Capítulo 5 | CEO

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Goku.

Rodeo mi DB11 y abro la puerta trasera, dejando que el niño de cinco años que me acompaña en esta mañana salga.

—Hoy quiero que te comportes como un niño normal y no como un demente. —le dejo claro y él asiente— Porque sino, tenlo por seguro que terminarás dentro del carro de la basura.

—¿Aquí trabajas, papá?

—Sí, y por lo tanto debes comportarte bien porque todos necesitamos concentrarnos y el ruido puede distraernos.

Gohan vuelve a asentir y me agarra de la mano, dejándose guiar por mí a la entrada de la empresa. Le lanzo las llaves de mi auto al portero y este las atrapa en el aire.

Todos al verme ingresar corren a sus lugares e ignoro el hecho de que no estén haciendo un carajo antes de encaminarme junto con mi hijo al ascensor.

Apenas la caja metálica se detiene en el piso que le indiqué, salgo y me encierro en mi oficina para ponerme a trabajar pero...

Oír a Gohan llorar me causa gastritis y dolor de cabeza inmediatamente.

—¡Joder, ¿ahora que te pasó?! —lo siento en el sofá.

—¡¿Dónde están los payasos con los que dices que trabajas?! —me pregunta en medio del llanto— ¡Porque no los veo!

—Toma tu carro, Gohan. —le ofrezco el juguete, consiguiendo que deje de llorar— Ya no debe tardar en venir una muchacha que te hará compañía durante el día.

Lo dejo en el sofá jugando con el cochecito de juguete y me siento frente al escritorio queriendo avanzar el plano.

Toda la tarde de ayer estuve haciendo nuevamente el plano que terminó con una gran mancha amarilla en toda la superficie del papel. Aunque no se destruyó totalmente, definitivamente no tenía arreglo, además, no lo entregaría de esa manera.

Y no tuve otra opción más que volver a hacerlo.

Aunque no voy a negar que si me dieron ganas de estamparle la cara a la mujer que dañó mi trabajo contra la pared, no entiendo como mi padre pudo tolerarla tanto tiempo.

En un día me causó muchos dolores de cabeza.

La puerta de mi oficina es tocada, llevo la vista hacia ella y visualizo a mi secretaria al otro lado del cristal.

𝖡𝖾𝗅𝗅𝖾𝗓𝖺 𝖲𝖺́𝖽𝗂𝖼𝖺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora