8 | Nudité

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EREN

Su boca es tan suave, sus labios son unos finos trazos de la pintura más costosa y prolija, mientras que su piel es la más delicada cuál porcelana. Una mujer con una belleza exquisita.

Mis manos acarician sus piernas desnudas, desde la rodilla acariciandola hasta la parte más gruesa de sus muslos, siguiendo el camino de su cuerpo hasta su entepierna que emanaba calor.

Mi boca ya se encontraba en su zona pélvica haciendo presión con mi nariz en su monte de venus mientras que mi boca buscar ese calor para unirlo con el calor de mi boca, ella se estremece, levanta su cadera y aún no logro tocarla del todo, sus manos tiemblan mientras tocan mis brazos y luego mi cara.

Que belleza.

La belleza del poder estar en contacto físico sin necesidad de vernos, lo hacía más excitante para mí, más atractivo.

Mi lengua toca sus piernas sintiendo esa suavidad y ya estoy en ese centro que tanto deseaba, lamo sus pliegues y la oigo gimotear. Sus dedos se enredan en mi pelo pidiendo que mi cabeza se manturviera allí y no saliera, soltando suspiros de placer y pidiendo más.

—Eren... Eren... Eren, por favor continúa.

El saber que la estaba satisfaciendo aumentaba mi orgullo y me alentaba a continuar comiendo cada parte de ella hasta deleitar cada gota y pedazo de su cuerpo como si de un banquete se tratara.

A pesar de que ella pedía más, su cuerpo estaba exclamando totalmente lo contrario, ella gemía por más, pero sus rodillas se juntaban, ella buscaba mi boca para besarla, pero sus labios estaban tensos, sin dejarme besarla y al no tener respuesta por parte de sus labios me doy por vencido, no hay nada que pueda hacer, y utilizar la fuerza no es una opción.

En la mañana ella estaba despierta, limpiando su cuerpo con un trapo mojado mientras yo la observaba desde la cama, sus ojos soltaban lágrimas, cada parte de ella se ponía roja por culpa de ese trapo con el cual frotaba con violencia y fuerza.

Frotaba su cuello, sus piernas, sus brazos, como si quisiera eliminar cada beso que le había dejado la noche anterior, borrando cada mordida y susurro halagando su belleza.

A ella no le gustaba esto, no le gustaba mi presencia.
Se volteó para mirarme y me fingí estar dormido, luego de eso escuché la puerta abrirse, me levanté de la cama para acercarme a la ventana para encontrarla cerca la huerta que estaba unos metro de distancia.

Se puso a recoger fresas. Incluso haciendo las cosas más simples ella emanaba una belleza atractiva que me mantenía hipnotizado.

Alzó la mirada e inconcientemente yo alcé mi manó para saludarla, me devolvió el gesto con una sonrisa como si hace minutos atrás ella no sintiera asco por mí y por lo que le había hecho a su hermosa piel.

Terminé de vestirme y até mi cabello con un liston unu poco gastado de tanto uso.

—¿Quiere una fruta, Eren?

—¿Qué es lo que tiene?

—Fresas y manzanas. Supuse que se levantaría con hambre.

Me acerqué a ella y de la canasta que sostenían sus manos tomé una fresa.

—¿Tiene una fruta favorita, Mikasa?—Mordí media fresa.—Algo en particular que le guste.

—Suelo conformarme con lo mínimo, así que no tengo un favoritismo con ciertos alimentos.

Agarré otra fresa y la llevé a su boca, ella me miró alzando una ceja y luego me la quitó de la mano para comerla por su cuenta.

—Puedo hacerlo sola.

Alcé los hombros y cejas.—Solo quería satisfacerla.
Ella con una sonrisa negaba, agarró una fresa y la llevó hasta mi boca. —Eren, me tratas como si perteneciera a la realeza, y ambos sabemos que estoy muy lejos de serlo.

—Puedo tratarte como si fueras una reina, solo tienes que pedirlo.

Me acerqué más hacia ella, sus mejillas se estaban tornando un color rojizo, pero no tanto, tal vez llegaba a rosado. Me fuí acercando a su boca.

—Solo pídeme lo que quieras.—Murmuré mientras mis labios se movían sobre los de ella de una manera delicada.

Ella me odia, pero actúa como si no lo hiciera, ella me aborrece, pero aún así me continúa este acto de deseo por el cuerpo del otro.

Mis labios moviéndose sobre los de ella pidiendo nuevamente una respuesta, pero es en vano, ella no da indicios de seguir con el beso, así que me alejo.

—Quiero volver a la ciudad.

No me sorprendía aquella petición, la veía como la más probable, pero ya no podía negarme cuando le había dicho que podía pedirme lo que sea.

Después de unos segundos en contacto, la miré a los ojos. —¿Me odias?

—Odiar es un término muy fuerte.

—¿Sientes asco por mí?

No respondió, quedó en silencio tratando de evadir mi mirada, buscando una excusa entre las frutas.

—Siento asco por los hombres que se comportan como cerdos.

—¿Insinuas que soy un cerdo?

—Uno agradable.

No pude evitar emitir una sonrisa al igual que ella.

Así como se lo había dicho, iba a cumplir con mi palabra, habíamos llegado a la ciudad en la tarde. Aún no bajabamos del carruaje.

—¿Si sabes que no puedo acompañarte más allá de la plaza?

Ella suspiró leve y me miró.

—Lo sé, y tampoco esperaba que lo hicieras, supongo que si yo fuera monarca también sentiría asco o verguenza de que me vean con una prostituta.

Agarré la bolsa de tela llenas de monedas de oro.
—Aquí está su paga por su servicio, señorita Mikasa.
Sin mirarme a los ojos agarró la bolsa y asintió con su cabeza acompañado de un “gracias”.

Ella bajó del carruaje y se quedó paralizada al fuera de él, por simple curiosidad asomé mi vista en dirección de la suya.

—¿Mikasa?
Una voz desconocida para mí, pero no tanto para ella.

Un hombre algo bajo, de pelo negro y con un rostro que no pareciera que sonría mucho.

—¿Dónde carajos has estado? ¿Y quién es este hombre?

—Tío Levi, lamento no haberte avisado, yo...

—Un gusto conocerlo señor.

Me bajé del carruaje sabiendo que no es de mi incumbencia, pero a mí mente vino el terrible pensamiento de que si no intervenía no la volvería a ver.

Me miró de arriba hacia abajo como si nuestros roles hubiesen cambiado y él pudiese juzgarme a pesar de sus fachas.

—Soy el lord Eren Jaeger.—Sus ojos se abrieron un poco más y sus cejas se alzaron al oír la palabra "lord". —La culpa es mía por haber llamado a su sobrina de imprevisto, como verá, una de las criadas de mi prometida no ha podido asistir a atenderla, fue por eso que le ofrecí el empleo a Mikasa por unos días.

—Oh, ya veo, es que ella no me había comentado nada al respecto, ¿Y por qué usted la acompaña?

—Me pareció buena idea acompañarla hasta su casa después de un buen trabajo, mi prometida está encantada con ella.

—Ya veo, muchas gracias por ofrecerle el trabajo y traerla hasta esta zona, lord Jaeger. Quisiera ofrecerle una taza de té o algo, pero lamento no tener nada en casa en este entonces.

—No se preocupe, Mikasa es tan buena con su trabajo que me gustaría invitarlos a ambos algún día a comer o por un día de campo.

—No es necesario.—Habló ella. —Ya has hecho suficiente.

—Esa no es manera de hablarle a un lord, muchacha insolente. Lamento eso.

—No hay de qué, dentro de poco les traeré la invitación. —Con una sonrisa me alejé de ellos, no sin antes mirarla por una última vez a los ojos, ojos que han visto mi desnudes.

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⏰ Última actualización: Jan 07 ⏰

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El Perfume De Su Piel | eremika | (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora