4. Fantasmas

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Me encuentro arriba del escenario, las luces aún no encienden, estoy colgándome la guitarra para después posar frente al micrófono, y sacar la voz que pondrá a todo el público como una multitud de lunáticos. Se escuchan gritos, son los gritos femeninos los que escucho con más claridad. Estoy aquí, y es hora de dar comienzo a esta odisea.

(Un poco por aquí, un poco por acá. El público está gritando el nombre de mi banda, y en ocasiones el mío. Muchas chicas están ahí, dos de ellas me han enseñado los pechos. Soy increíble. Mi voz está mejor que nunca, nada me duele, no desafino, es como si hubiese hecho un pacto con el mismo Satanás. Mis compañeros están disfrutando el show, estoy seguro que ninguno quiere bajarse de aquí, aunque yo sí, debo terminar lo que empecé con el bombón de hermoso trasero y grandes pechos. Si todos los shows salen como este, estaré del otro lado, materialmente hablando, al menos comidas costosas y buenas mujeres tendré. No merezco a nadie, y nadie a mí. Que valga la pena mientras dure).

Estábamos en la última canción del setlist. El recinto aún estaba alborotado, pedían que esto nunca terminara, pero había un horario que cumplir, y una fiesta después del show que queríamos, y que debíamos tener. Antes de anunciar el final del show, Alex, Janick y yo nos miramos entre nosotros para saber quién le daría la triste noticia a nuestro querido público. Ambos apuntaban a que fuera yo, pero ya había dedicado unas palabras en unas cuatro canciones durante el show, y para mí era suficiente. Como no había decisión de nadie, Alex se acercó al micrófono, y prosiguió a despedirnos de nuestro público.

-Espero que lo hayan pasado de puta madre-exclamó Alex-. Nosotros nos despedimos con esta última canción.

Lamentos en el público, vítores, todos gritando al mismo tiempo, "¡otra, otra, otra!". Eso me ponía feliz, me recorría una sensación cálida y agradable por todo el cuerpo. Todo estaba bien por ahora, como hace un par de meses lo estaba, pero ahora no era por nadie más, sino por mí mismo. Hoy era diferente, aunque fuese por un momento, me sentía feliz, y quería que durara para siempre.

-¡Gracias, Dallas! Nos despedimos con esta.

Tocamos el tema final, en donde yo no utilizaba la guitarra, en donde quitaba el micrófono del soporte, y procedía a moverme con libertad por todo el escenario. Interactuar con todos, el público, mis compañeros, el staff, era el mejor final que podía tener uno de nuestros shows. Fue Ronnie quien eligió el tema, y aunque no quisiéramos que fuera así, al final fue una gran jugada.

Ya por terminar la canción, me quité la camiseta, y la lancé al público. Las chicas se volvieron locas, chicos y chicas, peleando por una simple camiseta. Eso no estaba en el plan, pero sentía tanta euforia que no pude contenerme, lo hice, y eso me daba más puntos con mi público. Salimos de ahí, el público gritaba excesivamente. Bajé del escenario primero que todos. Un miembro del staff abrió la puerta para que saliéramos. Afuera estaban los chicos de Drugs and Candy, todos bebiendo y fumando dentro de las camionetas, hasta que Ronnie les dijo a todos que se acomodaran para salir rápidamente del lugar, antes que el público fuera a perseguirnos. ¿Éramos tan buenos?, pues no lo sé, pero teníamos fans muy apasionados.

-Suban ya, no quiero que nadie resulté herido o violado-exclamó Ronnie. Empujó ligeramente a Cherry para que subiera a las camionetas. Por supuesto que yo fui directamente con ella. Se subió en mis piernas, aun cuando no había necesidad de hacerlo, pues el espacio sobraba porque Lily había tomado un taxi antes porque tenía dolor abdominal-. ¡Hey!, ¿Qué esperan?

Mismo asiento en el que estábamos a punto de hacerlo, Cherry y yo íbamos uno encima del otro, besándonos desesperadamente, mientras que todos terminaban de abordar. Todo el equipo de Savage Grade veníamos en la misma camioneta, junto a Ronnie, y un empleado más de los que había contratado. Avanzamos por el callejón para salir a la calle principal. No tenía idea de a dónde íbamos, pero mi premio estaba arriba de mí, y eso era lo que me importaba

Nunca Veré La Costa OesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora