Capítulo 18.

222 48 8
                                    


-Bueno, adiós almuerzo tranquilo- rezongó Crowley al llegar a la cafetería y ver a varios alumnos de sexto año enzarzados en una lucha brutal. El resto del colegio apoyaba a unos o a otros y hasta intercambiaban apuestas sobre quién ganaría, por lo que sentarse a comer en paz no parecía viable.- Tendremos que ir a comer al patio, gente. ¡Tomen sus bandejas y vámonos!

-¿No deberíamos avisar antes a algún maestro?- preguntó Aziraphale asustado, pues uno de los demonios se había elevado batiendo sus alas y amenazaba con quemar a sus rivales.- Se van a hacer daño si siguen así...

-¡Bah, ellos se lo buscaron!- intervino Ligur sin darle importancia, y aprovechando el caos para tomar la bandeja sin tocar de algún alumno que había quedado sobre el mostrador.- Todos saben que está prohibido pelear aquí, así que si van a hacerlo ya saben lo que les puede pasar. ¡Jo, extra queso con las papas, qué suerte tengo!

-Descuida, ángel, no es como si fueran a torturarlos como castigo. Podrían, pero no... los enviarán a hacer tareas comunitarias, o alguna idiotez así para que la humillación les sirva de escarmiento, y asunto arreglado, sin más peleas por un buen tiempo.

-Ya, bueno... siendo así...

Aziraphale había visto muchas peleas desde que llegara, pero nunca dejaba de intimidarlo el mal genio que podían llegar a tener sus compañeros de escuela. Explotaban fácil, se amenazaban, o de plano se agredían usando sus poderes sobrenaturales, como aquellos chicos de sexto. También recordaba el intento de ataque que perpetraran en su contra, cuando llevaba poco tiempo de recién llegado, por lo que le quedaba claro que el Infierno era un terreno fácil para cultivar peleas y disputas físicas.

"Debería mencionar esto en mi informe al Cielo, ¿verdad? Porque se supone que cuente todo lo relativo a mi estancia en esta escuela, incluyendo los códigos de convivencia y socialización de los demonios. Pero al mismo tiempo, si digo que aquí las agresiones son moneda corriente, ¿eso no asustará a los superiores y los hará desistir del programa de intercambio?".

Al poco rato, ya con su comida desplegada en un banco del patio y el aire relativamente fresco a su alrededor, logró calmarse y recapacitar sobre ese miedo que lo acechaba a veces. Sus superiores no eran tontos, al contrario, contaban con muchísima más experiencia y sabiduría que él. Debían saber perfectamente que en el Infierno había peleas y discusiones constantemente, sin mencionar la violencia verbal y física. Y justamente para entenderlos mejor y lograr que sus mundos coexistieran en paz era que habían iniciado el programa, por lo que difícilmente se echarían atrás solo por oír su informe. Además lo que él había visto era una pelea entre muchachos, nada comparable a los horrores que habría en los círculos infernales o en la fragua hirviente. No debía hacerse problema por eso, ni guardarse ninguna información cuando volviera a hablar con Gabriel.

-Ey, ángel, mira. Le robé el postre a algún idiota, para ti- le dijo Crowley con orgullo un rato más tarde, después de haber acabado el almuerzo. Aziraphale sonrió pero también lo regañó por aquello.

-No está bien robar, Crowley, pero gracias por acordarte de mis gustos. Las fresas son deliciosas...

-Tú me ayudaste con los apuntes de Angelología ayer, así que te debía una. ¿Quieres fresas extra para Crepita?

-No, ya le di de comer esta mañana. Ahora como verás está durmiendo de lo más bien en mi cabeza, y prefiero no despertarla.

-Ah pues sí, se la ve frita. En ese caso... Agh, ¿quién diablos llama a esta hora?- protestó al sentir una vibración de su celular.- ¡Vaya, es Beelz! ¡Eh, príncipe perdido, ya era hora que te acordaras de nosotros! Dime, ¿cómo va todo por allá arriba?

IntercambioWhere stories live. Discover now