XVII

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Julian comenzó a sentir el calor recorriendo todo su cuerpo, marcando así el inicio de su celo. Aún se mantenía cuerdo, por fortuna, ya que los celos que tenía eran mucho más tranquilos que los de un Omega normal.

—Crei que ya te estarías abalanzando sobre mi...

—Antes de perder el control, quiero preguntar algo

—Dime.

—¿Me permitirias marcarte?

—¿Que?

—Una marca. Quiero marcarte, Julian.

—Eso lo entiendo¿Pero por qué?

—¿Por qué no lo haría?

—Me parece increíble saber que es lo que quieres decir en realidad. – Iceberg suspiró. —Tienes mi permiso, Charles. Ahora, ven aquí y termina lo que iniciaste.

El Alfa obedeció y se acercó, solo para atraparlo entre sus brazos y comenzar a besarlo. Podía sentir la fría piel de su Omega, junto con la suave tela de la lencería sobre su cuerpo, era algo curiosa la sensación.

—¿En qué piensas? – Cuestionó Julian.

—La tela.

—Oh, es verdad... ¿Quieres que me lo quite?

—No. – Iceberg volvió a ser empujado contra la cama para poder volver a los besos.

El conjunto era bastante atrevido, y le daba un acceso directo a los pezones de Julian. Aquella sería la primera vez que haría eso, pero valdría la pena experimentar. Llevó una de sus manos al pálido pecho del más bajo, y comenzó a tocar y apretar ligeramente aquellos tentadores botones.

—¡Ngh! ¿Que... Que haces?

—Simplemente pruebo lo que me pertenece.

—N-no soy tu pro.... – Las quejas fueron interrumpidas por un salvaje y demandante beso.

—Eres solo mío Julian.

—Pe-pero...

—Dije, solo mío. – Aquello prendió aún más al Omega, que solo pudo asentir al momento.

Justo después de aquello, Charles bajó directo a la entrepierna de Julian. Tocó por encima de la tela, que apenas y cubría algo. Podía notar que ya estaba duro y quizá algo desesperado.

Bajó la lencería apenas lo suficiente para liberar el pene contrario y de esa forma poder tomarlo con su boca.

—¡Ah, Charles! – Julian por su parte se aferró a las sábanas, dejando fluir el placer de aquella acción por todo su cuerpo.

Debido a su celo, estaba más sensible que de costumbre, y por lo mismo no tardó demasiado en acabar.

—Eso fue rápido.

—Pe-perdon... – Incluso algunas lágrimas habían aparecido en los ojos del Omega, el cual estaba más que avergonzado por no haber durado nada.

Al parecer, el celo de Iceberg comenzaba a intensificarse, pues comenzaba a actuar diferente a su usual "yo".

—No te disculpes. – Gears se levantó y sentó en la cama, abriendo las piernas. —Podras compensar tu error.

Con el rostro completamente rojo y una mirada casi perdida en el placer, se acercó a su Alfa. Dejó algunos besos en la punta antes de meterlo en su boca.

Charles no sabía por qué, pero siempre que su Omega entraba en celo, su actitud agresiva y explosiva se volvía una sumisa y tranquila... Eso por supuesto lo excitaba de más. Adoraba "molestarlo", hacerlo llorar y obligarlo a hacer cosas que no parecía querer hacer, aunque en realidad solían hacerlas muy seguido.

Le gustaba dominarlo y en cierta forma hacerlo sufrir, tal como estaba haciendo en ese momento mientras lo tomaba del cabello y lo obligaba a tomarlo a más profundidad, llegando hasta su garganta. Las lágrimas ya salían de los celestes orbes del Omega, que sentía dolor al recibir ese trato casi tan inhumano, a su parecer en ese momento.

No fue hasta que Gears terminó por primera vez, que lo dejó libre. Aunque trató de beberlo todo, inevitablemente Julian dejó salir bastante del semen de su boca. Cuando vio eso, el Alfa gruñó molesto.

—¿Acaso estás desperdiciando el alimento, Julian?

—L-lo siento... – Trató de volver a beberlo, pero ya mucho había caído a la cama.

—Esta actitud tan malcriada merece un castigo. – Gears se alejó para poder tomar su cinturón del suelo. Volvió con el Omega para atar sus manos a la cabecera de la cama.

—¡Por favor... Seré bueno! No me castigues...

—Tuviste tu oportunidad. – Abrió sus piernas para poder acomodarse y sin nada de dificultad levantó su trasero.

Disfrutó bastante las expresiones de Julian ¿Era miedo, excitación, angustia? No lo sabía y no le importaba, solo se acomodó y entró.

—¡Ah! Espe... Espera... Ngh... – Charles gruñó más que complacido. Dos noches los habían interrumpido y ahora por fin podía descargar todas esas ansias de sexo que había estado guardando por tanto tiempo.

Cualquiera diría que parecía planeado, pero ¿Por quién?

Seis Horas De Sexo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora