Idilio XII - El Amado

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¡Has venido, querido muchacho! ¡Tras dos noches y dos días has venido! Los que añoran, empero, en un día envejecen. Como es la primavera más dulce que el invierno, como la manzana lo es más que la ciruela; como la oveja es más velluda que su cordero; como la doncella aventaja a la mujer que se casó tres veces; como la cierva es más veloz que la ternera; como el sonoro ruiseñor es la más melodiosa de todas las aves, así me alegré yo de tu presencia, y corrí, cual caminante corre bajo la umbrosa encina cuando abrasa el sol.

¡Ojalá iguales Amores nos inspiren a ambos y seamos tema de poesía para todos los hombres venideros! «Divinos fueron estos dos mortales entre la gente antigua: inspirado, el uno, como se le llamaría en el habla de Amiclas; el otro, oyente, que diría también el tesalio. Mutuamente se amaron bajo el mismo yugo. A fe que volvió entonces la Edad de Oro, cuando el amante correspondía el amado.» Que así sea, oh padre Crónida, que así sea, inmortales que nunca envejecéis, y que después de doscientas generaciones puedan venir a decirme en el Aqueronte sin retorno: «Tu amor y el de tu encantador amado está ahora en boca de todos, máxime en la de los jóvenes.»

Mas verdad es que de estas cosas dispondrán los dioses en el cielo: ocurrirá como ellos desean. Yo, empero, puedo elogiar tus prendas sin que sobre mi delgada nariz crezcan granos de mentiroso, que si en algo me disgustas, lo remedias muy pronto, me das doble contento, y voyme colmado de atenciones.

Megareos de Nisea, incomparables remeros, que viváis dichosos, porque muy altos honores habéis otorgado al huésped del Ática, a Diocles, que tanto amó a los jóvenes. En torno a su tumba reúnense siempre los mancebos al comenzar la primavera, y contienden por obtener la palma en el besar; y aquel que con mayor dulzura apriete labios con labios, torna a su madre cargado de guirnaldas. ¡Dichoso quien a los donceles arbitre aquellos besos! A fe que clamará al ojizarco Ganimedes para tener una boca igual a la piedra de Lidia, con la que los cambistas prueban el oro verdadero para no confundirlo con el falso.

Bucólicos Guerreros - Teócrito de SiracusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora