4. Collin Granger

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En un principio solo puedo oír mi respiración irregular en el silencio del armario, pero, luego de un par de segundos, soy capaz de escuchar pasos acercándose al armario

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En un principio solo puedo oír mi respiración irregular en el silencio del armario, pero, luego de un par de segundos, soy capaz de escuchar pasos acercándose al armario.

Vamos, Erin, piensa. ¡Piensa!

Y a pesar de estar obligándome a pensar a mí misma, nada llega a mi mente, por eso, al abrirse la puerta, ni siquiera me atrevo a abrir los ojos para mirar a los ojos al chico que hay frente a mí.

—Lo siento —murmuro, muerta de miedo. Porque vamos, lo mínimo que puedo hacer después de entrar en el departamento de un desconocido, es disculparme. En los próximos segundos no se escucha nada de su parte, hasta que, finalmente, una voz con un tono bastante serio suena.

—Sal de ahí.

Abro mis ojos poco a poco, temiendo sobre lo que puedo encontrarme, cuando mis ojos caen sobre una piel cremosa cubierta en grandes partes por tinta negra. Trago grueso. No sé si esto es mejor o peor de lo que me imaginé.

—Vamos, sal —él me anima.

Me pongo de pie, y con sumo cuidado de no chocar con él, salgo del closet. Al pasar por su lado, el olor a jabón y shampoo de menta queda impregnando en mis fosas nasales.

—¿Quién eres? —pregunta el chico, mirándome con intriga.

Abro mis labios, dispuesta a responder, cuando noto que, a duras penas el nudo de la toalla que tapa la mitad de abajo de su cuerpo aguanta no deshacerse. Aparto mi vista de allí, pero inconscientemente mis ojos siguen cayendo en un par de líneas negras que se pierden por debajo de la toalla.

—Vine a ver a alguien...quizás me equivoqué de departamento —evito decir mi nombre.

La toalla cae un centímetro más.

—¿Y a quien viniste a ver tiene nombre? Podría ayudarte.

La toalla se va a caer, se va a caer...

Por un momento dejo mis ojos puestos en los suyos, encontrándome ahora con una chispa de gracia en unos preciosos ojos marrones.

—Pues si...

Se va a caer la toalla, ¡Que alguien haga algo!

—¿Y cuál es?

Él se recuesta de la puerta, cruzándose de brazos y causando que la toalla termine de caerse. Afortunadamente para mí, tengo buenos reflejos y puedo taparme los ojos a tiempo, pero eso no evita que sea capaz de notar que el final de esos tatuajes no está tan arriba como pensé. El chico ríe entre dientes, en cambio, a mí no me parece graciosa la situación. No me parece normal que la gente vaya desnudándose ante todas las personas que entran a hurtadillas en su casa.

—Vine a ver a Granger —termino por responder.

El castaño chasquea su lengua con fuerza, entonces vuelve a hablar.

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