Fiebre de sueños.

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Se estaba sintiendo fatal, demasiado mal. El dolor de cabeza no disminuía, lo único que pudo hacer fue beber agua y mantenerse de ese modo hasta que las clases finalizaran. Tenía toda posibilidad de ir a enfermería, con el temor de que llamaran a Nora y preocuparle innecesariamente. Lev mantuvo cierta distancia de sus compañeros para no contagiar, algo que era un poco imposible.

—Lev —la voz de Jessica reflejaba su preocupación, así como su rostro—, ¿te sientes bien?

—¿Perdí la chispa, no?

—Hablo en serio. Deberías ir a enfermería.

—Puedo ir solo, no te preocupes.

Se puso de pie con pereza, su cuerpo se sintió pesado. Más pesado que su bolso.

—¿A dónde vas? —la voz inocente de Angela fue gentil para sus oídos, también estaba preocupada por Lev desde que notó su condición—. ¿Necesitas ayuda?

—Iré a enfermería, es solo gripe.

—Te llevaré —insistió Jessica.

—No, iré solo, está bien.

—Deja que te ayude.

—Que no, te lo agradezco.

Aunque quiso apresurarse y esquivar su mano con gentileza, falló. Casi dio a bruces por su mareo, de no ser que algo sostuvo su brazo no se mantendría en pie por sí solo. En cuanto se fijó, comprendió el por qué.

—No te preocupes, yo lo acompañaré.

Alice tenía una gran sonrisa hacia Jessica, eso no ocultaba la tensión en el ambiente. Alice no se sentía cómoda en la presencia de esa chica porque sabía como era.

—Que no nes...

No logró formular su frase con éxito, su cabeza se desconectó y quedó contra Alice que sujetaba muy bien su cuerpo, fingiendo alterarse. Se creó un bullicio por el espectáculo, las voces de diferentes estudiantes se alzaba así como más de uno quiso mirar lo que sucedió con el joven azabache. Alice no podía levantar su cuerpo sin generar sospechas, la urgencia hizo que su hermano llegara a tiempo. Era más sencillo observar a Lev siendo llevado por Edward que por la pequeña y "frágil" Alice.

Lev no fue consciente de cuánto tiempo quedó postrado en enfermería, lo que se comentaba o quien le acompañaba. Al despertar, fue todo confusión para su mente. No pudo creer que se movió de un sitio a otro, esa ida en la oscuridad fue como dormir durante horas. Tampoco aligeró sus síntomas. Los ojos severos de la chica lo taladraban.

—¿Qué tal la ducha de la tarde?

Derrochó molestia en su voz, no calzaba con su angelical expresión de que todo estaba más que bien. No aceptaría un regaño.

—Refrescante —ironizó en un balbuceo.

—Es bueno que aprendieras.

—¿Dónde estoy?

—En la enfermería, como tienes fiebre era obvio que colapsarías en algún momento. Te lo dije, se lo dije. Era obvio que vendrías, él lo sabía pero quiso prestarme atención.

—¿De quién hablas?

—¡De él! Tonto cascarrabias. Me va a escuchar, yo no me equivoco. Nunca.

Seguía sin entender, pero Lev se mantuvo en silencio unos largos minutos. Sus ganas de retirarse fueron más fuertes e irritante.

—¿Puedo irme a casa?

—No, debes esperar un poco.

—Si mi abuela se entera, se morirá del espanto.

EXHAURIO - EDWARD CULLEN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora