5 | La carta

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—Esto es muy surrealista, en serio, pero, no te lo digo de mala manera, solamente me cuesta creer que tú, mi mejor amiga, compañera, hermanita y más apodos lindos, hayas conseguido un trabajo en el que te paguen muy bien.

—¿Por qué te sorprendes?

—Recapitulemos; 1; odias a los hombres que ponen un pie en este burdel. 2; tu nuevo trabajo seguramente involucra sexo, y tú mucho no lo amas. 3; no necesito más que eso.

Annie contó todo eso con sus dedos mientras me miraba sorprendida, hasta el momento es la única persona que sabía acerca de ser dama de compañía del hombre de ayer.

—Es más que seguro que pedirá sexo, aunque... Ayer no me pidió que lo hiciéramos.

—Te está endulzando el oído para llevarte a la cama y ¡CHAN!, follarte de las maneras más sucias posibles.

Me sonrojé tanto de solo hacerme la idea y antes de que Annie continuara gritando obscenidades en medio de la calle puse mis manos sobre su boca, las cuales sacó mientras se reía.

—Tranquila, nena, muéstrale tus tobillos y se volverá loco, pero ten cuidado, porque siempre aparece un loquillo por ahí obsesionado con las mujeres, solo recuerda lo que pasó con Sarah, que en paz descanse, se había enamorado la muy pobre y su prometido era un tipejo muy loco.

—Sí, la recuerdo, pero dudo que...

Antes de poder hablar Annie me interrumpió.—Por favor no digas eso, no que es diferente, porque todos los hombres son la misma puta basura.

—Algo me dice que tú amas a los hombres— comenté de manera sarcástica y con una sonrisa.

—Oh, los amo, siempre y cuando estén con la boca cerrada y lejos, muy, muy lejos de mí.

Caminamos hasta llegar a la tienda de telas de Farlan, Levi me había pedido unos cuantos metros de tela de algodón y unas cintas de terciopelo. 

—Oh, Mikasa. —Saludó él al verme y le sonrió a Annie como muestra de tal. —¿Qué es lo que necesitan?

—Levi dijo que tenías algo separado para él. 

—Oh sí, las telas, las tengo por aquí. —Se volteó para agarrar un tubo de la mitad de mi tamaño con algunas telas de distintos colores; blanco y rosa, pero un rosa tan claro que podría ser confundido con el blanco incluso. —Levi parece tener un buen ojo, ¿Qué es lo que hará con esto?

—La verdad que no tengo idea yo tampoco, ya sabe cómo es él, se guarda todas sus ideas hasta que termina todo el trabajo, todo para enriquecer el ojo como una sorpresa.

—Tienes razón. Bueno, serían un total de dos Luises.

¿Dos Luises?

Por dentro algo se apretó en mí ante la sensación de vergüenza al saber que no tenía el dinero suficiente para pagar las telas.

—Lo sé, aumentó el precio, pero porque el comerciante que me trae las telas ha estado pidiendo más, además las ventas están decayendo, los burgueses están optando por telas asiáticas y más finas.

—Entiendo. —Dejé los 5 chelines que tenía en la mano sobre el mostrador. —Te traeré el resto luego, lo prometo.

Farlan apretó sus labios tratando de creer en mí.

—Oh, mademoiselle.

La voz de la mala pronunciación de un británico sonó detrás mío y de Annie, giré y estaban aquellos ojos claros, cabello rubio y un rostro que lucía muy amigable. El hombre que estaba del otro lado de la puerta ayer. No puse evitar sentir un cosquilleo al recordar casa caricia, ¡Y pensar que él me escuchó junto con el lord!

El Perfume De Su Piel | eremika | (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora