Hoy es el día.
Ese día en que mi vida se irá al caño, o todo por lo que he estado trabajando desde los dieciséis, se cumplirá y lograré mi mayor sueño: Quedar entre los cien afortunados que lograrán entrar a la más prestigiosa academia de ballet del mundo, ubicada en Wonderwall, Dinetah.
Claro que para lograr mi cometido mi formación no ha empezado desde los dieciséis años, sino desde los seis; pero no fue hasta los ocho que una nueva puerta se abrió a mi favor. Logré entrar en una academia muy cara de Alemania gracias a mi destreza física a tan corta edad.
Volviendo a la realidad, doy un último vistazo a mi habitación, ahora prácticamente vacía, pues solo he dejado los cuadros y mis recuerdos de la infancia en ella. Todo lo demás viene conmigo. Menos los muebles, claro está.
Como si sintiera mi repentina melancolía, mi madre, Alicia, cruza el portal de la puerta con dos tazones en las manos.
—¿Nos tomamos un descanso?
Asiento, sentándome en mi ahora desnuda cama a la espera de que ella también se siente. Luego de tropezarse con mis maletas y casi caer al suelo —y cuando ya se encuentra acomodada a mi lado— mi madre extiende un tazón en mi dirección. Tomo ambas cosas y sonrío al ver el contenido. Es helado. Tomo la cuchara con una cantidad considerable de helado y la llevo a mi boca.
—Tú sí que me conoces bien —le digo apenas puedo hablar.
Ella me sonríe, pero no dice nada inmediatamente, así que supongo que todavía sigue procesando las cosas. La carta de admisión al concurso —por decirlo de alguna manera— apenas llegó ayer. Ni siquiera yo he me he acostumbrado la noticia del todo.
—Vendré a visitarlos muy pronto.
—Lo sé, no es por eso. Sólo... —sus ojos miel caen en mí, y luego suelta un suspiro—. La casa va a estar muy tranquila sin ti.
Acomodo mi cabeza en su hombro y sigo comiendo mi helado. No hay respuesta para eso, o al menos, yo no la tengo. Dos toques en la puerta me sacan de mis pensamientos y dirigen mi mirada al causante de los toques. Mi padre, que trae una pequeña cajita en sus manos, atraviesa la puerta con una sonrisa misteriosa en su boca.
—Llegaste muy temprano —no puedo evitar que la felicidad me haga sonreír ampliamente mientras lo veo acercarse a nosotras. Cuando ya está a pocos metros de mí, prácticamente salto a sus brazos—. Pensé que no llegarías para llevarme al aeropuerto.
—Tenía que despedirme de mi princesa.
Rio. —Soy bailarina de ballet.
—Y yo tu padre y digo que eres mi princesa.
Dejo un sonoro beso en su mejilla, causando que su sonrisa se ensanche aún más, y sus ojos, de un azul cielo, brillen de felicidad.
—¿Ya terminaste de empacar? —asiento—. Perfecto, porque tengo algo para ti —dice, extendiendo la cajita en mi dirección. Sonrío, mientras salto de alegría.
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Perfecta atracción
RomanceLibro número I de la bilogía 'Amores que duelen'. I · I · I «Lo fácil aburre, lo difícil atrae, lo complicado seduce y lo imposible enamora. Y tú, Afrodita, me traes loco». I · I · I Muchas copas de alcohol, una pelea clandestina y un boxead...