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16 de Julio de 2022

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16 de Julio de 2022

Era sábado, lo cual significaba que Dallia se encaminaba hacia su cita con Ni-ki.
Si bien tenía los nervios a flor de piel, se sentía un tanto segura de su decisión, y esperaba que esa seguridad no se desmoronara cuando se topara con los ojos felinos del rubio, con su sonrisa radiante y con todos esos factores que la enamoraron, juntos.
Porque inevitablemente seguía amándolo, algo le ataba a él, y eso eran esos pequeños brotes que salían de su interior y crecían en sus pulmones. Los pétalos de cerezo que tanto detestaba pero que había aprendido a soportar, y que pronto estarían fuera de ella.
No tenía por qué pasar, tal vez se mantenía fuerte, con su decisión como la mejor opción. Después de todo, ya estaba tomada. Pero sabía los efectos que Riki tenía sobre ella, y habían dejado de gustarles.

Como siempre, se encontraron en la puerta del instituto. Cuando llegó, sorprendentemente después que él, le vio con una mano en el bolsillo de su pantalón y la otra en el teléfono. Miraba este, deslizando su dedo por la pantalla. Dallia dedujo que estaba en las redes sociales y no le quedó otra que interrumpirlo con su llegada. Ni-ki alzó la vista tan pronto como escuchó los pasos sonoros que daba ella con la cuña de sus zapatos. Le sonrió y guardó rápidamente su móvil en el otro bolsillo.
A diferencia que de costumbre, abrió sus brazos y la saludó con un abrazo en el que prácticamente la envolvió él. Al principio la pelinegra se quedó paralizada, pocas veces había sucedido eso. Era más frecuente en esos últimos meses, pero tampoco algo habitual.
Era extraño. Ni siquiera un "hola", solo un intenso abrazo con mucha confianza a modo de saludo.
Cuando logró corresponderle, notó que Riki esbozaba una sonrisa por el movimiento de sus labios que percibió cerca de su cuello.

—Estaba pensando en ir a por un helado —habló a la par que se separaba poco a poco, sin prisa—. Y después te llevaría a tu casa. ¿Te parece?

Dallia asintió, no habían planeado nada como tal, y la opción de tomar un helado siempre sonaba tentadora en sus oídos.

...

—Nunca entenderé que te guste tanto la menta —insistió el rubio, señalando con asco el helado que llevaba ella en la mano. Un cono con menta con chocolate y fresa.
—Hemos tenido esta conversación millones de veces —rio—. ¡Solo es helado! Además, a ti te gusta la vainilla. Eso sí que es asqueroso.
—Por lo menos no sabe a pasta de dientes.

Dallia bufó y suspiró seguidamente, decidiendo cortar aquella discusión que siempre había acabado en golpes con almohadas, carcajadas o debates. Esa vez se limitó a mirarle sonriente mientras él disfrutaba de su helado sentado junto a ella, sin percatarse de que estaba observándole.
Extrañaba ese tipo de conversaciones y discusiones, aunque sonara estúpido, porque solían suceder a menudo cuando no eran más que amigos y ella solo era alguien con la esperanza de ser correspondida. Desde que tuvo el hanahaki por primera vez todo cambió, ahora su relación tenía como factor principal la tensión, que siempre estaba presente, y Riki se comportaba de manera extraña e indescifrable. No era lo mismo, ni mejor, era peor, y no se solucionaría hasta que ella le pusiera fin. Por eso se iba a operar, porque todo sería mejor así.
Aunque, como no quiso hacerlo cuando se preparó mentalmente para aquella especie de cita improvisada, dudó. Vio su rostro, recordó que en algún momento el amor que sentía por él le hizo feliz, incluso si le dañaba más que otra cosa. Le alimentaba, vivía por ello, le gustaba. No entendía en qué momento o por qué dejó de ser así, tal vez fue parte de madurar un poco, como cada día, que se percató de que no tenía sentido seguir así, pero extrañaba esa bonita sensación.
"Tal vez pueda recuperarla", pensó.
Su rostro seguía siendo tan divino como siempre, sus ojos felinos y atractivos, sus labios carnosos, su pelo teñido y luminoso y los lunares que adornaban su piel. Siempre le había encantado, últimamente lo miraba menos.

Entonces recordó a Sunghoon. Recordó ese amor tan puro que despertó en ella, y más aún la noche anterior. Se acordó en ese preciso instante de lo convencida que se sintió cuando Sunghoon la besó, cuando se vio protegida en sus brazos, cuando agarró uno de estos y comparó el tamaño con el suyo, cuando ambos se apoyaron en la valla del pequeño patio de la casa de sus abuelos o cuando se rio al asustarla. Todo aquello había ocurrido en el corto período de una hora, no podía ni enumerar todo lo que había pasado junto a él desde que eran pequeños.
Y ahora que por fin le correspondía y tenían ambos la oportunidad de ser felices junto al otro, no podía fastidiarla. Sencillamente, no podía.

El lío de emociones que revoloteaban juntas en su cabeza fue interrumpido cuando Ni-ki posó su mano libre en la pierna de ella. Había pasado, tal vez, quince minutos pensando sin decir nada mientras él disfrutaba de su compañía silenciosa. Se había terminado el helado, al igual que él, que ahora sostenía un pequeño trozo del cono que ya no quería.

—¿Vamos? —preguntó. Dallia sintió que se le tensaba la pierna que Riki acariciaba y rápidamente asintió y se puso en pie a su lado.

Caminaron y caminaron, pasando por ese parque en el que tuvieron uno de sus primeros contactos más íntimos que aún revivía en la mente de Dallia, y también por la puerta del instituto, lugar en el que se enamoró de él.
Eso se iba a acabar y era como el final de una era, por lo tanto, se sintió triste solo de pensarlo con detenimiento. El hecho estaba cerca, cada vez más, pero como pensó minutos atrás, la decisión estaba tomada.

Se pararon frente al paso de peatones de una carretera que estaba a pocas manzanas de casa de Dallia. Riki llevaba pensando en algo desde que le dijo de quedar aquel día en el que sabía que iba a ver a Sunghoon. Una parte suya la quería con él, quería demostrarle que la correspondía aunque no de la mejor manera. No quería perderla y que se fuera con Sunghoon cuando la tuvo junto a él tanto tiempo y nunca supo apreciar sus sentimientos.

No pasaban coches, el semáforo estaba en verde para los peatones, pero Riki la tomó suavemente de la cintura cuando ella fue a cruzar y ma atrajo hacia él. El rostro de Dallia quedó muy cerca del suyo, elevado para mirarle, mientras que Ni-ki se agachaba un poco con el fin de alcanzar sus rosados labios que tanto anhelaba y quería besar adecuadamente por fin.

—Dallia —la llamó con una peculiar voz ronca. A la nombrada se le erizó la piel y una corriente eléctrica y nostálgica le invadió, queriendo huir de ahí porque eso no seguía sus planes y se sentía demasiado bien a la vez que mal—. Me gustas. Sé que no he podido demostrártelo y tengo que mejorar, siento haberte provocado esto, pero... sí, me gustas. Toma la decisión que quieras, pero por favor, piénsalo.

Dicho eso, no le dejó responder. Pegó sus labios con los de ella y la pegó por completo a su cuerpo, haciendo presión en su cintura. Dallia sintió los carnosos labios de Riki muy calientes, y escuchó de alguna forma el desenfrenado latir de su corazón, entendiendo que no mentía.
No pudo expresar con palabras la cantidad de emociones contradictorias que se le vinieron encima, nuevamente, solo quería huir, pero se permitió disfrutar de lo que fue su fantasía durante muchos años, aunque fuera la primera y última vez que algo tan mágico iba a pasar. Aunque cambiara de opinión, o tal vez no.
Entrelazó sus dedos con el rubio cabello de Ni-ki e intensificó el beso. Mordió su labio inferior por última vez antes de separarse.
Lo miró detenidamente por unos segundos, nada a su alrededor tenía sentido además de aquello. No veía nada, sus ojos solo lo enfocaban a él, al igual que sus oídos seguían centrados en el latir confuso que escucharon segundos atrás.

Corrió.
Separó los brazos de Ni-ki de su cintura. Nerviosa, se alejó de él y corrió hacia la carretera, huyendo del chico, de lo que acababa de suceder, de sus labios que la atraparon una vez más y de todo, sin darse cuenta de que el semáforo ya no estaba en verde para ella.

—¡Dallia! —chilló él en un grito desgarrador, que no sirvió de nada.

La Dallia de hacía unos meses habría pensado que aquel era el mejor destino para alguien que estaba condenada a amar sin ser correspondida, sufriendo, pero la Dallia de ese momento vio su vida pasar frente a ella, resumida en un montón de imágenes que creyó que nunca volvería a ver.

Entonces sus ojos enfocaron la realidad y solo vio una mezcla de muchas luces y oscuridad. Se quedó paralizada, y en cuestión de segundos sintió su cuerpo siendo arrollado y un dolor inmenso que le dejó sin conocimiento.

Su cuerpo no le dejó actuar, pidiendo, aún así, una segunda oportunidad.

...

FIN

NO OS PRECIPITÉIS, leed el epílogo ♡

𝐇𝐀𝐍𝐀𝐇𝐀𝐊𝐈 | Ni-ki & Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora