24. Cuando un recuerdo sale a la luz

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—¿Taeyong? —Donghyuck entró a la cocina, frotándose el ojo derecho y bostezando repentinamente

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—¿Taeyong? —Donghyuck entró a la cocina, frotándose el ojo derecho y bostezando repentinamente. Miró el reloj que colgaba de la pared y volvió la mirada a su hermano—. Son las 5:45 de la mañana, ¿Qué haces despierto tan temprano?

El rubio dejó la bolsita de té dentro de la taza y vertió el agua caliente, tomó una cuchara y la dejó dentro de la taza, para después comenzar a mover y mezclar el contenido. Se dió la vuelta con la taza entre sus manos y se sentó en la silla.
Donghyuck tomó asiendo a su lado y apoyó su cabeza sobre su hombro.

—¿No puedes dormir? —preguntó.

El rubio no contestó, en su lugar, suspiró profundamente y comenzó a juguetear con la cuchara.

—Hoy se cumplen dos años, Hyuck. —Su rostro se contrajo en una mueca de dolor, tristeza... Cansancio.

Donghyuck le tomó la mano y comenzó a jugar con sus dedos, intentando reducir el repentino dolor que le punzó el corazón. Sabía lo mucho que a Taeyong le seguía afectando la fecha, después de todo sólo habían transcurrido dos años desde la muerte de... Su familia.

—Aún no te perdonas, ¿Cierto? —Se negó a mirarlo, no quería verlo, no quería ver su mirada apagada, sin el brillo particular que éstos habían adquirido en los últimos meses.

No obstante, Taeyong se mantuvo callado, bebiendo de su té. Para él, las cosas no eran tan fáciles, contestar la pregunta de Donghyuck significaba hablar con la verdad.

Algo casi imposible, porque ni siquiera él sabía la respuesta.

—Bueno, creo que es mejor que vaya a dormir —musitó Hyuck, poniéndose de pie y dejando un beso sobre la frente de Taeyong—. Intenta descansar, Taeyong.

—Descansa, Hyuck.

Taeyong era amante de la soledad, incluso en los momentos más difíciles no le gustaba estar acompañado, sabía que no estaba solo, y eso era suficiente para él. El saber.
Cuando se encontraba solo tampoco lloraba, no porque no sintiera nada, sino porque ya no tenía más lágrimas para derramar. Las había gastado en el funeral, dos años atrás.

¿Qué si había intentado salir adelante? Si, lo había intentado, pero sus intentos fueron tan nulos, que eso solamente lo llevó a fracasar, a quedarse atrapado en el oscuro y profundo hoyo de la tristeza y el dolor en el que había caído.

Dos años, dos años y, aunque aún no estaba listo, sabía que era momento de enfrentar nuevamente el pasado, y con ello, la cruda verdad.

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Papá por accidente (Taedo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora