3. El Comienzo...

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Desperté hasta las seis y media de la tarde. La habitación se encontraba tal como estaba antes de echarme a dormir, a excepción de la puerta, la cual estaba cerrada. El sol estaba a punto de ocultarse, y allá afuera no se escuchaba ni un solo ruido. Revisé mi teléfono, y en él había tantas notificaciones que me daban tantas ganas de regresar y echarme a dormir.

Fui nuevamente al baño a enjuagarme la cara. Mis ojeras habían desaparecido casi por completo. Claramente necesitaba descansar, el viaje había estado terrible, y aunque pareciera que había dormido, no lo hice, era muy incómodo hacerlo en una camioneta con todos los asientos ocupados. Terminé de enjuagarme la cara, y procedí a ducharme.

Mientras tomaba mi ducha, una ola de pensamientos negativos llenaban mi cabeza, y provocaban en mí tantos nervios, que mis pelotas empezaron a contraerse. ¿Nervios? Es extraño, porque ya estoy acostumbrado a tocar en escenarios. Había algo que me hacía sentir de esa manera, pero no lograba descubrirlo. Ahora afeitaba los vellos de mi brazo con tatuajes, pues necesitaba que estos se vieran presentables y atractivos. Si bien, a lo lejos no hay mucha diferencia, de cerca pueden llegar a verse más estéticos y claros.

Al salir de ahí, me vestí con una camiseta negra, unos vaqueros negros, y unas zapatillas de tela color marrón. Aún no había nadie en la habitación, y supuestamente haríamos el chequeo de sonido una hora antes del show. Este comenzaba a las ocho de la noche, ya eran casi las 7, y yo no estaba para nada en marcha. Me metí en mi ropa casual, me tiré nuevamente en la cama, y empecé a revisar mi teléfono. Todavía no dejaba de recibir notificaciones. Me enfadé tanto, que cambié mi cuenta de pública a privada. Sé que eso despertaría una molestia en Ronnie, pero no me importa, que se vaya a la mierda.

Intenté entrar al perfil de Maria, pero no encontré nada. Me había bloqueado, y era un hecho. Darme cuenta de eso fue como una punzada en el pecho, como si un puñal fuera clavado profundamente en mi corazón, como si esos nervios por fin aterrizarán en dicho lugar. Eso me daba en mi orgullo. Esta noche, es mi ego el que va a reinar.

Mientras revisaba el teléfono, alguien abrió la puerta de la habitación. Era Ronnie, llevaba en sus manos una salchicha con frituras encima, y una lata de bebida energética.

-Ponte en acción-dijo, entregándome el almuerzo-, tus compañeros ya están afinando y preparando todo para el show. Primero abrirá una banda de country, después tocarán Drugs and Candy, y ustedes serán el gran final.

-De acuerdo.

-Te veo afuera cuando termines de comer.

Empecé a engullir la salchicha, la cual tenía un sabor muy bueno, o quizás eso se debía porque no había probado nada de alimento desde el día anterior. Bebí rápidamente el líquido radioactivo que tienen esas cosas mezcladas con cafeína y azúcar. Ya llevaba media salchicha, y nuevamente revisé mi teléfono. Encontré bastantes solicitudes de seguimiento, y entre las que pude leer, encontré a Cherry Blessings. Por supuesto que acepté, y yo también fui a seguirla.

Terminé de comer, dejé las envolturas en la cómoda de en medio de las camas. Salí, y ahí estaba Ronnie recargado en un taxi. Al parecer todas las camionetas estaban en el lugar del show, siendo descargadas con todo el material.

-Fue más rápido de lo que pensé-dijo Ronnie, quien comía otra salchicha, mientras bebía whiskey directamente de la botella-. Sube, se nos hace tarde.

Subí al auto, y nos dirigimos al lugar en donde tocaríamos esta noche. No presté mucha atención en el camino, solamente miraba la ciudad a través del cristal del auto. Autos, personas caminando, bares y restaurantes que daban más pereza que un asilo de ancianos. No sé qué es lo que vaya a suceder esta noche, pero por supuesto que voy a tirarme a esa muñeca de Cherry Blessings. Y si no, más de alguna querrá meterse conmigo.

Nunca Veré La Costa OesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora