Idilio X - Los Segadores

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MILÓN. ― Buceo, trabajador cuitado, ¿qué te sucede hoy, que no consigues abrir un surco recto en estas mieses, como siempre lo abrías? No cortas las espigas a la par del vecino, sino que te retrasas, cual del rebaño va a la zaga la oveja lastimada en la pata por un cardo. ¿Cómo estarás al anochecer, e incluso después de mediodía, si ahora, al comenzar, no metes diente a tu banda de sembrado?

BUCEO. ― Milón, segador incansable, pedazo de inconmovible roca, ¿nunca has sentido añoranza de alguien que estuviera ausente?

MILÓN. ― Nunca. ¿Qué añoranza va a tener un obrero por lo que esté fuera de su trabajo?

BUCEO. ― ¿Nunca has perdido el sueño por amor?

MILÓN. ― Y que nunca lo pierda. Malo que el perro pruebe la asadura.

BUCEO. ― Pues yo, Milón, va para once días que estoy enamorado.

MILÓN. ― Bien se ve que tú bebes a placer; yo, en cambio, ni vinagre suficiente tengo.

BUCEO. ― Por eso, ante mi puerta sigue toda la tierra sin escardar desde la siembra.

MILÓN. ― ¿Y quién es la zagala que te atormenta?

BUCEO. ― La de Polibotas, la que el otro día tocaba la flauta para los segadores en casa de Hipoción.

MILÓN. ― En el pecado llevas la penitencia. Tienes ya lo que ha tiempo deseabas: una mantis te abrazará toda la noche.

BUCEO. ― Ya empiezas con burlas. No es Pluto el único dios ciego, también lo es Amor, siempre insensato. No te des esos humos.

MILÓN. ― No me los doy. Tú sigue abatiendo las mieses, y empieza a entonar una canción amorosa en honor de tu moza. Así trabajarás más a gusto. Tú siempre has sido aficionado al canto.

BUCEO. ― Musas de Pieria, cantad conmigo a mi esbelta zagala, que cuanto tocáis, oh diosas, lo hacéis bello. Adorable Bombica, todos te llaman mora, descarnada, quemada por el sol, y sólo yo te llamo del color de la miel. También es obscura la viola, también lo es el inscrito jacinto, y siempre en las guirnaldas tienen el primer puesto. La cabra va detrás de la mielga, tras de la cabra el lobo, la grulla tras el arado, y yo estoy loco por ti. ¡Ojalá tuviera cuánto dicen que fue de Creso un día! Hechos estatuas de oro, los dos juntos de Afrodita seríamos ofrenda: tú con tu flauta y una rosa o manzana, yo de gala y con sandalias nuevas. Adorable Bombica, tus pies son tabas, tu voz es embeleso, tu donaire... no puedo describirlo.

MILÓN. ― Vaya con Buco, no sabíamos que compusiera canciones tan hermosas. ¡Qué bien ha calculado la forma de sus acordes! ¡Ah, de qué poco me sirven los años y las barbas! Mas fíjate ahora en esto del divino Litierses.

Deméter, rica en frutos y rica en espigas, haz que estas mieses puedan ser cortadas felizmente y que sean sumamente fructuosas.

Agavillad, atadores, los manojos, no pase alguno y diga: «Hombres de pacotilla, más jornales perdidos».

El extremo cortado de la mies hacinada ha de mirar al Bóreas o al Céfiro, que así engorda la espiga.

Cuando trilléis el trigo, evitaréis el sueño a mediodía, que mejor se separa entonces el grano de la paja; cuando seguéis, empero, ccomenzaréis al despertar la alondra, terminaréis cuando vaya a dormir, mas echaréis la siesta.

Es envidiable, chicos, la vida de la rana, pues ella no se cuida del que llena las copas, que tiene de bebida cuanta quiera.

Que se cuezan mejor esas lentejas, tacaño despensero, no vayas a herirte en una mano por cortar el comino.

Así han de cantar los hombres que a pleno sol trabajan. Esos amores tuyos que te arruinan, Buceo, cuéntalos a tu madre, cuando por la mañana se despierte en el lecho.

Bucólicos Guerreros - Teócrito de SiracusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora