IV

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Awas, el SEXOOOOOOOOOOOOOO continúa aquí, está vez un pelín más sucio 7u7

~🍆🍑🍆🍑🍆🍑~

No solo el olor a menta había aumentado, se comenzaba a mezclar también uno cítrico, ambos realmente intensos. Junto con aquello, también estaba el sonido de la cama rechinando y los gemidos ahogados de la pareja que en ningún momento dejaba de besarse con necesidad.

Julian desde hace bastante tenía sus sentidos inhibidos, a excepción del placer que era lo único que se le estaba permitiendo sentir. El sentir en su interior el enorme y palpitante pene de su Alfa lo hacía sumergirse en la lujuria, así como soltar lágrimas de placer puro.

La espalda de Charles estaba más que rasguñada, incluso sangraba, pero poco le importaba. El llegar cada vez más profundo de su Omega, el sentir como lo apretaba de forma tan magnífica y exquisita valía cada atizbo de dolor que sentía, e incluso más.

Ya llevaban varias horas así, tantas que los dichosos condones ya se habían agotado, y aún así eran inútiles, pues varias veces terminaron rotos. Ese grado de salvajismo manejaba Gears ahora, que de nueva cuenta gruñía excitado, a la par que apretaba con fuerza la cabecera de la cama, dañandola aún más y dejando marcas como si fueran garras.

No paso mucho antes de que el Alfa terminará una vez más en el interior de Julian, el cuál podía ya sentir su vientre abultado por lo lleno que se sentía, y no era de mucha ayuda el que de nueva cuenta lo anudaran. Aún así, aquello le encantaba y por lo mismo terminó también, llenando a ambos de su propia venida.

Jadeaban tratando de recuperar su aliento, mucho más cuerdos ahora que la calentura había bajado. Por fin comenzaban a relajarse, y también a notar sus alrededores.

Al escuchar sonidos de alguien comiendo cerca, giraron en dirección al escritorio que el Alfa tenía en su habitación, encontrándose con tres espectadores no deseados.

—¿¡Pero que-!?

—¿Exactamente cuánto tiempo llevan ahí? – Preguntó Gears, ya harto de esos tres.

—Un par de horas.

—¿Por qué tienen palomitas de maíz?

—Es lo normal cuando estás en un espectáculo.

—Voy a matarlos...

—Primero librate del titán que tienes metido en el culo. – A pesar de las palabras de burla, Iceberg sabía que Clef tenía razón.

—No sabía que estabas en celo, Gears

—No lo estoy, Bright.

—Imposible, tu no tienes sexo si no estás en celo.

—Podria tenerlo cuando quisiera.

—Bueno, es verdad, pero ni siquiera en tu celo te portabas tan salvaje. – Ahora había otra clase de espectáculo, pues todos podían sentir el drama acercándose.

—¿Y tú como sabes cómo son los celos de Charles?

—Obviamente porque me acosté con él. – Contestó Jack, como si fuera algo banal, mientras comía más palomitas.

—¿Que... Que tú que?

—Y ahora que lo pienso, eras más joven en ese entonces, pero no eras tan... Así ¿Ahora eres más grande? Porque parecía que estabas a nada de perforar su estómago.

—Creo es suficiente de esta plática y situación tan incómodas. Fuera. – Ordenó y los tres obedecieron y salieron.

Una vez afuera, Clef detuvo a Bright pues tenía demasiadas dudas.

—¿Te acostaste con Gears?

—Obvio.

—Tienes un problema con los dominantes. – Agregó Kondraki mientras se dirigía a la salida para volver al sitio 17.

—¿Por qué lo hiciste?

—¿Por qué no lo haría? – La discusión iba a seguir, pero la puerta de la habitación de Gears se abrió, y el mismo se asomó apenas con una bata encima.

—¿No deberías estar investigando la estatuilla rejuvenecedora?

—¿Quién dice que no estoy en eso? – Jack señaló de su cuello a su pecho, mostrando que el medallón no estaba en esa copia.

—Espero sepas lo que haces. – Le advirtió antes de volver a entrar.

Los indeseables invasores, que todos llamaban jefes, se retiraron por fin del sitio 19, y al tener la seguridad de que todo estaría más tranquilo, Gears pudo preparar la tina para meter ahí a Iceberg. A veces el trabajo le dejaba ciertos privilegios.

Después de unos días, cuando Julian pudo caminar con normalidad mejor, la rutina volvió a su curso, pero ahora tenía el agregado de que a veces la pareja se toma un descanso para meter mano en donde no debían, aunque sin llegar a mucho. Era una buena forma de desestresarse.

Y así dos semanas pasaron. Aprovechando que Gears estaba en su cita quincenal con Glass para asegurar que todo estuviera correcto, Julian se dirigió al área médica a pedir un favor

—¡Iceberg! ¿Que te trae aquí? ¿Alguna herida, malestar, síntoma?

—Solo un favor. – El Omega tomó asiento cerca de Mann, viéndose muy serio

—¿Que pasa?

—Lo que te voy a pedir no puedes comentárselo a Charles ¿Entiendes?

—No lo haré.

—Necesito... Una prueba de embarazo.

Seis Horas De Sexo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora