Seungcheol es consciente de que Mingyu definitivamente sabe cómo poner su mundo de cabeza en cuestión de segundos. Él nunca ha sido alguien a quien le guste ir contra las normas, al menos no cuando las consecuencias de éstas son peligrosas, aún así, no puede evitar olvidarse de ellas en cuanto Mingyu le mira, le habla o le toca, es algo que realmente lo frustra.
Es un domingo a la tarde que decide sacar el tema, quiere ignorarlo a veces, siente que él mismo daña el ambiente pero no puede evitarlo, a veces simplemente le asusta y no quiere callarse al respecto, no sólo por él, porque hace muchísimo tiempo ha dejado de pensar en él, sino también por Mingyu que actualmente le preocupa más que sí mismo.
Obviamente como todas las otras veces, es incapaz de sacarle una respuesta coherente al contrario.
En el momento en que lo pregunta o intenta hablar al respecto, Mingyu hace trampa, lo considera de esa forma porque nadie en su sano juicio podría tener la mente clara cuando alguien más lo está tocando de esa forma.
Mingyu lo besa como siempre pero esta vez un poco más desesperado, como si ese día fuera por más. Seungcheol no se queja, después de todo no es algo que se sienta necesariamente mal, aún así en algún pequeño lugar de su mente su idea principal se encuentra estancada deseando salir, no puede darle la atención que se merece, Mingyu baja a su cuello besando por doquier como si demandara su atención solo para él, Seungcheol está de acuerdo en dársela, sus preocupaciones pasan a segundo plano en cuestión de segundos.
Mingyu no demora en quitarle la camiseta y deslizar sus manos por su pálido abdomen, Seungcheol suelta un extasiado suspiro en ese momento, las manos de Mingyu arden en su piel de una forma en que le gusta.
Seungcheol termina por rendirse en cuanto Mingyu mete su mano por debajo de su pantalón, definitivamente su mente se ha puesto en blanco, ya no quiere pensar en otra cosa que no sea en lo que están haciendo en ese momento, está algo molesto por ser tan débil ante el tacto del contrario pero no le importa, en el futuro se arrepentirá de eso, por el momento se limita a disfrutarlo, aún si después duele, realmente no quiere pensar en las consecuencias.
—Mingyu —jadea, no sabe cuánto ha pasado, no sabe ni siquiera a qué instancia han llegado, lo único que sabe es que, repentinamente, el miedo ha vuelto a su cuerpo.
El contrario se reincorpora y toma su rostro entre sus manos, besa sus labios cortamente y lo mira a los ojos buscando darle algo de tranquilidad.
—Si quieres que pare dímelo —pide y Seungcheol no responde, simplemente le observa respirando agitado, Mingyu se preocupa y lo besa con dulzura, Seungcheol siente que podría derretirse ahí mismo—. Cheol, ¿quieres que pare? —pregunta mirándolo a los ojos, sus agitadas respiraciones se mezclan entre sí.
—No, no pares —susurra y ahora es él quien besa a Mingyu.
Ni el miedo es más fuerte que las ganas que tiene de que Mingyu acaricie cada centímetro de su ser, o de que bese cada parte de su piel. Las consecuencias no podrían ser tan malas como para abstenerse a pasar por aquello, al menos eso es lo que piensa.