Capitulo VIII: Padre Nuestro...

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Elaine vio a su padre por primera vez cuando tenía ocho años. El hombre se había aparecido en la puerta de su cabaña, mientras su madre sostenía la pequeña manito de la niña.

Era la primera persona que se acercaba a Elaine (a parte de su madre) y mentiría si dijese que sus ojos no se tornaron verdes cual hierba y se aferro a los dedos de su madre con fuerza.

-Es tu padre, mi querida –había dicho su madre –.Ve con él.

El hombre tenía el cabello rojo, como rosas, y a Elaine le gusto porque era diferente igual que el suyo. Sus ojos, de un color ladrillo, se achicaron en una sonrisa, mientras extendía una delgada mano hacia ella.

-Hola Elaine –saludo, sin una pizca de acento –, has crecido mucho. La última vez que te vi, eras solo un bebé. Eres hermosa, como tu madre.

Ante ese cumplido, la pequeña Elaine sonrió con sonrojo, y extendió su mano hacía el hombre que se proclamaba su padre. Sus ojos lentamente se tornaban azul, Elaine estaba conociendo a alguien y alguien quería conocerla.

Su mano se retrajo enseguida ¿Qué pensaría de ella, de sus poderes? Su madre la amaba y jamás la lastimaría, pero ¿Y su padre?

-Jamás te lastimaría Elaine –dijo su padre, agachándose para estar a su altura, riendo con la cara sorprendida de la niña –Así es. Sé que piensas, y sé que eres especial. Tienes poderes muy especiales, mi pequeña, y eso es por mí. Porque yo también tengo poderes.

"No soy alguien bueno, Elaine, mis poderes no hacen felices a las personas ni traen alegría como los tuyos. Tu madre me ha dicho que eres alguien muy alegre y que le das mucha felicidad, y eso es algo que me asombra porque nadie en nuestra familia hace eso. Pero vine aquí hoy para decirte que jamás estarás sola."

Nadie nunca podrá hacerte daño, hija mía, porque yo los destruiré. Esa es mi promesa para ti, Elaine, y durara por siempre.


*ºººº*ºººº*ºººº*


El temblor se detuvo. Todo parecía placido y normal. Pero nada lo era realmente.

Repiqueteo de tacones. ¿El Jinete usaba tacones? No...no era Guerra, pero venía a ser casi lo mismo.

Elaine dejo escapar un largo suspiro.

Su hermana mayor había llegado. Apareció en el pasillo, pasiva, relajada, respirando tranquila...todo se iría definitivamente al infierno.

Viviane. No era su única hermana, pero si la mayor. Nacida en Medio Oriente, ya no recordaba el año o el rostro de su madre, porque su padre la había llevado desde el momento en que nació.

Viviane poseía un hermoso cabello rizado del color del carbón, tan oscuro que a veces podía aterrar, con gigantes ojos dorados y su piel morena detonante de miradas. Su nariz, era su marca de brujo, tenía un botón negro como nariz, una nariz felina como la de un jaguar.

Incluso tenía bigotes, Viviane solía decir que una vez, cuando Elaine era bebé, Viviane había ido a verla junto con su padre y al cargarla Elaine había tirado de sus bigotes con una risota cantarina, a Viviane eso no le había gustado pero jamás admitiría que solo Elaine tenía permitido jugar con sus bigotes.

Viviane no era una bruja empática, aunque eso no era motivo de problemas. Todos los hijos del Jinete eran especiales. Viviane era una shifter. No como un hombre lobo claro, ella era (por supuesto) capaz de convertirse en cualquier felino que escogiese y su favorito era el guepardo. Era más grande que uno común pero también más ágil y veloz, mucho más elegante.

The Things I Forget (Jonalec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora