6 | Le désir

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Podía sentir cómo mis mejillas iban tornando un color rojizo por el calor de recordar todo lo que Jaeger había hecho, dicho y escrito.  Había tantos pensamientos pecaminosos en mi mente, con solo oír su apellido ya sabía que se trataba de algo exótico y tentador, de algo prohibido.

Mis dedos comenzaban a sentir cierto calor por debajo de las telas de mi vestido, el calor que podía llegar a transmitir mi cuerpo. Era algo que no le encontraba solución, no más solución que caricias hechas por mí misma, se sentía cada vez más caliente, pero tan satisfactorio. Ahora mi mano estaba apoyada sobre mi entrepierna, pero no se movía, simplemente estaba allí, quieta pero pesada se encontraba mi mano sintiendo tales palpitaciones provenientes de mi entrepierna. Era una sensación que rara vez llegué a experimentar, la primera vez fué cuando tenía 17 años y observaba a Jean en un lago alejado de aquí, éramos niños aún, pero sabía que eso era algo promiscuo. 

Je suis arrive.

Anunció Levi su llegada logrando que me asustara y me sobresaltara. Se oía cansado y poco felíz.

Accueillir. ¿Cómo te ha ido con el duque?—pregunté mientras acomodaba mi vestido y escondía la carta dejabo de las sábanas.

—Es un bastardo, lo único que hace sonreír y mirar por encima a las minorías como si fuéramos la basura más detestable. Un consejo, alejate de todo lo que esté relacionado a la burguesía, esa gente es tan malvada.—Levi había dejado sus lienzos en el suelo mientras se acercaba a una botella de vino barato que estaba sobre la mesa, lo destapó y le dió un largo trago.

—¿Tan mal la haz pasado? De seguro debe de ser un patán.

—No, no, al contrario, es una gratificante persona, todos sus empleados son la basura que se burla de la gente como nosostros como si ellos no fueran cucarachas de la realeza ¡Unas malditas sanguijuela chupasangre!

Levi tranquilamente podía largarse a llorar, pero no lo haría, no iba a hacerlo frente a mí, eso era algo que detestaba de él, no quería mostrarse vulnerable ante nadie. 

—Esos bastardos siempre se han comportado de esa manera, lo único que tienen de importante es que son los perros de la realeza. —Acoté.

—Es por eso que lo mejor es no relacionarse con gente así.

—Lo sé.—Me sentía mal por ocultarle el hecho de que ya me había involucrado bastante con hombres así de basura y de prestigioso título. —Pero aún no logro entender qué fué lo que te han hecho.

—¡Me han saboteado la pintura! Todo con el fin de hacerme quedar como el bufón del lugar, el único indigente en el puto lugar y no querían que el duque me escogiera.

Realmente eso provocó un malestar en mí, el saber que lo habían humillado con el propósito de hacerlo quedar en ridículo frente a la burguesía, no soportarían que alguien inferior tenga un mejor futuro que ellos.

—¿Pero has reclamado tal difamación?

—¿Qué tanto se puede reclamar con estas fachas? Claramente soy un maldito bufón, pero lo hecho hecho está, ¿A quién le creerían; a un sirviente lame suelas o a un pueblerino mugroso?

Levi suspiró pesado y con mucho cansancio después de darle un gran y largo trago a la botella de vino. —Supongo que prefiero descansar un poco.— Se acercó a la silla de paja para acomodarse allí.

Ver todo su cansancio, nuestra casa, la poobresa y miseria en la que vivimos me hizo sentir un nudo en mi garganta y mis puños se apretaron, tengo que hacerlo.

—¿Por qué no mejor te acuestas en mi cama está noche? Tal vez y tus dolores de espalda mejorarán.

—¿Dónde dormirás tú?

El Perfume De Su Piel | eremika | (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora