Después de.

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A causa del viaje, toda responsabilidad quedó un ratito en el olvido. Pero una vez que llegó a casa se puso al tanto. Como su palabra con Nora, cenar juntos. Era duro estudiar cuando todo en tu entorno era mucho más interesante que un simple papel con cálculos. Entre el bostezo, el viaje y el cansancio sintió los párpados pesados, poniéndose cómodo sin darse cuenta. En tanto la mitad de su cuerpo quedó sobre el escritorio la lluvia era imparable, una tormenta que no sorprendía a nadie en Forks. El viento, los pasos de Nora en el primer piso, el reloj sobre la pared que continuaba con su tic, tac. Eso fue lo último que escuchó y tampoco se preocupó en calcular el tiempo que había dormido, en tanto despertó la tensión sobre su espalda le obligó estirarse. Justo allí una manta cayó de sus hombros, algo que estaba a los pies de la cama desde que llegó. Ignorando ese detalle, tiró de su cuaderno hacia un lado, se sacó los zapatos de la forma más desordenada y se lanzó sobre la cama para continuar su descanso. Lev no sabía que apenas eran las cuatro de la mañana y mucho menos de que eso le llevaría a una pesadilla. 

No llegaba el sonido desde ningún lado, de hecho, sentía un dolor bajo el brazo izquierdo. Levantó la cabeza confundido, levantándose de la cama hasta casi caer de bruces. Algo no le permitía aferrarse a la cama porque esta ya no se encontraba en su sitio, más bien, Lev no estaba donde debería. Un cuarto pequeño y deteriorado con la pintura desgastada, mohosa y rayada. Un pésimo sueño del que necesitaba despertar. La imagen era muy clara, un hombre de traje azotaba una y otra vez la espalda de alguien con un cinturón, el afectado se encogía contra el suelo a temblores, sudoroso, sucio, herido. Otra vez lo estaba haciendo.

—¡Déjalo! —aunque trató de interferir, no lograba moverse—. ¡Vas a matarlo!

Lev solo era una persona que podía presenciar todo lo que quería y jamás sería escuchado. La tos del pequeño individuo le preocupó. Trató de arrastrarse lo mejor que pudo, el piso parecía ser de arena aunque no lo veía de ese modo. No pudo avanzar. 

—¡Pelea conmigo, deja que se vaya! ¡No lo toques! 

Lento y forzoso, sus pasos eran cada vez más pesados hasta que saltó hasta dar con la cabeza del hombre que daría el siguiente golpe, pero su cuerpo dio de lleno al suelo sin sentir dolor. No había nadie a quien defender de un terrible castigo, porque en realidad, solo tenía que protegerse. Esa persona era él, era Lev. Se vio a sí mismo a través de un espejo, le sangraba la boca y apenas podía abrir el ojo izquierdo. Una pesadilla. Su mirada pasó hasta la persona que tenía en frente, esos ojos que irradiaban asco. 

Su cuerpo se sacudió de manera brusca y sorpresiva cuando se despertó, aferrándose a las sábanas con desesperación. Sentía el calor irradiar desde su piel y la ropa pegarse por el sudor. El plan de ponerse en pie terminó siendo una mala idea para Lev, su equilibrio no era bueno en esas condiciones. Aún su corazón latía con bastante prisa. 

Diez de la mañana. 

Que manera de despertar, pensó. Oía los pesados y lentos pasos de su abuela en el primer piso a causa de la madera que crujía. Sin siquiera pensarlo, entró al baño a darse una corta ducha con agua fría y así al fin despertar aunque terminara jadeando desesperado por la temperatura. Buscó ropa limpia en los cajones y la sucia quedó en el cesto. 

—Buenos días —sonrió Nora apenas descendió por las escaleras—. ¿Has despertado hace poco?

—No, demoré porque estaba duchándome. ¿Y tú?

—Desde las seis, hay que ser productivos. 

 Le causó ternura el hecho de que se despertara tan temprano y terminar tendida en el sofá, durmiendo con la radio encendida a un volumen moderado, una larga siesta. Ya quisiera él.

EXHAURIO - EDWARD CULLEN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora