Capitulo III : Castillo Caído.

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Alec Lightwood se dejo caer frente a Elaine, cual peso pluma, separados solo por barrotes. Elaine aún podía recordar la primera vez que lo vio. Él sonreía y había un par de brazos envueltos en su cintura, que acariciaban su regazo.

-Creciste mucho, pequeño zafiro –elogió la bruja, sus ojos pasando al verde –.Te ves...bueno –dudo –, podrías verte mejor.

No era una mentira. Alexander lucía como si un autobús lo hubiese arrollado y los restos hubiesen sido aplastados por los transeúntes. Y como siempre, Elaine estaba siendo amable.

Intrigada, Elaine observo las emociones de Alec, estas se rompían entre tristeza y miedo, y furia como él mismo. Alec estaba furioso consigo mismo.

-¿Por qué estas enfadado, Alec? –Preguntó –Esto no es tu culpa.

Alec frunció el ceño –Me conoces. Tú me conoces. Pero yo no sé, lo más correcto sería decir que yo no recuerdo nada de ti.

Elaine asintió, palpando la frustración del otro.

-¿Sabes lo que es un Brujo Empático? –Preguntó, a sabiendas de la respuesta –Es el nombre dado a los brujos que pueden leer las emociones de las personas, y a partir de esas emociones acceder a determinados recuerdos, asociados con dichas emociones. Los brujos empáticos son únicos, solo existen unos pocos por todo el mundo –enfatizó –.Yo soy una Bruja Empática.

Alec la observo en silencio, sus ojos absorbiendo toda la información posible.

-Hace ocho años, me estaba quedando en Ginebra, Suiza. Maravilloso lugar –comentó –. Caminaba una noche...

"Las farolas iluminaban el camino, mientras Elaine volvía a casa después de la Opera. La función no le había gustado, era una de las pocas cosas que la modernidad había arruinado en su opinión, pero al menos obtuvo una fotografía memorable que enviarle a Magnus.

Dobló en el callejón, su puerta cada vez más cerca, cuando escucho un quejido provenir de una de las esquinas. El sonido se repitió, algo agónico.

Elaine extendió su poder, logrando palpar el miedo, el dolor y el enojo. Era un niño, Elaine podía sentirlo.

Corrió hasta él, y encontró algo que la horrorizo. Era pequeño, de aspecto frágil y con la camisa destrozada. Su espalda eran surcos de sangre, que empapaban el suelo. No iba a sobrevivir, no si no lo ayudaba en ese momento. ¿Quién podría hacerle eso a un pequeño?

-¿Pequeño? –Se inclinó – ¿Cariño, puedes oírme? ¿Puedes decirme tu nombre? No te preocupes, voy a ayudarte.

El niño se removió –Jonathan –dijo entre cortado –.No me ayude. O él se enfadara.

Elaine frunció el ceño – ¿Quién se enfadara, mi pequeño? Necesitas ayuda, vas a morir si no la recibes.

-Papá –contestó –Papá se enfadara. "

-No podía dejarlo allí. Tenía que hacer algo. Así que lo lleve a mi casa –dijo Elaine, sin apartar sus ojos de Alec –.Era solo un bebé, Alexander. Y estaba dispuesto a morir por complacer la estúpida encomienda de su padre. Cuando despertó, estaba aterrado porque se suponía que debía pasar la noche solo, y sobrevivir sin ayuda.

-¿Valentine se lo ordenó? –exclamó Alec, atónito. –Eso es demasiado cruel.

-Valentine era un hombre cruel –afirmó Elaine, con desaire –.Jonathan, en cambio, era toda una dulzura cuando lo conocí. Y me dolió tener que dejarlo ir con ese monstruo, pero le di una manera de contactarme. Cuando me necesitara, yo estaría ahí.

The Things I Forget (Jonalec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora