XVI

75 6 37
                                    

Cuando el final del día llegó y la gran mayoría de trabajadores del sitio pudieron ir a descansar, en el camino que Iceberg y Gears tomaban para tomar sus respectivas habitaciones, el Alfa había dejado que su Omega se adelantara unos pasos para poder quedar tras él y, sin preguntar primero, meter las manos entre su ropa.

—Y te digo que ese informe, aparte de mal hecho e incompleto estaba sucio ¡Y grasoso! Si van a comer mientras trabajan, al menos deberían limpiar sus maaaa...! ¿¡Que haces!?

—Nada.

—Esto no es nada. – Aún así, Julian no hacía esfuerzo por retirar las manos contrarias.

—Sigues frío.

—Aja...

—Es agradable.

—Supongo que apenas empezó a ser agradable.

—No, siempre me gustó que fueras tan frío.

—¿De verdad? – Gears asintió. —¿Por qué?

—No lo sé.

—¿No será alguna clase de fetiche?

—No lo creo.

—Yo si lo creo... – Hubo un momento de silencio.

—¿Acaso quieres que lo sea, Julian?

—¿Y que harías si dijera que si? – La respuesta de Charles fue sacar sus manos por fin de entre la ropa, solo para tomarlo del brazo y arrastrarlo hasta su habitación.

Iceberg sonreía, pues sabía bien que harían y eso por supuesto le encantaba. Lamentablemente, esa noche también fueron interrumpidos.

—¡Icy, Gears! Yahoo~ – Gritó el siempre molesto director del sitio al verlos por los pasillos.

—¿Por qué? ¿¡Por qué!? – Se quejó Julian.

—¿Sucedió algo, Bright? – Cuestionó el Alfa, ya comenzando a molestarse.

—Nada, nada. Solo me robaré a tu novio un rato. – Y sin más, Iceberg volvió a ser arrastrado.

Gears se dirigió a su habitación, en donde se quedó esperando a que llegara su Omega. Sabía que Julian estaría bien aún estando en las garras de Bright, pero se cuestionaba el por qué era necesario.

Al siguiente día, al llegar a su oficina solo encontró a Lament, ya comenzando con las labores que tenían pendientes.

—¿No ha aparecido Julian, verdad?

—¿Quién? Ah, el doctor Iceberg. Creí que estaban juntos.

—¡Llegué! – Justo en ese momento llegó el nombrado, que se veía agitado por tanto correr, incluso su rostro estaba rojo.

—¿Sucedió algo ayer con Bright?

—S-solo sus estupideces sin sentido de siempre. – Ese pequeño tartamudeo le decía lo contrario, pero lo ignoraría por el momento.

Por el resto del día todo estuvo normal, excepto por las muchas veces que Iceberg evitaba la mirada de Gears, de una forma tímida poco usual en él.

El final de la jornada llegó y, sin importarle demasiado que Lament estuviera presente, Gears atrapó a su Omega y se lo llevó sobre su hombro. De nueva cuenta, Troy conseguía un trauma familiar.

Tal como iban a hacer la noche anterior, se dirigieron a la habitación del más bajo. Esta vez, Julian parecía estar en contra, como si quisiera ocultar algo.

—¡Bajame!

—No.

—¡Si quieres hacerlo está bien, lo entiendo, pero te alcanzaré más tarde! Solo diez minutos ¡Dame diez minutos!

—No puedo esperar diez minutos.

Llegaron a la habitación y Julian fue prácticamente lanzado a la cama. Antes de que se diera cuenta, Gears ya estaba sobre él, observandolo fijamente.

—¿Qu-que miras?

—Algo ocultas.

—Claro que no.

—Bien, lo descubriré yo mismo. – Sin darle el tiempo de poder resistirse, comenzó a arrancarle la ropa.

Iceberg se resistió pero fue inútil. Antes de que pudiera alejarse, quedó al descubierto que ocultaba; un sensual conjunto de lencería.

—Oh.

—¿¡E-es lo único que puedes decir!?

—Tambien puedo preguntar de dónde salió.

—... Bright.

—Bright. 

—El me llevó anoche para darme esto.

—¿Y aceptaste usarlo todo el día?

—¡Por supuesto que no! Me obligó a ponermelo bajo la ropa ¡También por eso se paseó tanto por la oficina hoy! – Gears trataba de entender el por qué hacer todo eso, hasta que recordó algo.

Se separó para poder ir a revisar un calendario en su pared. Ah, ahí está a la respuesta.

—No te vistas. – Ordenó, pues el Omega ya estaba tomando su ropa d de nuevo.

—¿Por qué?

—Julian ¿Que día empieza tu celo?

—Uh, pues... – Pareció hacer cuentas, entendiendo por fin la pregunta. —¡Lo olvidé con todo el trabajo!

—Extrañamente aún no inicia... Habrá que forzarlo un poco.

—¿A qué te refieres?

Charles solo se acercó de nuevo a la cama, quitándose la ropa en ese pequeño camino. Una vez llegó de nuevo junto a su Omega, solo se acercó a su cuello, olisqueando un poco antes de lamerlo en su cuello, justo donde iría una marca. Un escalón recorrió la espalda de Julian, el cual estaba confundido por aquello.

—¿Que haces?

—Ahora mismo, solo esperar. – Se separó y tal como dijo, solo esperó.

Cinco minutos después, Iceberg notó como su celo comenzaba por fin. No entendía que clase de magia negra era esa, pero esperaba que no la terminarán usando demasiado.

Seis Horas De Sexo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora