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3 de Julio de 2022

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3 de Julio de 2022

Más de una semama había pasado desde que Dallia escuchó aquellas demoledoras palabras salir de los labios de Ni-ki. "Lo siento".
Eso podía no tener un gran significado en cualquier otra situación. Podía ser una disculpa sin más, nada le aseguraba, siquiera, que esta hubiera sido sincera; sin embargo, Dallia sintió el dolor en aquellas dos palabras que Riki articuló antes de marcharse.
Y desde entonces no habían hablado.
Que se disculpara como si nada cuando ella tosió le dio a entender a la chica que Riki era conocedor de que él era el causante de su hanahaki. La razón por la que ella sufría, y en su forma de decirlo notó que odiaba hacerle daño.

Se veían en clase, en alguna que otra se sentaban juntos por la reciente cercanía de ambos, todo desde que Dallia cogió el hanahaki.
Entonces lo entendió.
Desde ese momento en el que Riki se dio cuenta de que ella estaba sufriendo por su culpa —porque, efectivamente, ella era muy obvia aunque creyera que no—, se había acercado más a la pelinegra con el fin de sanarla. Le preguntaba cómo se sentía, todo con el fin de entenderla. Le decía que le gustaría poder quitarle la enfermedad, y no mentía.

Y aún con aquellas piezas juntas, Dallia seguía sin entender muchas cosas, como por ejemplo, qué hacía acercándose más si eso le causaría más dolor y malestar a ella.
Porque la joven no sabía que Ni-ki experimentaba sentimientos confusos hacia ella, que en algún momento fueron mucho más fuertes y seguros, pero que trajeron dudas consigo, y a partir de ese momento fue cuando ella desarrolló la enfermedad.

Ahora Ni-ki quería alejarse, y al mismo tiempo no, porque Dallia le gustaba demasiado aunque no pudiera confirmarse que estaba enamorado. Y aunque le hiciera daño, ella misma quería seguir manteniendo el contacto con él.
Ella sí estaba enamorada y sí era feliz cuando ambos pasaban tiempo juntos.

El rubio había visto una cercanía con Sunghoon muy diferente a la que siempre habían tenido los dos. Antes, Dallia y Sunghoon se ponían motes cariñosos de forma humorística, se trataban como auténticos mejores amigos desde su infancia e incluso habían bromeado con respecto a intereses amorosos del otro, pero desde hacía años dejó de ser recíproco; Sunghoon se había enamorado de ella. Y ahora Ni-ki había visto el mismo comportamiento en Dallia.
Y, sin saber por qué, temía por ello.
Por que ella se enamorara de su mejor amigo, encontrara el amor verdadero y sincero, sin una pizca de impurezas en él, y supiera que estaría mucho mejor en sus brazos.

Aunque Dallia creyera que no, Riki también sufría.
Y por su parte, Sunghoon mucho más.

Ahora Dallia estaba con el pelinegro, ambos en el pequeño rincón en la casa de campo de sus abuelos, que le enseñó recientemente después de muchos años sin visitarlo. Se habían sentado en el banco blanquecino de madera con apariencia vieja, él jugaba a algo en su teléfono y ella lo miraba curiosa.

—No me gusta tu avatar. Es muy estándar —le dijo, dándole inmediatamente al botón de editar por él—. Vamos a hacerlo parecido a ti.

Sunghoon sonrió para sí mismo y se dejó hacer totalmente. Dallia empezo a toquetear botones y hacer un personaje muy poco parecido a Sunghoon, lo cual era su objetivo principal.

—¡Oye, yo no soy verde! ¡Parezco un ogro!

Ella soltó una risita que enterneció a Sunghoon. Él, con el corazón comenzando a latir muy rápido como cada vez que se acercaba a su amiga —palabra que comenzaba a sonarle muy dolorosa—, siguió observando lo que la chica hacía en el teléfono.

—Primero, una piel muuuy blanca —empezó a narrar todo lo editaba del avatar, a la par que le daba a los botones necesarios para ello—. Como tú. —observó por un momento al chico que, efectivamente, tenía una tez muy pálida. La admiró sonriente y también pudo notar que las mejillas de Sunghoon se enrojecían—. Vamos a tener que ponerle un poco de rubor también. —rio.
—No bromees. —Sunghoon reprimió su sonrisa.
—Ahora... una camiseta blanca, unos pantalones negros y anchos... unas zapatillas grises...
—¿Tanto te fijas en lo que me pongo? —preguntó él.

Dallia asintió.
—Por supuesto.

Aquello comenzaba a ser demasiado para el corazón del chico, que quería poder hacerle sentir lo mismo a ella.

—¿Qué te parece si te creamos uno a ti? Ahora seguimos con el mío. —Sunghoon volvió a agarrar su móvil sin dejar que Dallia terminara. Ella frunció el ceño e hizo un puchero que le hizo reír—. Muy blanca también, pelo corto y moreno con flequillo... y la forma de vestir...
—Soy muy impredecible a la hora de vestir —repitió, pensando que Sunghoon no iba a ser capaz de hacer que el personaje se pareciera completamente a ella.

Empezó a editar un poco sus facciones mientras la observaba de vez en cuando. La pelinegra notó que la sonrisa del rostro del mayor no se apartaba en ningún momento, sacándole otra a ella.
Se apoyó en su hombro y enrolló sus brazos en el de él, acomodándose para ver que, efectivamente, estaba logrando hacer que se pareciera mucho a ella, incluso en la forma de vestir.

—Y lunares —habló después de estar un rato callado y concentrado—, tienes muchos. —miró su rostro buscando el lugar concreto de los lunares, siendo esto una mera excusa, pues en realidad sabía perfectamente dónde estaban distribuidos los lunares de Dallia. Solo quería mirarla, verla apoyada en su hombro y abrazada a su brazo como estaba.

Ambos cruzaron miradas cuando esto pasó, y Sunghoon ya no pudo apartar sus ojos de los de Dallia. Ella tampoco pudo, quedándose ambos embelesados con la belleza que desprendía el otro.
El chico sonrió, ganándose la misma reacción de parte de ella.
Y Dallia, sin darse cuenta, desvió su mirada, que había mantenido en los ojos de Sunghoon durante un buen rato, hasta los labios de este.
Siempre le parecieron bonitos; todo él era perfecto, siempre lo había sabido. Pero nunca tuvo tantas ganas de besarlos como en ese momento. Eran carnosos, de apariencia suave y estaban coloreados de un rosa rojizo muy atrayente. Sunghoon se los humedeció al notar la mirada de ella posada en estos. Por primera vez, se sintió valiente, y aunque su corazón estaba latiendo más fuerte que nunca, y estaba extremadamente nervioso, quiso dejar la timidez de lado.
Jamás se había sentido tan atraído hacia ella. En ese preciso instante le gustaba más que nunca, incluso si eso antes le había parecido imposible por lo enamorado que estaba de ella.

El corazón de Dallia comenzó a palpitar a la par que el de él. Nadie podía escuchar esos desenfrenados latidos, pero ambos podían imaginarse cómo estaría el otro, sabiendo que los dos pensaban lo mismo.
"Solo es un beso", pensó ella. "No cambiará nada".

Teniendo muy reciente la conversación sobre los lunares, se fijó en los de él. En lo bonitos que eran, y lo bien que combinaban con su pálida piel. Estaban perfectamente distribuidos por su rostro, siempre lo pensó, pero ahora no solo tenía ganas de besar sus labios; también sus mejillas, cada uno de los lugares donde tenía un lunar en la cara, su frente...

Sunghoon se armó de valor por fin, e hizo lo que llevaba años imaginando. Se agachó cuidadosamente hacia ella y, sin necesidad de besarla de forma pasional, dejó un adorable y corto beso en sus labios. No necesitaba nada más en ese momento; no quería cambiar el ambiente, solo dejarle saber con aquello que estaba completamente loco por ella, y avanzar; dar ese primer paso que tanto le había costado, ahora que ya no se sentía reprimido.
Ahora que veía la posibilidad. Las puertas abiertas.

Dallia abrió los ojos como platos cuando sus labios se juntaron con los de Sunghoon por un corto segundo, que deseó que hubiera sido infinito.

Cada uno de ellos se sintió de una forma diferente. Sunghoon, feliz, porque por fin pudo dar un paso hacia delante con quien sabía que era el amor más puro que jamás encontraría. Dallia... confundida.

"Un beso no puede cambiar nada". La frase que pensó segundos antes se deshizo en su mente, palabra por palabra, y esta cambió por completo.
"Un beso puede cambiarlo todo".

...

𝐇𝐀𝐍𝐀𝐇𝐀𝐊𝐈 | Ni-ki & Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora