Capitulo 1

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La vida puede ser muy dura y difícil para muchas personas, a veces es más cruel con aquellos que se ahogan en problemas que parecen imposibles de resolver. Tal vez sea cierto el tan famoso dicho que incita la fe en la gente para encontrar la solución a su problemática, "cuando se cierra una puerta se abre una ventana", no es como si funcionara todo el tiempo, pero de alguna manera tranquiliza a la gente que espera superar su problema con éxito.

En la mente de Sharon sólo hay pocas cosas que considera tremendamente difícil de sobrellevar. Cuando no hay dinero, cuando no hay comida, cuando pierde una discusión en la cual él tiene razón, el remordimiento, el arrepentimiento y que lo obliguen a hacer algo que no quiere. Es entonces que el dicho de la puerta cerrada y la ventana abierta se distorsiona en su propio mundo, y se da cuenta de que las ventanas también se cierran y la única forma de salir de esa habitación cerrada, es cavar un hoyo para pasar por debajo de las gruesas paredes de lo desafiante.

Sharon es un joven que ha pasado por muchas situaciones tristes, pero de alguna forma encuentra soluciones inmediatas que hacen que él verdaderamente crea que tiene un ángel guardián que lo cuida y lo acompaña.

Las pérdidas de seres queridos dejan un enorme cráter en el corazón y por más que se intente sanar es imposible, una pérdida no se supera, se aprende a vivir con ello y en el mejor de los casos la reflexión y el amor hacen que la persona encuentre la manera de seguir con su vida sin sentirse miserable y desolado. Eso fue lo que Sharon aprendió con sus visitas al psicólogo.

— Dime Sharon, cómo te sientes ahora, ¿te sirvió asistir a ese evento social? — el hombre sentado en la silla de madera con pequeñas llantas en las patas, le preguntó a Sharon, lo miraba a los ojos esperando su respuesta.

— Fue divertido ir a ese lugar, pero... no lo sé, como que la gente  me miraba feo

— A qué te refieres con mirar feo, ¿ellos te trataron mal?

— Bueno, la mayoría me ignoró por completo y otros... lo que quiero decir es que, sabes que no quiero sonar como si me importara mucho lo que unos desconocidos piensen de mi, pero no creo que esté mal ser más aceptable para otros, dígame cómo hacer para que ellos me acepten.  Sus miradas eran... ¿pesadas? No sé cómo explicarlo, pero no quiero que la gente me vea, ¿De acuerdo? — la respuesta de Sharon provoco que el hombre que estaba adelante de él escribiera en su cuaderno, el más joven sentía unas inmensas ganas de leer lo que el otro escribía en aquellas hojas.

Tal vez y escribía lo horrible que era Sharon, lo insignificante que son sus problemas o lo molesto que era su presencia. Sharon tenía un problema, sentía que cuando contaba su pasado o algo que pensó, estaba equivocado en todos los sentidos, que fue egoísta o grosero, insensible con otros o simplemente estúpido. Esos pensamientos podían persistir en su mente por horas o días.

Sharon empezó a asistir al psicólogo cuando dejó de comer, no comía porque creía que no lo merecía, su hermana mayor Claudia no le interesaba en lo más mínimo la vida de su único hermano. Además de la insistencia para que se atendiera, por parte de una amiga que le tenía un especial aprecio a Sharon.

Sharon sabía que él no tenía una familia como las demás, su hermana ya tenía trabajo y otras preocupaciones, no tenía tiempo para pensar en que su hermano arrastraba problemas psicológicos.

Laura era lo único que hacía volver a su hermana mayor, era una familia nada cariñosa, pero de cierta manera el que Laura la madre de Sharon se preocupara por si ya había comido o cómo le iba en el trabajo, hacía sentir una especie de conección de madre e hijo. Esa conexión murió junto con su madre, la pocas veces que se llegaban a reunir en familia era en año nuevo y en el cumpleaños de Laura, los hermanos casi ni hablaban y mayormente la atención de Laura era dirigida a Claudia.
Para Claudia, Sharon ya era lo suficientemente grande como para superar la reciente muerte de su madre y vivir por su cuenta. Cuando la madre de ambos hermanos murió, Sharon ya contaba con que las escasas visitas de Claudia se extinguirían. 

Sharon sólo se quedaba mirando y escuchando lo que contaban su madre y hermana, a él no le molestaba, al menos ya no, solamente lo dejaba pasar, su adolescencia fue mil veces peor que su ahora vida de joven adulto.

Lamentablemente cuando alguien muere y no se arreglaron los asuntos pendientes y los malentendidos, los dolidos son a los que les toca la peor parte, el arrepentimiento, el dolor y la tristeza.
Puede ser que Sharon no recordara un -te amo- o -te quiero hijo- de su mamá, pero al menos se preocupaba por si comía o sí seguía vivo. Sus llamadas duraban maximo 3 minutos, eso era más que suficiente para que él se sintiera tranquilo y seguir con su rutinaria vida.

Sharon a sus 19 años logró un avance significativo en su vida, rentaba una pequeña casa en la cuál vivía muy cómodamente, trabajaba y estudiaba en línea. En verdad su situación era dura pero él no se rendía ni lo planeaba hacer en el futuro, el soñaba con emprender una tienda de artesanías o de ropa, no creía tener un talento en especial,  ya sea vender tazas, pulseras, diademas o zapatos. A él le gustaba todo eso, se proponía a aprender y conseguir lo que se necesitara para lograrlo. El tiempo era un gran problema, su trabajo era demandante y sus estudios lo eran el doble.

Cuando recibió la llamada de su hermana, un miércoles a las seis de la tarde para Sharon todo a su alrededor se retornó irreal, parecía el limbo, así es como él lo llamaba, el tiempo se detuvo y no se le ocurría qué motivó a Claudia a llamarle, tal vez se había equivocado de número. Casi se acababa el tiempo para contestar la llamada y en el último momento deslizó la pantalla de su celular.

—¿Hola, Claudia?— su voz era torpe y sus manos temblaban,  lo que salía se su boca se asemejaba a un susurro dudoso.
—Sharon, estoy en casa de mamá. Ha pasado una tragedia, necesito que vengas. Prepárate para quedarte unos días

—¿Qué?!, Muy bien, iré para allá, pero dime, ¿qué ha pasado?— exaltado y con nervios dijo Sharon.
— Te digo cuando llegues, tengo que colgar, no tardes — sin esperar respuesta colgó.

Era común que Sharon aceptara ir sin ningún tipo de información que le hiciera dudar si ir o no. Pero cualquier muestra de interés por parte de su hermana o madre haría que Sharon las siguiera sea dónde estuvieran.

Rápidamente guardó un cambio de ropa sencillo, tomó su kit de viaje que consistía en cepillo de dientes, pasta de dientes, un pequeño shampoo, crema corporal y cepillo para el cabello.

Llamó a su jefa, de su actual trabajo y explicó lo sucedido. Mariana era empleadora de Sharon desde hace meses, su personalidad y carácter hicieron que el joven muchacho inexperto de la vida le admirara y tomara mucha confianza en pocos días. Mariana, una persona muy comprensible y agradable incentivó a que una inesperada relación maternal naciera en ellos.

Mariana propuso que se tomara unos días como vacaciones, ya que su excelente aptitud y compromiso en el trabajo había dado lugar a unas pequeñas vacaciones de tres días. Sin dudarlo Sharon le agradeció y se marchó, no tenía idea de que apartir de ese día, ya no existirían  las llamadas que su madre ocasionalmente le hacía.

Un bebé grande en proceso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora