de Tsukasa, quien lo apoyaba en todo y amaba el mar.

Hablaron de la rutina de entrenamiento y de la dieta que hacían.

—Pues...hablando de dieta, me apetece saltármela. —dijo atrevidamente la chica. Él simplemente sonrió al ver como se acercaba a una tienda de helados fuera del parque. Aunque el tiempo ya se estaba tornando frío, las ganas de un buen helado no desaparecieron.

Se situó tras el pequeño cuerpo de la fémina, quien miraba con deseo los distintos sabores de la vitrina. Cómo no hacerlo, llevaba sin gozar del sabor de uno bastante tiempo.

—Quiero chocolate y menta, ¿quieres algo o vas a ser responsable? —la dependienta tomó su pedido —. Tienes pinta de ser del equipo vainilla.

—Uno de frambuesa, por favor —negó la teoría de ______ —. También me gusta la vainilla.

Les dieron sus helados y se sentaron. Comieron en silencio, ______ observaba como su acompañante disfrutaba de su helado, viendo sus expresiones pudo deducir que hacía mucho que no comía uno. Tsukasa la atrapó y ella se avergonzó a más no poder.

— ¿Pasa algo? —preguntó curioso.

—Nada... Solamente, gracias. Fue un impulso invitarte a salir, creía que no ibas a aceptar.

—Me alegra haber aceptado. No suelo salir mucho.

—Te comprendo. Mi hermano y yo somos muy diferentes. Él tiene un montón de amigos, tiene una gran facilidad para conocer gente y ama salir. Yo prefiero estar tranquila en mi habitación, y tengo amigos, si es que los puedo llamar así... Aun así, nos llevamos muy bien, aunque a veces, me estresa. Su presencia me opaca, no le gusta que le lleven la contraria, y me da miedo dar mi opinión... No sé ni por qué te estoy contando esto.

Se había dejado llevar completamente. No tener a nadie con que hablar le había llevado a ello. Hablar con sus padres de cómo se sentía no se le hacía cómodo, aunque no lo dijeran su hijo favorito era Keiji, lo demostraban en sus acciones. Como le creían a él antes que a ella. Y a su querido hermano, no sé lo que iba a decir.

—Es bueno hablar de las cosas que nos molestan. Al guardarnos las cosas dentro lo único que logramos es que crezcan día a día hasta que explotas sin más. Antes de estallar deberías hablar con tu hermano.

El resto del día pasó volando. Cuando el cielo se oscureció y la ciudad se iluminó con la luz de las farolas y edificios, Tsukasa se ofreció a acompañarla a casa, aun cuando ella había insistido en que no hacía falta. Lo que sí aceptó fue no acercarse mucho a su casa, ella temía que lo vieran y estallara una guerra.

En todo el camino de regreso a casa estuvo pensando en pedirle el número de teléfono. Habían estado hablando, se habían llevado bien, tenían cosas en común; habían congeniado.

Al llegar lo miró de reojo, observando su perfecto perfil acariciado por sus largas hebras castañas, como sus ojos estaban enmarcados con unas largas pestañas. Él joven se dio cuenta de que lo estaban observando, giró su cabeza haciendo sobresaltar a ______ y le dedicó una pequeña sonrisa que hizo estallar su corazón.

—Es hora de despedirnos, ha sido un placer, de verdad. —musitó.

¿Se iba a ir sin más? No podía hacer más.

Pero, antes de siquiera poder abrir la boca, el alto la interrumpió extendiendo su mano, ofreciéndole su móvil. Sabía lo que quería, y no reaccionó, esperando que él lo dijera con sus propias palabras, y deseando no estar alucinando.

—Me gustaría seguir hablando contigo. Sé que a tu hermano no le hará mucha gracia, pero es tu decisión, no la suya.

Echó un vistazo a su casa, concretamente a la habitación iluminada de Keiji. Era verdad, era su vida, que su hermano no quisiera conocerlo, no significaba que le negara la oportunidad a ella.

Agarró el móvil ajeno y escribió su número de teléfono, se lo entregó de nuevo a su dueño, quien tecleó algo corto. _______ sintió su móvil vibrar en el bolsillo.

Antes de irse, Tsukasa le dedicó una sonrisa de despedida que hizo que muriera internamente. 

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Curiosidad 2

Rayita no sabe que hacer con su vida. En cambio, a su hermano le gustaría ser policía.

PROHIBIDO AMARTE [TSUKASA SHISHIO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora