6. Huida

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Después de lograr nuestra venganza abandonamos nuestros terrenos. Era imposible que siguiéramos viviendo en el mismo lugar donde cometimos tal masacre.

Nuestra travesía para encontrar un nuevo destino duró varios días. Los caballos, burros y mulas fueron nuestro transporte para llevar nuestras pertenencias. Llevamos todos los corotos y víveres indispensables para cocinar en el camino.

Durante casi un mes recorrimos las sabanas desérticas de la Guajira con nuestras familias y los animales a la intemperie del inclemente sol soportando su quemadura y el fuerte azote del viento.

Dónde nos agarraba la noche acampábamos, prendíamos fuego para cocinar y calentarnos; yo entonaba algún jayeechi para enamorar a mi mujer mientras que nuestros hijos estaban recostados en sus chinchorros observando las estrellas, con sus dedos hacían formas en el espacio vacío,  decían emocionados que veían pájaros y otros animales al unirlas como si fueran piezas de un rompecabezas, de esa forma transcurría la noche entre risas y chistes  antes de cerrar los ojos y sucumbir en los dulces sueños.

Los niños estaban muy felices en esa travesía no supieron el de porqué habíamos huido de nuestras tierras. Para ellos este viaje era una gran aventura.

Anduvimos sin apresurarnos por los animales para alimentarlos bien durante el viaje para que no puedan perecer, sin embargo, mi hermano Wasashi se nos adelantó en una mula hacía las montañas de Kalenama'ana en Venezuela,  para asegurarnos los terrenos donde podremos asentarnos con nuestras familias.

En horas de la tarde , Wasashi llegó a la casa de karai, un amigo de su infancia que vivió la mayor parte de su juventud en Apatalajain, desde hacía mucho tiempo se había mudado con su mujer e hijos para buscar mejores tierras para su rebaño ya que en aquella época había mucha sequía en nuestro territorio:

—¡Hola Wale. ¿Cómo estás?

—Muy bien, mi hermano ¿Qué te trae por estos lados? ¿Cómo está tu familia? ¿Y los viejos? —La mujer de Karai le ofreció un chinchorro para descansar mientras le trajo un vaso lleno de chicha de maíz.

—Los viejos están bien, necesito un gran favor tuyo. —Mi hermano se bebió toda la chicha que le ofrecieron, estaba sediento por el viaje.

—¿Dime? ¿En que te puedo ayudar?

—Necesitamos un lugar para vivir. Nos estamos mudando. En camino vienen mis hermanos con sus mujeres e hijos, se traen consigo a todos nuestros animales, entre vacas y chivos.

—¿Y eso porqué huyen de sus tierras? ¿Qué les pasó?

—Una tragedia mi hermano. Un desgraciado mató a mi hijo y acabamos con varios de su familia, les quemamos sus casas, pero sus mujeres fueron a denunciarnos con asuntos indígenas en Riohacha para que la ley nos agarre. Por eso decidimos venir a la Guajira venezolana.

—¡Aaah!... está grave el asunto... Bueno, ya lo hecho está.  No se puede cambiar nada, hay que seguir.

—Asi es...Mi hermano Ka'laira y Wattakuai vienen liderando al resto. Necesito que  nos reubiques en un terreno por acá.

—Aaah...aquí hay muchos terrenos sin dueños, hay una parte por aquí cerca en Kalenama'ana que les servirá a ustedes. —Con sus manos señalaba  los montes verdes que se vislumbraba en el horizonte.

—¡Gracias mi hermano! Sabía que podía contar contigo. —Wasashi se despidió de su gran amigo Karai para reencontrarse con nosotros en el camino y darnos las buenas noticias.

Días después llegamos a las tierras de Kalenama'ana  con nuestras mujeres e hijos para comenzar una nueva vida. Nuestros padres, tíos y demás familiares se quedaron en el vecino país, no quisieron saber nada de nosotros, ellos no estaban de acuerdo en mantener algún tipo de enemistad con ninguna familia por lo que realizaron un arreglo con los Epieyu para salir librados del problema repudiandonos por completo.

De esa forma perdimos a nuestros familiares , ya no podíamos contar con ellos jamás. Ahora dependíamos de nosotros mismos. Para ellos habíamos muerto...

 Para ellos habíamos muerto

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