dieciséis, pt. 1

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Como aviso, este cap contiene descripciones de la violencia más gráficas que en capítulos anteriores, y este nivel de violencia seguirá durante toda la historia.



dieciséis

El sol de mediodía caía sin piedad sobre la cabeza de George. Metido en aquella armadura prestada se sentía como un pollo tostándose en un recipiente metálico. El corazón le latía con fuerza, y trató como pudo de coger mejor la espada que llevaba en la mano derecha, mientras que en la izquierda sostenía el peso de un grueso escudo.

A varios metros de él se alzaba su oponente, cubierto de pies a cabeza de cota de malla y hierro finamente fabricado. Su espada destellaba con peligro bajo el sol.

En todas direcciones se extendía una pradera enorme y vacía, con hierba amarillenta por culpa del calor estival. No había nadie a la vista. Los grillos y las cigarras cantaban con fuerza desde la hierba y los árboles, y George pensó con amargura que serían los únicos testigos de la pantomima que estaba a punto de tener lugar.

—¡Defiéndete o muere! —rugió su oponente, y su voz se vio aplacada tras el casco.

George apretó los dientes y amplió su postura. —Pues venga —gritó, maldiciéndose a sí mismo cuando oyó su voz temblar, y esperó a lo inevitable.

De un momento a otro, su oponente alzó la espada y salió corriendo hacia él, con movimientos fluidos, como si el peso de la armadura no fuera más que el de sus ropas. George levantó como pudo su escudo en el último momento para bloquear el ataque del hombre, y blandió su espada en un amplio arco que su oponente no tuvo dificultad en bloquear, empujándolo hacia atrás. Su oponente golpeó de nuevo su escudo y entonces se lanzó sobre su lado derecho; George logró cubrirse con la espada, pero el impacto lo tiró medio paso hacia atrás y se tambaleó un segundo.

Aprovechando el momento, su oponente hizo una finta a su derecha y puso todo su peso contra el escudo, el cual George había tenido el tiempo justo para traer desde su izquierda; lo hizo caer al suelo. George golpeó la tierra con un umpf, y el peso de la armadura empeoró la caída; tuvo que elevar el escudo de nuevo para bloquear otro ataque de la espada. Frenéticamente, George intentó levantar su arma del suelo, pero el otro hombre se la quitó de la mano de una patada.

El atacante plantó un pie sobre su pecho, trazó un arco con su espada y apuntó el filo directamente al corazón de George, y durante un instante, el chico sintió su magia chisporrotear en sus dedos, mostrándole todo lo que podría hacer para defenderse: retorcerle el brazo, empujarlo y que salga volando, dejar que la tierra se lo trague...

—¿Te rindes? —vino su voz metálica, y George cerró el puño, controlando su magia y dejando caer la cabeza con disgusto.

—Bueno, vale, lo pillo —gritó con exasperación—. ¿Me quieres dejar levantarme, por favor?

En vez de quitar el pie, su atacante levantó la mano para quitarse el casco y lo tiró a un lado. El Príncipe Clay le sonrió a su sirviente, con sudor en las cejas y el pelo pegado a la frente. —Venga, George, no es divertido si no te rindes —dijo, con un brillo burlón en los ojos.

—¿Lo dices en serio, Dream? —gruñó George, pero Dream no movió el pie, solo elevó una ceja, expectante— ¡Me rindo, me rindo, puto imbécil, quítate de encima!

Dream soltó una carcajada y se apartó, ayudando a George a levantarse del suelo con tanta dignidad como podía quedarle. —Estás abusando de tu sirviente, que lo sepas —refunfuñó George, quitándose el casco con violencia.

—Hey, tú quisiste venir aquí conmigo —le recordó Dream, y George suspiró porque era verdad. Pasar la tarde entrenando con Dream era mejor que arreglar túnicas todo el día, no importaba con cuántos moratones saliera de allí.

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