Capítulo XVIII: El día que te perdí.

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“Si quieres enfrentarte a Lilith tendrás que volverte Sebastián, Jonathan. Si quieres tener una oportunidad en ese reino, debes abrazar tu lado demoniaco.”

Iris pudo notar que el rostro de Jonathan se crispo, sabía que la decisión era difícil para él. El costo que podría acarrear era alto, pero no hubo duda pasando por sus ojos verdes.

–Hare lo que sea necesario –aseguro Jonathan, ignorando las miradas suspicaces de los demás –. Pero debes saber que puede ser un punto de no retorno, si él toma el control…

–Tienes a tres exsequors perfectamente capaces de dominar al mocoso malcriado de Lilith – presumió Nico con una sonrisa socarrona –acabare con esa perra y contigo –apunto felizmente a Jonathan –si tocas a mi hermana.

- ¿Cuál de todas? –contrataco Jonathan, observando como Orpheus se acercaba a él. –¿Tú qué quieres?

-Para ayudarte, el don de Orpheus actúa en tu mente desenterrando los peores recuerdos que puedas poseer y los revivirá al triplicado –aclaro Iris, sonriente –Lo disfrutaras.

Con cautela, Orpheus poso sus manos en las sienes de Jonathan - ¿Listo?

Jonathan asintió y se preparó para el peor de sus recuerdos…

*ºººº*ºººº*ºººº*

Despertó sintiendo que algo horrible iba a pasar. Su vida era un eterno presagio de horror, pero hoy era diferente.

Hoy Jonathan Morgenstern sabía que algo horrible sucedería, hoy Alexander Lightwood le olvidaría para siempre.

Hoy el amor de su vida, con quien había soñado mil futuros felices, con quien quería pasar el resto de su vida, el único amor verdadero que había conocido, iba olvidarle y seguir su camino sin él.

-Jonathan, debes venir aquí, ahora.

La voz de su padre retumbo en las paredes de la vieja casa que servía de cárcel para Jonathan desde su infancia.

Con algo de suerte, si su padre decidía darle una paliza o entrenarle por horas al final podría escaparse para ver al pequeño milagro una última vez antes de Elaine le borrara de su memoria.

Bajo las escaleras al recibidor con la esperanza de que todo terminara rápido, creyendo que si rezaba lo suficiente se cumpliría su deseo, el Ángel tal vez lo escucharía esta vez.

Pero se equivocó.

Ahogo un grito cuando encontró a su padre en los jardines frente a la casa, con un muy golpeado y casi inconsciente Alexander Lightwood. La sangre goteaba de su barbilla y sus pómulos hinchados y probablemente fracturados.

El primer instinto de Jonathan fue correr hacia él, pero la mirada de Valentine le advirtió que esa era una pésima idea.

-Padre…

-Me has estado engañando, querido hijo –Valentine, luciendo escalofriantemente feliz –. Querías conservar al primogénito Lightwood oculto de mí, apuesto a que es con él con quien pasas algunas noches ¿no?

-Padre no…

-No importa ya nada. Él abrió la puerta, Jonathan –jalo el cabello de Alec hasta incorporarlo dolorosamente –. Confiaba en que serías tú, deberías haber visto la gigantesca sonrisa que tenía pensando que serías tú. ¿No es lindo?

Los ojos de Alexander revolotearon - ¿Jonathan? –susurro.

-Así es, pequeño Lightwood, tu Jonathan está aquí –afirmo Valentine, retorciendo el cabello de Alec en un puño y arrancándole un grito –Recuerdo como tu madre los llevaba a jugar a la Plaza del Ángel, era casi dulce pero siempre supe que debía conservarte para cosas más importantes o te desviarías.

The Things I Forget (Jonalec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora