Capítulo 10 (Escuela Celestial)

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Beelzebub se sentía tan incómodo como era posible entre aquellas inmaculadas paredes, rodeado de ángeles de aspecto atildado que lo miraban con aprensión. ¿Por qué a Lucifer se le había ocurrido la brillante idea de elegirlo a él para el intercambio? Era un maldito príncipe, por todas las moscas. Merecía algo más de dignidad que estar aguantando los cuchicheos incesantes de aquellos presuntuosos emplumados, que se creían valientes pero apartaban la vista si los miraba a la cara.

-Es ese demonio... ¡qué miedo da!- le oyó susurrar a una ángel rubia y flacucha. Estaban en el pasillo de casilleros y él fingió no oírlas mientras recogía sus libros, pero por supuesto que la oía a ella y sus amigas.

-Oí que es un príncipe pariente de Lucifer. ¡Pero es tan desaliñado! Parece más un mendigo que un príncipe.

-Y huele terrible- agregó una tercera ángel, con tan poca discreción que Beel se cansó de fingir que no oía y cerró su casillero de un portazo, sobresaltándolas. No podía hacerles daño físico por el tratado de paz, pero tampoco se quedaría callado mientras lo humillaban. Estaba a punto de destrozarlas a base de insultos cuando una figura alta y apuesta apareció junto a él, impidiendo una crisis escolar y robándole el aliento.

-¿Príncipe Beelzebub? Mi nombre es Gabriel, arcángel representante de la clase superior de la Escuela Celestial. El director me envía para que sea tu guía, y para que te enseñe todo lo que precises saber sobre el funcionamiento de la escuela .

-¿Eh...? ¿Un guía?- balbuceó sin poder apartar la vista del arcángel, que lo miraba desde su altura con una sonrisa perfecta que encandiló a las ángeles detrás suyo. Él solo tragó saliva y buscó calmarse como fuera.

-Sí, así es. Si gustas, puedo llevarte ahora mismo a recorrer todo. Luego te llevaré a tu salón para que no te pierdas.

Beelzebub odiaba que lo trataran con condescendencia, pero al mismo tiempo amaba que sus enemigos se retorcieran de envidia, dolor o rabia por su causa. Por eso, se esforzó en sonreírle a Gabriel y aceptó su ayuda sin chistar, oyendo al marcharse los murmullos desolados de sus admiradoras.

"Con eso tienen esas imbéciles" pensó regodeándose y sintiéndose un poco más contento que antes. Tal vez pudiera divertirse en el cielo después de todo.

IntercambioWhere stories live. Discover now